Si bien el Islam, en el momento de su surgimiento, introdujo avances significativos en los derechos de las mujeres, únicos entre las tradiciones espirituales abrahámicas de la época, países como Afganistán contradicen estos principios bajo estrictas restricciones impuestas por los talíbanes
Paula Andrea Moreno Alfonso
Aunque no derribó las barreras de subordinación de género hace más de 1400 años, el islam realizó un avance significativo para la época en materia de igualdad entre hombres y mujeres, concediendo derechos encaminados a mejorar las condiciones de las mujeres. Esto se reflejó en versículos coránicos, como: «Su Señor escuchó su plegaria: “No dejaré que se pierda obra de ninguno de vosotros (lo mismo si es varón que si es hembra), todos habéis salido los unos de los otros”» (3:195). De la anterior revelación, el islam otorgó a las mujeres derechos inéditos para las sociedades tribales árabes de la época.
Así pues, entre los derechos más destacados se encuentran el trabajo digno y el pago justo, pues, en caso de estar casada, el salario de la mujer era íntegramente suyo, mientras que los gastos del hogar recaían sobre el hombre. Igualmente, se le reconoció el derecho a la propiedad privada, a administrar sus bienes y a heredar, algo antes reservado exclusivamente a los hombres.
Estos avances facilitaron la participación política y el liderazgo femenino, evidenciado en figuras como Aisha, esposa del Profeta, quien lideró la Batalla del Camello, y Fatima al-Fihri, fundadora de la primera universidad del mundo. La educación, fundamental en el islam, está destacada en la primera palabra revelada al Profeta: Iqra (“lee”). Asimismo, se les reconoció el derecho a elegir pareja y a decidir sobre su cuerpo, incluyendo la posibilidad de abortar hasta los 120 días de gestación.
El comienzo de las vulneraciones
Aunque estos principios supusieron un avance para la época, las interpretaciones actuales del islam varían significativamente. En Arabia Saudita, por ejemplo, las mujeres obtuvieron el derecho al voto apenas en 2015. En contraste, Afganistán bajo el régimen talibán ha impuesto severas restricciones que marginan completamente a las mujeres de la vida pública. Actividades como estudiar, trabajar, protestar o incluso realizar actividades cotidianas, como ir a la peluquería, están prohibidas.
La violación de los derechos de las mujeres en Afganistán tiene raíces profundas. Desde 1979, las guerras y conflictos internos las han relegado a ser objeto de control político, social, religioso y cultural. Durante el régimen talibán de 1996 a 2001, las restricciones alcanzaron niveles extremos, negándoles incluso acceso a la salud porque prohibieron la educación de las mujeres necesarias para atender a otras mujeres. Desde 2021, con el retorno del régimen talibán, la opresión ha escalado de manera sistemática.
La violación de los derechos
A pesar de que este régimen afirma respetar acuerdos internacionales de derechos humanos, prioriza una interpretación estricta de la sharía que justifica graves discriminaciones.
Entre septiembre de 2021 y mayo de 2023, el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Nacional Unidas, ONU, documentó más de cincuenta edictos que restringen la vida de las mujeres, contradiciendo los valores del islam que defienden la educación, el empleo y la libertad de expresión.
Así pues, según Amnistía Internacional, en el 2023, aumentaron las restricciones relativas a la educación de las niñas, además de prohibirles matricularse en cursos más allá de la primaria, “en junio se prohibió a las ONG internacionales ─incluidos los programas dirigidos por Unicef─ impartir educación comunitaria y se les ordenó transferir sus programas a organizaciones locales. Según informes, en los meses de junio y julio más de 4.500 mujeres fueron despedidas de sus puestos de trabajo en el ámbito de la enseñanza”.
La exclusión de las mujeres del mercado laboral y de la educación no solo las priva de herramientas clave para su empoderamiento, sino que también afecta negativamente la economía y el desarrollo social del país.
Las mujeres enfrentan persecuciones, arrestos arbitrarios y desapariciones forzadas simplemente por defender sus derechos o protestar pacíficamente. Amnistía Internacional y la Comisión Internacional de Juristas, CIJ, consideraron que “las draconianas restricciones impuestas por los talibanes a los derechos de las mujeres y las niñas, unidas al uso del arresto y la detención arbitrarios, la desaparición forzada y la tortura y otros malos tratos, podían ser constitutivas del crimen de lesa humanidad de persecución por motivos de género”. Son múltiples las violaciones de derechos humanos que están sufriendo las mujeres en Afganistán.
Además, están sujetas a estrictos códigos de vestimenta y necesitan un acompañante masculino (mahram) para moverse, bajo la constante amenaza de castigos severos.
Las malas interpretaciones
Mientras que el islam, desde sus orígenes, estableció principios de igualdad y derechos avanzados para las mujeres en comparación con las sociedades tribales de la época, las interpretaciones actuales en algunos países han tergiversado y contravenido estos valores fundamentales.
En contextos como Afganistán, las restricciones extremas han eliminado derechos esenciales como la educación, el trabajo y la libertad personal, perpetuando desigualdades y debilitando el desarrollo social y económico del país.
Estas acciones no solo contradicen los principios islámicos originales reflejados en el Corán, sino que también ponen en riesgo el bienestar físico y psicológico de las mujeres, mostrando la urgencia de abordar estas injusticias para garantizar un futuro más equitativo para la sociedad afgana.