Redacción Internacional
En la madrugada del pasado lunes se confirmó la muerte del presidente de Irán Ebrahim Raisi, de su ministro de Relaciones Exteriores y de un grupo de altos dignatarios del gobierno de esa nación, que el día anterior viajaban en un helicóptero oficial después de asistir a la ceremonia de inauguración de una gran represa, construida para mejorar el bienestar de los pobladores de esa nación.
De acuerdo con información oficial, las difíciles condiciones del clima, las mismas que causaron el accidente, habían impedido llegar hasta el lugar, en donde se encontró que, de los viajeros, incluida la tripulación, ninguno logró sobrevivir.
La comitiva había viajado hasta un lejano paraje, cercano a la frontera con Azerbaiyán, donde el presidente inauguró la represa de Khodaafarn, sobre el río Araz. Junto al mandatario falleció también el ministro de Relaciones Exteriores, Hossein Amirabdollahian.
El gobierno central emitió una declaración en la que indicó a la población que “no habrá la menor perturbación en la gestión” oficial. En el documento se calificó a Raisi como “un trabajador e incansable presidente del pueblo iraní” que dedicó su vida a “servir al gran pueblo de Irán en el camino hacia el avance y el progreso del país”. Indicó que Raisi “cumplió su promesa y sacrificó su vida por la nación”.
Numerosos jefes de Estado expresaron su solidaridad con la nación persa. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, calificó a Raisi como “un verdadero amigo de Rusia”. El presidente colombiano, Gustavo Petro, también expresó su pesar por la prematura muerte del estadista. En Teherán, las autoridades decretaron cinco días de duelo.
