Colombia tiene una abundante y rica variedad de recursos en flora y fauna, para convertirse en la primera potencia de la vida
Andrés Olivos Lombana
Colombia es uno de los pocos países megadiversos en el mundo; se estima que en nuestro país podrían existir entre 200 mil y 900 mil especies. Según el Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia, SiB, 2022, puede afirmarse que, aproximadamente, por cada diez especies que existen en el planeta, una habita en territorio nacional.
Indicadores y significado
Esta riqueza potencial de Colombia es demostrable con indicadores cuantitativos. Ocupa el 0,8% del territorio del planeta y concentra el 10% de su biodiversidad; es el país con mayor biodiversidad de aves, orquídeas y mariposas; ocupa el segundo lugar con mayor biodiversidad de la Tierra (después de Brasil); es el segundo país con mayor diversidad de anfibios, peces dulceacuícolas; el tercer país con diversidad de palmas y reptiles; el quinto con mayor diversidad de mamíferos; y es el sexto con mayores reservas de agua.
Conviene diferenciar el potencial en cuanto posibilidad y oportunidad. La palabra ‘potencia’ es un supuesto y se refiere a implementar acciones diversas que conduzcan a una realidad tangible.
En ese contexto, debe entenderse la campaña y el plan estratégico del actual presidente de la República, cuando señala a “Colombia como potencia de la vida” y a sus ministros que en la COP16 manifestaron que “Colombia es el corazón del mundo”.
A la riqueza de la biodiversidad, debe añadirse el potencial de Colombia por su condición multirregional: las cinco grandes regiones (andina, amazónica, Orinoquía, cuenca del Caribe y cuenca del Pacífico) están compuestas por diversos ecosistemas asociados a una gran diversidad cultural.
Pobres en medio de la riqueza
“Nuestro país está lleno de ricos yacimientos metalíferos ─afirmó el científico colombiano Francisco José de Caldas en 1808─, lleno de los más interesantes productos del reino vegetal, de casi todos los tesoros del mundo.
»Podríamos ser el primer pueblo de América, si supiéramos apreciar el valor de estas riquezas, si comprendiéramos las ventajas que cabe obtener de estos ricos presentes. Rodeados de esmeraldas y amatistas; de mercurio y platino; de hierro, cobre y plomo; pisando el oro y la plata, en medio de la riqueza somos pobres, debido al desconocimiento de nuestros bienes” (Olivos, 1998).
Desafortunada e injustamente, después de dos siglos, la situación del país, y peor aún, de la mayoría de los colombianos, no ha cambiado.
La “Casa común”
La mayor concentración de biodiversidad en el planeta se encuentra en los países del denominado Tercer Mundo; naciones con mínima capacidad tecnológica y autonomía científica para aprovechar sus recursos. Los Estados ricos monopolizan la biotecnología, explotando y usufructuando a través de las multinacionales la biodiversidad y los recursos naturales de las repúblicas pobres del planeta.
Son las potencias tecno-industriales las que exacerban el capitalismo salvaje y la cultura del consumismo y depredación de la Madre Tierra. Ante esa situación de globalización hegemónica de poder, corresponde la globalización de la contrahegemonía de los países y las organizaciones de ambientalistas, ecologistas y defensoras de derechos humanos, a través de la exigibilidad de derechos y en defensa del patrimonio de la humanidad, de la “Casa Común”, como lo plantea el papa Francisco en su encíclica Laudato si.
Educación, desarrollo y democracia
La Ley general de educación, al referirse a los fines de la educación en Colombia (art. 5, No. 10), plantea “la adquisición de una conciencia para la conservación, protección y mejoramiento del medio ambiente, de la calidad de la vida, del uso racional de los recursos naturales…”.
La Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación, Fecode, en su declaración del 20 de octubre pasado de apoyo a la COP16, expresa lo siguiente: “Reconocemos que la COP16 no sólo es una oportunidad para abordar los grandes desafíos globales relacionados con la crisis climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación, sino también un escenario crucial para que actores sociales impulsen la transformación hacia una sociedad con justicia social que respete y valore la naturaleza.
»Respaldamos el enfoque que subraya la necesidad de un cambio de relacionamiento entre los seres humanos y la naturaleza y asume este tema ambiental como un pilar para la construcción de la paz, especialmente en territorios como Colombia, que enfrenta el impacto del conflicto armado y la creciente crisis climática. (…). Los educadores de Colombia asumimos la responsabilidad de fomentar una cultura de respeto y conservación por la naturaleza”.
Con la intervención de los gobiernos y la participación de la ciudadanía, construir y ejecutar políticas públicas, dirigidas a concebir la vida como el derecho sustancial de todos los seres que habitan el planeta; erradicar la pobreza, considerada como una de las mayores afrentas a la vida; promover la preservación y el uso racional de los recursos naturales y rechazar y erradicar los crímenes contra la naturaleza por parte de los grupos armados, el narcotráfico y la minería ilegal.
Cultura del amor a la vida
Es necesario desarrollar el uso potencial de la diversidad con nuevos productos medicinales y cosméticos, nuevas fibras y sustitutos del petróleo, nuevos alimentos y procesos de restauración de suelos, aumento de la productividad de los cultivos sin deteriorar el medio ambiente, descubrimiento de procesos renovables de energía y descubrimiento del uso sostenible económicamente de los árboles madereros tropicales, entre otros usos.
Llegó la hora de sembrar, cultivar y promover en los homínidos que habitan la Casa común, acciones cotidianas de amor a la vida, solidaridad y convivencia armónica con todas las otras especies y manifestaciones de la vida.