Fabiola Calvo Ocampo
@fabicalvoocampo
Las mujeres en Colombia tenemos conquistas que en algunos casos se han plasmado en leyes y en otros, en un cambio cultural lento que se traduce en relaciones de igualdad y respeto dentro de una minoría, una burbuja.
¿Qué pasa en la amorfa e híbrida sociedad? ¿Cuántos feminicidios hasta noviembre de 2021? Subrayo esta alarmante cifra: 525, según el Observatorio de Feminicidios en Colombia de la Red Feminista Antimilitarista, dato al que agregamos la muerte en Montería de Diana Herrera Mendoza, joven de 17 años con cinco meses de embarazo, de acuerdo a información de la familia.
Daniel Flores Ramos, novio de la víctima y presunto feminicida se encuentra en libertad. El 21 de noviembre, un hombre decide sobre la vida de una mujer, se sintió dueño de su cuerpo pues quería que abortara. Las mujeres tienen derecho a decidir sobre su cuerpo y a ejercer su autonomía. ¿Quién lo garantiza?
A ellas las asesinan, acosan sexualmente, son víctima de violencia sexual, violaciones en medio del conflicto armado y en las movilizaciones que iniciaron el 28 de abril de este 2021. ¿En qué van las investigaciones? Se nos debe información, pero ya tenemos una: están deteniendo y allanando las casas de a las defensoras y defensores de derechos humanos que participaron en el paro.
Subestiman su capacidad, reciben menos salario por igual trabajo, aumenta el número de madres cabeza de familia, su cuerpo sigue para muchos varones como un objeto sexual “yo tengo otra que está más buena/ y suerte es que te digo”.
Podemos seguir enumerando violencias: física, psicológica, económica, patrimonial, simbólica porque no es la violencia en singular, hablamos de violencias en plural que hombres mujeres debemos aprender a identificar en la vida cotidiana, en el uso de la imagen y la palabra, el lenguaje no verbal, los chistes y las canciones machistas.
Y ahora que llega diciembre no faltará que escuchemos y bailemos “dame tu mujer José/ dime cuando me la darás/ eres un hombre/sinvergüenza/ y me la tienes que pagar…/Cuando yo llegué del valle/ José a su casa me llevó/ y sin pensar en más detalles/ su mujer de mí se enamoró/ Ay Joselito recuerda el dinero que te di/ y en pago de ese dinero/ quiero a tu morena pa´mí”.
Esas letras se van al profundo hueco del inconsciente que si no se hace un proceso de reelaboración pasarán a convertirse en acciones ¿Qué tipo de acciones?. Las canciones cambian de ritmo, pero no de letra pues continua el dominio masculino, el androcentrismo, el patriarcado marcando su poder, dominio y violencia. Podemos repararlo en casi todas las canciones del folklor patrio y de otras latitudes.
Las violencias son generalizadas y normalizadas y se toman como hechos sin importancia si el morado o los golpes no están a la vista. El control del teléfono de la pareja, los gritos, el menosprecio, la humillación, la minimización, la difamación por redes sociales, coartar su libertad de expresión, de vestirse, llevar el cabello es violencia.
El mayor grado de violencia es el feminicidio, el asesinato de una mujer por su condición de mujer y que evidencia unas relaciones de poder que buscan imponer el miedo y la dependencia económica o emocional para mantener el dominio sobre ella.
En Colombia necesitamos además de leyes, presupuesto suficiente para hacer procesos de transformación cultural, no son suficientes la sensibilización y los talleres, necesitamos que el sistema educativo transverzalice el enfoque de género y los derechos de las mujeres en los programas y haga acompañamiento a todas las personas que participan en el proceso de enseñanza aprendizaje.
Urge que las instituciones incluyan formación para funcionarios y funcionarias, Comisarías de familia, políticas con los mismos enfoques, al igual que los protocolos internos y hacer una amplia difusión de las rutas que puedan seguir mujeres víctimas de violencias…Y que se cumplan.
Colofón: que un día digamos que ya no necesitamos más un 25 de noviembre, que de la agenda borremos Día internacional de la No violencia contra las mujeres.