Edición 3245
No hay discusión, nos encontramos ante la más grave crisis ambiental en curso. Líderes desde diversas visiones advierten los peligros de la época. El secretario general de Naciones Unidas afirmó que el “colapso ecológico ha comenzado”; el papa Francisco en su última encíclica fue categórico “por más que se pretendan negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes” y el presidente Gustavo Petro en la inauguración del COP16 ha dicho que “La acumulación de capital, el crecimiento cada vez mayor de la ganancia, conlleva automáticamente al final de la vida”.
¿Y la izquierda qué?, ante las evidentes pruebas científicas y objetivas de esta problemática ¿por qué no hemos incorporado a nuestros discursos y acciones, un sólido cuerpo de ideas y propuestas programáticas y políticas?
Es momento de dejar atrás nuestra distancia frente a esta problemática, es hora de adentrarnos en la complejidad de los innumerables problemas ecologistas. Debemos comprender sus simbologías, conceptos científicos y criterios múltiples. También es crucial reconocer que muchos de los líderes mundiales que hoy asumen la denuncia de la crisis climática y ambiental, provienen y representan a los mismos poderes capitalistas y productivistas, así como de los Estados más industrializados y poderosos que han ocasionado esta debacle casi irreversible.
Ladislao Martínez afirmó que “Según datos aportados por la OMS el cambio climático provoca en la actualidad más de 160.000 víctimas cada año. No parece, por tanto, en modo alguno exagerado afirmar que se trata de una agresión de los países industrializados a los países pobres comparable a la que representa el pago de la deuda”.
Lo anterior no se debe invisibilizar ni desconocer, la crisis climática y ambiental es una cuestión de lucha contra los poderes mundiales, es una lucha anticapitalista, una lucha de clases. Esta es entonces una premisa clave, un punto de partida para asumir desde la izquierda la crisis climática ambiental.
La posición y acción de la izquierda conlleva una visión diferenciada sobre el origen, las responsabilidades y las obligaciones que hoy se tienen por parte de los capitales, los Estados y los pueblos. No es lo mismo el daño y la contaminación que ha producido a la naturaleza y a los ecosistemas la Drummond, que una familia campesina que tiene un lote de ganado y unas cuantas hectáreas. Los poderes industriales, extractivistas, políticos y económicos tienen que ser los primeros en responder ante la crisis.
El otro gran debate que caracteriza la posición de izquierda es la discusión sobre el modelo de desarrollo neoliberal, depredador, basado en un alto consumo de carbono, de altas emisiones de Gases de Efecto Invernadero, GEI, de sobreexplotación de recursos naturales y con una fijación en crecimiento económico como paradigma macroeconómico. Frente a ello, la izquierda propone un modelo de transición democrática, energética y transformación revolucionaria basado en el poder popular y en el que haya una redistribución y una inclusión económica política y social, de respeto profundo a la naturaleza, con soberanía política, económica, militar y cultural.
Es claro que, a propósito de la COP16, al concepto de “paz con la naturaleza” y con justicia social, agreguemos desde la izquierda. Esto nos impone una elaboración y una acción que complete una visión holística, integral o multidimensional sobre el rumbo del desarrollo de la sociedad contemporánea. Más que adaptación, necesitamos un proyecto político de cambio profundo que confronte al capitalismo depredador, pero a la vez capaz de convocar al pueblo a asumir su papel de sujeto histórico y transformador en tiempos de crisis climática y ambiental.