viernes, marzo 29, 2024
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La celebración de las Policarpas

El emblemático barrio, ubicado en el centro de Bogotá, celebró sus 62 años de fundación. Con la presencia y participación de varias generaciones, la comunidad llama la atención sobre la importancia de preservar la memoria

María Elvira Naranjo Botero

El sábado 25 de marzo el barrio Policarpa Salavarrieta celebró los 62 años de su fundación. Llegué al barrio con la ilusión de ver los nuevos murales, el jardín recién plantado cerca del salón cultural Luis A Morales y el grupo de danzas de las adultas mayores que son un ejemplo de vitalidad.  Atendí, así, la invitación de mi amigo el camarada Arlés Herrera más conocido como maestro Calarcá, ya que, durante el presente año, en lo alto de un andamio, el plasmó sus nuevas obras de arte en una pared del parque José Martí. La obra fue realizada con la colaboración de la juventud policarpuna y de la maestra de Bellas Artes Genesareth Valdés egresada de la Universidad Distrital y habitante del Policarpa.

La primera persona que reconocí fue a la compañera Teresa Moreno fundadora del barrio quien cumple 90 años y visita con frecuencia la Universidad Nacional. Allí asiste a citas médicas con Unisalud y a las reuniones de los pensionados porque su esposo Efraín Rodríguez estuvo vinculado durante 30 años a la Universidad como trabajador de servicios generales. Por eso reencontrarnos en la celebración de un año más de vida del Policarpa fue la oportunidad para compartir nuestros recuerdos.

El barrio Policarpa y la Universidad Nacional.

Precisamos vínculos que la UN ha tenido con el barrio a lo largo de su historia. Recordamos que la primera escuela se inició desalojando un puesto de policía que las autoridades habían instalado dentro del barrio para evitar el ingreso de nuevos pobladores. Algunas estudiantes universitarias trabajaron allí voluntariamente como maestras. María Arango estudiante de sociología, dirigente de la Juco, vivió en el barrio y acompañó la resistencia al desalojo en su primera etapa, con muchos otros jóvenes que acudían cuando se requería su apoyo; estudiantes de ingeniería orientaron la construcción del acueducto barrial y Gilma Mosquera, arquitecta de la UN hizo parte de la comisión técnica para el diseño urbanístico.

Teresa menciona, en particular, el apoyo incondicional de estudiantes, médicos y enfermeras del Hospital San Juan de Dios, durante el llamado Viernes Santo Sangriento del año 1966. Ella narra cómo su esposo fue herido y detenido por la policía, pero logró conservar su empleo durante el tiempo que estuvo recluido y permanecer en la Universidad Nacional hasta su jubilación.

Una familia fundadora del barrio.

Las niñas del barrio pintan un mural en el salón cultural Luis A. Morales. Foto cortesía

Antes de 1965 la familia vivía en una habitación en Ciudad Kennedy; cuando Teresa llegaba de trabajar, como empleada doméstica, encontraba a sus hijos por fuera de la casa porque la dueña los sacaba a la calle. Por este motivo, decidieron aceptar la invitación de un amigo de apellido Guasca para hacer parte de la ocupación del Policarpa. Llegaron a vivir en una caseta de paroi cuando estaba a punto de nacer su quinto hijo. El paroi (para hoy) era una tela asfáltica de la época que servía de solución provisional para los destechados.

La policía intentaba impedir que más familias ocuparan el predio aledaño al Hospital y los trasteos debían hacerse con gran sigilo, en la noche o a la madrugada. Quienes querían hacer parte de la ocupación, debían armar previamente la caseta, llevarla con su trasteo y esperar el momento más adecuado para ingresar, generalmente con el cambio de turno, o mientras la policía hacía una ronda por el sector.

Teresa afirma: “Los primeros años fueron muy difíciles por el frío, la intemperie y la incertidumbre ante la amenaza de desalojo. Las mujeres fuimos muy solidarias, facilitábamos el ingreso y socorríamos a las familias cuando la policía, intentando desalojar, destruía las casetas y se llevaba los enseres. Las mujeres fuimos muy fuertes, muy guerreras, defendimos no solamente a nuestros hijos y a nuestros esposos sino a todo el barrio, éramos las guardianas”. Hoy Teresa y su familia tienen la satisfacción de seguir habitando en el barrio, en su casa propia de tres pisos con suficientes habitaciones para albergar hijos, nietos y bisnietos.

Su hija Nubia Rodríguez Moreno presidenta de la Junta de Acción Comunal ha realizado una eficiente labor como gestora cultural del proyecto Obras con saldo pedagógico que se inauguró financiado con recursos del IDEPAC, Fondo Chikaná. Chikaná es un vocablo muisca que traduce Uno al lado del otro para significar la participación comunitaria con apoyo institucional.  Con Nubia también recordamos el trabajo de los estudiantes de Sociología de la Universidad Nacional en el año 2022, que realizaron un inventario de la oferta cultural existente en el Policarpa y exploraron la demanda cultural en los barrios vecinos, como un aporte a la iniciativa de crear una coordinadora cultural de la Localidad Antonio Nariño.

Una reflexión final sobre esta celebración.

La maestra de Bellas Artes Genesareth Valdés expresó lo siguiente: Asistimos a la culminación de un proceso largo con el acompañamiento de la comunidad; el propósito de generar conciencia ambiental tuvo varias expresiones: en el mural con el aporte del maestro Calarcá, en la utilización de imágenes de plantas en vías de extinción y en el taller con los dibujos de los niños y niñas.

Con la presencia y participación de varias generaciones del barrio, estamos generando conciencia sobre la importancia de preservar la memoria. Incluso a nivel simbólico. Mi abuela, por ejemplo, conservó durante muchos años una inmensa batea que le servía de refugio para sus hijos frente a las balaceras de la policía. Los nuevos pobladores del barrio desconocen su historia, debemos preservar y conservar los registros de los protagonistas que ya no están con nosotros para que sus huellas no se pierdan.

Un reconocimiento especial a Nancy Sapuyes y sus abuelitas, a Rafael Sánchez, Olsso Zárate, Guillermina Duarte, Carlos Fonseca, Dora y Álvaro Santos, Lucy Martínez, Salomé y Oscar Larrota Martínez. Realizamos un ejercicio para revitalizar el sentido de pertenencia y cuidado del parque con trabajo comunitario, que sin duda será el primer paso para generar cambios y motivar a más personas a unirnos como comunidad.

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