viernes, abril 19, 2024
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La paz en los sermones de Semana Santa

Si algo está haciendo falta es la presión ciudadana, popular y democrática para que el diálogo de La Habana avance sin sobresaltos; que la Iglesia, como lo hizo antes, proponga los acuerdos humanitarios, el cese de fuegos, la tregua y el acuerdo político por la paz.

Foto: Gert Steenssens / EsperanzaProxima.net via photopin cc
Foto: Gert Steenssens / EsperanzaProxima.net via photopin cc

Editorial del Semanario VOZ

“La paz nos necesita a todos sin excepción”, dijo monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali, en el sermón de las siete palabras del Viernes Santo, en el cual también convocó al perdón. “Que la primera palabra de este Viernes Santo ocupe el primer lugar en el corazón y los labios de todos: perdón”, exclamó el purpurado. Monseñor Monsalve, conocido por sus declaraciones en favor de la paz y la justicia social, propuso un Día Nacional por el Perdón, en el entendido que este es la base de la reconciliación nacional. Convocó a que el desarme como norma legal sea la ruta de la reconciliación y del fin de la violencia.

Monseñor Rubén Salazar, quien calificó a la sociedad colombiana de estar en conflicto permanente, abogó por la paz y la alegría, señalando que es el camino preferido por los católicos. Otros jerarcas, ante miles de feligreses, se pronunciaron en el mismo sentido, dejaron en claro que están por el diálogo y por la paz con justicia social.

En los últimos años, desde cuando la Iglesia católica se alineó al lado de la solución pacífica y dialogada del conflicto, los sermones del Viernes Santo se han convertido en la mejor prédica para movilizar a los feligreses en este postulado, recabando en la necesidad de soluciones sociales en un país de muchas llagas que dejan la miseria y el atraso que padece la mayoría de la población.

En esta ocasión, salvo excepciones como la de monseñor Monsalve, el discurso social fue muy tibio. Amén de que no hubo alusión al proceso de paz de La Habana. La Iglesia no dejó en claro si lo respalda con decisión y se opone a los ataques desde sectores guerreristas que pretenden prolongar la tragedia nacional. Faltó mayor compromiso. Desde Roma, el papa Francisco instó a construir la paz en el mundo y al diálogo para superar las diferencias, aunque el énfasis estuvo puesto en Venezuela, donde la jerarquía eclesiástica está del lado de la derecha y de la conspiración golpista contra el gobierno bolivariano.

En realidad, en Colombia la Iglesia ha cedido en sus propósitos de contribuir a la paz y a los diálogos del Gobierno y la insurgencia guerrillera, como lo hizo en los últimos años. La Comisión de Conciliación Nacional está casi que paralizada, sin mayor iniciativa y a la cola de las posiciones oficiales. Hacen falta el dinamismo, el talante y la conducción que le dieron monseñor Alberto Giraldo y monseñor Luis Augusto Castro con la asesoría del padre Darío Echeverri, secretario de la misma.

Si algo está haciendo falta es la presión ciudadana, popular y democrática para que el diálogo de La Habana avance sin sobresaltos; que la Iglesia, como lo hizo antes, proponga los acuerdos humanitarios, el cese de fuegos, la tregua y el acuerdo político por la paz. Los últimos llamados de monseñor Salazar pretenden decisiones unilaterales de la guerrilla, avalando las posiciones gubernamentales que se debaten en la ambigüedad y en el doble discurso. Le hace perder a la jerarquía eclesiástica la neutralidad que dice tener, pero que en ocasiones no demuestra.

La paz requiere mayor compromiso. Cuando en La Habana casi se concluye el tercer punto en discusión, es decir, la mitad de la agenda convenida. Y cuando el ELN está a la espera de que se convoque la mesa de diálogos que en algún momento tendrá que converger con la de las FARC. La paz es un bien supremo, terrenal, de interés nacional y de beneficio de un país que ha sufrido los rigores del conflicto y la Iglesia católica no ha sido la excepción.

La paz exige una Comisión de Conciliación Nacional más activa en la cual tengan mayor juego los jerarcas que se han comprometido con su causa y el padre Darío Echeverri, secretario de la comisión y artífice de muchas iniciativas humanitarias y de paz, tenga todo el respaldo para persistir en este empeño, sin duda el mismo de la mayoría de los colombianos.

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