De una gran sensibilidad frente a los problemas de los trabajadores, exponente de una versatilidad enorme en el manejo de las palabras, el gran poeta argentino se fue de este mundo, dejando un vacío en la literatura
Ricardo Arenales
Cuando apenas tenía cinco años de edad, Juan Gelman conoció la poesía, oyendo a su hermano mayor que recitaba en ruso a Alexander Pushkin. Y aunque no entendía una sola palabra, cayó rendido ante la musicalidad de lo que oía.
De alguna manera, ese primer contacto con la poesía lo dejó marcado. A los nueve años, prendado por la belleza de una vecina dos años mayor que él, comenzó a mandarle unos versos, que en realidad eran los de un poeta argentino. La niña ni le paró bolas. Gelman comenzó entonces a escribirle versos de su propia inspiración. El efecto fue el mismo. Jamás ella modificó su indiferencia.
A los 11 años publicó su primer poema en la revista Rojo y Negro. Y aunque después de sus estudios básicos se matriculó en una escuela de química, pronto abandonó las clases y eligió el oficio de periodista para ganarse la vida. Su itinerario profesional arranca en el semanario Orientación, del Partido Comunista Argentino, donde además tuvo una fugaz pero fogosa militancia.
Trabajó más tarde en La Hora, fue corresponsal de la agencia china de noticias Xinhua, y en los últimos años de su vida estuvo vinculado activamente a la publicación mexicana Página/12.
El sabor del exilio
Más que un periodista comprometido, Juan Gelman fue un militante de las causas de la justicia social y sobre todo, un poeta de enormes dimensiones. A lo largo de su vida publicó al menos 30 libros, ninguno de los cuales guardaba semejanza con el anterior; nunca se repitió y fue un mago de las palabras.
En reconocimiento a su labor literaria fue galardonado con el Premio Nacional de Poesía de Argentina, el Premio Juan Rulfo, el Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde, el Premio Pablo Neruda, el Reina Sofía de Poesía y el Premio Cervantes, entre otros.
Fue un hombre de compromisos sociales. Además de su militancia en el Partido Comunista, tras el triunfo de la Revolución Cubana, con otros compañeros de generación consideró válido intentar otros mecanismos de lucha política diferentes a las vías legales, e ingresó a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, FAR, que combatían a la dictadura militar argentina. Estas se fusionaron en el grupo Montoneros, de orientación peronistas, y Gelman desarrolló una activa labor, hasta que fue sacado del país para realizar un trabajo de relaciones públicas en el exterior.
Con el recrudecimiento de la dictadura, vinieron largos años de exilio. Gelman rompió con Montoneros, pero no modificó su compromiso de lucha ni renunció a sus convicciones.
Luto en la poesía
Su obra poética fue igualmente fiel al compromiso con los humildes. Era frecuente ver a Gelman reunido con sindicalistas, con líderes estudiantiles, en las montañas de Chiapas o con los exiliados. Amó la Revolución Cubana y fue defensor del socialismo. El Ché Guevara fue uno de sus referentes.
“No hubo impunidad que nos derrotara. Fue un poeta del tiempo, compañero de la ternura”, dijo uno de sus amigos. Baltasar Garzón aseguró: “Juan Gelman hizo más por la justicia que miles de jueces. Será siempre un referente para los defensores de derechos humanos en el mundo”.
En un memorial que suscribió contra las acciones de guerra de la OTAN, Gelman dijo: “voy a firmar aquí porque me digo, que es bueno andar con la sonrisa entera, silbar bajito una canción cualquiera, tener un perro, un árbol, un amigo… voy a formar aquí contra el espanto, por la paz, por la vida, por el canto, por el gorrión que vuela cuando beso…”
El gran poeta argentino falleció el pasado 15 de enero en Ciudad de México, donde vivió los últimos 25 años. Había nacido en Buenos Aires, el 3 de mayo de 1930, en el hogar de una familia de inmigrantes ucranianos. Una de sus compañeras de trabajo en Página/12, Silvina Freira, lo recuerda como “el poeta que llevaba la poesía tatuada en los huesos… el poeta que mutaba para permanecer… el hombre que transformó las heridas en versos memorables”. La poesía está de luto.