En Colombia la brecha salarial, la falta de garantías laborales en función del género y la masculinización de espacios sigue siendo una realidad, como ocurre en el fútbol femenino. A Yoreli Rincón, alzar la voz le costó su carrera
Laura Doncel
Yoreli Rincón, volante 10 de la Selección Femenina, es pionera del fútbol colombiano. En 2012, se convirtió en la primera futbolista colombiana en jugar en el exterior, destacándose en equipos como Malmo FF, Inter de Milán y Sampdoria. Triunfó en Brasil con Esporte Clube XV.
Tras la creación de la liga femenina, regresó a Colombia. Lideró al Atlético Huila al título de la Copa Libertadores. En 2024, como referente del Atlético Nacional, llevó al equipo al podio de la Libertadores y al cuadrangular final de la Liga Betplay Femenina, en la que se consolidó como figura clave en el fútbol femenino colombiano.
Reclamaciones justas
Cuando incursionó la profesionalización del fútbol en Colombia, Yoreli Rincón lideró una serie de acciones y junto con otras jugadoras realizaron una serie de denuncias como no recibir una dotación digna: sus uniformes y utensilios deportivos eran previamente usados por los equipos masculinos. Además, el cuerpo médico y técnico de algunos equipos acosaban sexualmente a las deportistas y sus sueldos eran indignos haciendo imposible vivir del ejercicio deportivo como profesión.
En cuanto a las garantías laborales dentro de su contratación, reclamaron que la liga femenina solo dura un semestre del año y los meses restantes las jugadoras pierden nivel competitividad y rendimiento al no estar en torneos profesionales y pasan a tener que ‘rebuscarse la papita’ como cualquier otro colombiano durante el resto del año. Esto respaldado por declaraciones de la Dimayor y algunos dirigentes que se referían al fútbol femenino de forma despectiva para justificar esta desigualdad.
Tal fue el caso de Gabriel Camargo quien era presidente del Deportes Tolima en 2018, cuando pronunció la indignante frase “El fútbol femenino es un caldo de cultivo del lesbianismo”. Su declaración tenía la intención de desvirtuar el trabajo de las deportistas, a través de un ataque lesbofóbico y misógino. Su fin fue reproducir el mensaje de que al ocupar ciertos espacios como el fútbol, abandonamos nuestro rol como mujeres, lo que nos convierte en lesbianas e insinuando que es denigrante serlo.
Los dirigentes afirman que el fútbol femenino no genera ingresos, pero las jugadoras del Atlético Huila denunciaron que los premios de su título en la Libertadores fueron destinados al equipo masculino, y ellas solo recibieron un reconocimiento simbólico. Igualmente, la final de la Liga Femenina 2023 demostró su popularidad, llenando el estadio con boletería agotada.
La corrupción del día a día
El fútbol colombiano enfrenta machismo y corrupción. Según Alejandro Pino, una mafia conecta casas de apuestas, instituciones, futbolistas y árbitros para manipular resultados y obtener ganancias. Esto desvirtúa el deporte, priorizando intereses económicos sobre el rendimiento, la hinchada, la calidad de los escenarios y la pasión que define al fútbol.
El Gobierno del Cambio, en cabeza del presidente Gustavo Petro, quiso solucionar todo esto otorgando financiación a la liga. Esta propuesta fue rechazada por la Dimayor seguramente porque al recibir recursos públicos esto implica una supervisión en cómo se ejecutan los mismos.
Además, el medio de comunicación Liga Contra el Silencio hizo pública una investigación en la que demostró que la Superintendencia de Industria y Comercio, SIC, formuló pliego de cargos contra la Federación Colombiana de Fútbol, FCF, la División Mayor del Fútbol Colombiano, Dimayor, y 29 clubes de fútbol profesional colombiano, con la finalidad de determinar si habrían desarrollado un sistema tendiente a limitar la libre competencia económica en el mercado de la Liga Profesional Femenina en el país, desde el 2017 hasta la actualidad para impedir el alza en los salarios de las futbolistas.
No es coincidencia
Aunque Yoreli jamás lo manifestó de forma clara ni ha ahondado mucho en esto, casualmente dejó de ser convocada en la selección femenina luego de liderar esta serie de denuncias. Desde 2019, no fue llamada a jugar ningún torneo con la Selección Colombia, siendo la más importante de las futbolistas colombianas a nivel internacional.
En el 2021, se jugaron amistosos preparatorios a los torneos posteriores; en 2022, se jugó la Copa América y; en 2023, se celebraron los juegos suramericanos y el Mundial Femenino. Ella, siendo estrella en Europa y hoy una de las más destacadas de la Liga, no se tuvo en cuenta para ninguno de estos compromisos. También dejamos de verla en comerciales de publicidad, con grandes marcas como ocurría antes.
Yoreli no solo sacudió una estructura de poder heteropatriarcal, destacándose en un deporte masculinizado y pensado únicamente para la práctica y el disfrute de los hombres, sino que disputó su desarrollo de forma justa y equitativo, puso en entredicho la transparencia de un escenario tan instrumentalizado por el capital como lo es el fútbol. No pudimos verla gambeteando y anotando goles inimaginables con la selección, pero abrió un camino importante y crucial para que otras lo hagan.
Gracias a la “10” se nos llenó de esperanza el corazón en más de un torneo internacional, las niñas colombianas de barrios populares pudieron soñar con tener un futuro en el fútbol y hoy vemos la participación de más equipos en la Liga Femenina bajo condiciones más justas para las mujeres que los conforman. Se puso en el ojo de la opinión pública que el mundo no espera que juguemos fútbol, además al hacerlo se nos discrimina y sexualiza.
Yoreli ya materializó su sueño, se despidió de él y dejó de sudar la tricolor para mejorar las condiciones de sus colegas y demostrar que aunque se afirme que las mujeres ya no tenemos nada más que conquistar porque se nos “ha permitido todo” en la sociedad actual, basta con voltear a mirar el deporte favorito de los colombianos para probar que aún las mujeres no tenemos cabida en muchos espacios.