Si bien hay un bajo comercio con Rusia y Ucrania, su disminución o eventual desaparición presentará inconvenientes para algunos productores colombianos
Carlos Fernández
No vamos a hablar de los intríngulis geopolíticos de la guerra entre Rusia y Ucrania. Sólo diremos que, para Svitlana Krakovska, jefe del laboratorio de climatología aplicada del Instituto Hidrometeorológico de Ucrania y líder de los científicos ucranianos participantes en la elaboración del informe sobre cambio climático presentado el pasado 28 de febrero por el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC, por su nombre en inglés), ésta es una «guerra de los combustibles fósiles» (The Guardian, 9 de marzo de 2022). Ambos -la guerra y los combustibles- impactan negativamente el clima, contribuyendo a su deterioro.
Ésta podría ser una buena síntesis de la esencia del enfrentamiento bélico entre Rusia y Ucrania. Pero no basta. Estamos ante una puja de poder entre una potencia imperialista amenazada de declive y de pérdida de influencia, representada en la OTAN, y una potencia económica y militar en ascenso luego de un declive de gran magnitud ocurrido poco antes e inmediatamente después de la disolución de la Unión Soviética.
Con la diferencia de que el primero, en sana lógica, debió haber continuado la competencia con las nuevas fuerzas establecidas en el este de Europa y en Asia desde un punto de vista meramente económico, al tiempo que debió fortalecer las áreas en que se inició un proceso de cooperación entre los dos conjuntos de países. Pero la lógica del capital no es la lógica de la tan alabada sana competencia, la cooperación y el humanismo.
Los más recientes fracasos geopolíticos en Oriente Medio y en Afganistán, aunados a una disminución de las tasas de ganancia durante la pandemia del conjunto de la economía (salvo las farmacéuticas y el sector financiero), les dieron impulso a los ánimos belicistas.
Colombia: ¿Qué pitos flautas?
Como era de esperarse, el gobierno de Duque se alineó con el país que, tras bambalinas, lidera y azuza la confrontación bélica, lo que le valió ser recibido por Biden, más de un año después de la posesión de éste como presidente de los Estados Unidos. Falta saber qué instrucciones recibió, aunque no se necesita gastar una gran cantidad de cacumen para imaginarlo.
Lo cierto es que la relación económica del país con Rusia y Ucrania es, por decir lo menos, pobre, distante. Eso podría hacer pensar que el efecto de la guerra no lo va a afectar en gran medida. Primero, prácticamente, no hay inversión rusa o ucraniana en Colombia y, en sentido contrario, Colombia no tiene inversión directa ni de portafolio en esos países.
Segundo, el turismo es de poco movimiento comparado con el que tiene el país de salida y entrada hacia y desde otros países. Por último, el comercio exterior es ínfimo, si tenemos en cuenta su participación en el volumen total de comercio. Los cuadros Nos. 1 y 2 así lo muestran.
Cuadro 1.
EXPORTACIONES DE COLOMBIA A RUSIA, UCRANIA Y CHINA (2000 – 2021)

P=Preliminar
Cuadro 2.
IMPORTACIONES DE COLOMBIA DESDE RUSIA, UCRANIA Y CHINA (2000 – 2021p)

P=Preliminar
Como se aprecia, la dimensión de este comercio no debería generar, con motivo de la guerra, sino una leve preocupación entre exportadores e importadores. De hecho, las importaciones son casi siempre superiores a las exportaciones, lo que quiere decir que el intercambio comercial con Rusia y Ucrania es deficitario.
Hemos incluido a la China en los dos cuadros con el fin de mostrar que este país -que ha sido objeto de una guerra económica declarada por parte del gobierno de los Estados Unidos, liderada, primero, por Trump y continuada y profundizada por Biden- presenta una participación de la mayor importancia en la esfera del comercio exterior colombiano, que alcanzó a representar, en 2021, cerca del 11% de las exportaciones colombianas y cerca del 12% de las importaciones.
Dicha importancia puede verse disminuida de manera drástica, afectando este rubro de la economía nacional, toda vez que la China ha tratado de mediar para que se solucione el conflicto por la vía diplomática y no se ha dejado intimidar ante las groseras presiones y amenazas del gobierno estadounidense. El gobierno chino se ha opuesto a las drásticas sanciones impuestas por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón a Rusia, señalando lo improcedente de este mecanismo como forma de resolver los asuntos bélicos involucrados en el conflicto ruso-ucraniano.
Al aliarse política y militarmente con Estados Unidos, Colombia está arriesgando perder importancia en el comercio internacional de China, con lo cual se afectaría la producción nacional, el empleo y otras variables económicas.
Podría argumentarse que, ante la operación militar rusa en Ucrania, deben primar los aspectos políticos y éticos de la cuestión sobre los económicos. Sin embargo, este alineamiento no tiene nada que ver con tales aspectos o principios, sino que obedece a un sometimiento consuetudinario y recurrente de las élites que gobiernan el país a los dictados de la potencia gringa.
Aspectos particulares de la relación comercial
Si bien el comercio del país con Rusia y Ucrania, como hemos visto, es escaso, su disminución o eventual desaparición no deja de presentar inconvenientes para algunos productores colombianos, tomados sectorialmente.
En el caso de las exportaciones, se verían afectados los productores que venden ganado a Rusia, tanto congelado como fresco, pues, hoy en día, éste es el principal destino de estas exportaciones, según el gremio de los ganaderos terratenientes, Fedegán. Sería de esperar que, al disminuir la exportación de este producto, su mayor oferta en el mercado interno abarate sus precios para que más sectores populares tengan acceso a su consumo. Pero esa no es la lógica de los grandes ganaderos. Seguramente, preferirán disminuir el sacrificio a la espera de nuevos y más rentables mercados.
En lo que tiene que ver con las importaciones, Colombia ha comenzado a depender en gran medida de la compra a Rusia de fertilizantes para la agricultura y la ganadería. Con sólo decir que el 29% de la urea que se consume en Colombia proviene de Rusia. A este respecto, el candidato del Pacto Histórico denunció la irresponsable política del Gobierno nacional que prefirió intervenir la empresa estatal Monómeros colombo-venezolanos, de propiedad del Gobierno de Venezuela y entregársela a Guaidó, cuyos administradores hicieron una pésima gestión buscando llenarse sus bolsillos e impidiendo que Colombia pudiera abastecerse de dicha empresa en lo que a fertilizantes se refiere.
Por una posición de principios
Colombia debe abandonar su política de adhesión a la OTAN, iniciada por Juan Manuel Santos, y abogar por una solución diplomática del conflicto ruso-ucraniano que permita preservar los intereses del país en un mundo diverso, sin hegemonías autoritarias.
El fortalecimiento de un ente como la OTAN (cuya función era oponer una barrera militar al Pacto de Varsovia, que agrupaba a los países del llamado socialismo real y cuya disolución se llevó a cabo hace ya unos treinta años) no sólo es anacrónico sino que es fuente permanente de conflicto con Rusia, China y otros países que no se alinean con el imperio, de despilfarro de recursos para satisfacer la voracidad del complejo militar-industrial y de riesgo inminente de que sea la guerra y no el cambio climático la que termine con la vida en la tierra.