Sus decisiones hicieron que progresivamente el país jurídico reconociera en Henao una figura ligada a la protección de las libertades y derechos individuales, vinculado a las codecisiones más progresistas de las altas cortes colombianas en los últimos tiempos
Alberto Acevedo
Quienes tuvieron la fortuna de ser compañeros de trabajo, de academia, o fueron sus alumnos, señalan en la personalidad del magistrado Juan Carlos Henao, fallecido en la madrugada del 2 de enero pasado en Bogotá, a la temprana edad de 64 años, una curiosa mezcla de profundidad en el pensamiento jurídico, asombrosa capacidad de investigación en las ciencias sociales, lector riguroso, con un amor extraordinario por la academia, al mismo tiempo que un inagotable buen humor, que combinó con un espíritu rumbero, como buen bailarín de salsa.
Es curioso que en algunas de estas mentes superiores se produzcan esas raras mixturas que, generalmente, están envueltas en un velo de sencillez, de humildad y desprendimiento de las vanidades humanas. Así era el también magistrado Jaime Pardo Leal, quien, además de ser un verdadero jurista, comprometió su vida con las luchas del pueblo colombiano y se acompañó de anotaciones humorísticas hasta el último aliento de vida. Y, guardadas las proporciones, aunque un poco más adusto, así era la personalidad de otro magistrado ejemplar, el profesor Carlos Gaviria Díaz.
En el legado, que deja Juan Carlos Henao, es justo destacar, al lado de sus aportes a la jurisprudencia, el hecho muy significativo de que fue uno de los artífices jurídicos del Acuerdo de Paz firmado en La Habana con las FARC-EP, y arquitecto de la estructura de la Justicia Especial para la Paz, JEP, salida de esos acuerdos.
Justicia para el postconflicto
Durante la administración del entonces presidente Juan Manuel Santos, Henao integró una comisión gubernamental para articular la fórmula de justicia para el acuerdo de paz. Hizo parte de la delegación oficial junto con Manuel José Cepeda y Douglas Cassel, quienes controvirtieron ideas y llegaron a consensos con la contraparte de las FARC, integrada por los juristas Álvaro Leyva Durán, Enrique Santiago y Diego Martínez.
Los seis comisionados trabajaron en el diseño de un nuevo modelo de justicia para la paz durante varias semanas, y después de numerosos viajes a La Habana, en septiembre de 2015 presentaron un primer documento a la mesa de negociación. Los demás representantes del gobierno y la insurgencia en la mesa de negociación estudiaron el documento y al final de ese mismo mes, el país conoció un comunicado sobre la creación de la Jurisdicción Especial para la Paz, como fórmula de justicia para el postconflicto.
No caemos en una postura aduladora, si anotamos que la estructura de la filigrana jurídica del edificio sobre el que se construyó la JEP y el concepto de justicia transicional aplicado a la realidad colombiana, fueron producto de sus aportes juiciosos.
Fe en los legados
El concepto que Henao tenía de la justica era coherente, sólido, armonioso. “Él tenía una gran fe en el derecho y en lo que significa, en las herramientas sociales que puede suministrar para mejorar la vida de las personas”, dice al respecto Emilssen González de Cancino, decana de la Facultad de Derecho de la Universidad Externado de Colombia, quien compartió muchas horas de discusión con el magistrado.
De ahí el compromiso social, el humanismo de Henao no solo en sus fallos, en la interpretación de la aplicación de justicia, en sus mensajes ante sus alumnos en la cátedra universitaria. En este sentido, fue un liberal sin partido, como él mismo lo reconocía; que creía en los legados.
Esto se reflejó en las ponencias que elaboró como magistrado de la Corte Constitucional en la idea de proteger los derechos fundamentales de las personas. Por ejemplo, en la que elaboró para reconocer que las parejas del mismo sexo, que optan por la convivencia marital, constituyen una familia.
Responsabilidad del Estado
Introdujo en la jurisprudencia colombiana conceptos que favorecieron la legalización del aborto, la dosis personal de sustancias alucinógenas. Hizo aportes importantes a los fallos relacionados con una mayor justicia en el disfrute de la licencia de maternidad, en la aplicación de condiciones de equidad en la mesada pensional.
También diseñó un conjunto de opiniones relacionadas con una mayor responsabilidad en cuando a las obligaciones del Estado en la atención humanitaria a las personas desplazadas y en el papel de los recicladores en el servicio público de aseo.
Estas decisiones hicieron que progresivamente el país jurídico reconociera en Henao una figura ligada a la protección de las libertades y derechos individuales, vinculado a las decisiones más progresistas de las altas cortes colombianas en los últimos tiempos.
“Desde la orilla ideológica que fuera -escriben Juan Camilo Rodríguez y Natalia León, de la Universidad Externado-, incluso la de sus contradictores, se le veía como una persona genuina, auténtica, creativa, sin imposturas. Su singularidad se expresaba en todo, donde fuera y sin temores, recatos ni acomodamientos: en el hablar, el vestir, el administrar justicia y, con particular énfasis, en el pensar, es decir, en el vivir, siempre a su manera”.
Relatan Rodríguez y León que, en términos coloquiales, muchas personas se referían a Henao con una palabra que él utilizaba con gusto y de forma reiterada: un bacán, o como él mismo se definía, un gocetas de la vida.
No somos solo sujetos jurídicos
El 5 de octubre de 2012, la Universidad de Montpellier le confirió el título honoris causa como resultado de una brillante carrera académica. En su discurso de recibimiento del título, Henao se refirió a unos principios básicos que defendió toda su vida.
“El derecho como dispositivo de juzgar es incompleto si no se integra con una clara disposición a comprender la condición humana que se somete a un juicio. Esa aspiración a vislumbrar lo que el texto jurídico no puede ver, hay que buscarla en las ciencias del hombre y la sociedad y también en el arte.
“En contravía con algunas aspiraciones, las personas no actuamos como sujetos jurídicos, actuamos como seres humanos. Nuestras decisiones están marcadas por tantos acasos, que la ley es apenas uno de ellos, importante sí, pero inmerso en muchos otros. Antes de ser culpables o inocentes, justos o injustos, somos padres o hijos, vegetarianos o carnívoros, avaros o generosos, ecuánimes o irascibles, paupérrimos o ricos, adolescentes o ancianos. Como especie, somos demasiadas formas de existir, con demasiados patrimonios acumulados, como para reducirnos a tener cabida en una, o en unos pocos incisos jurídicos.
“Y toda interpretación humana de la norma de nada serviría si no buscare privilegiar los derechos de las personas y sobre todo los derechos humanos”, dijo en ese momento, ante un tan sorprendido como seducido auditorio.