domingo, enero 26, 2025
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Entre patriarcado, glamour y política

Una foto de Irene Vélez, ministra de Minas y Energía, junto a su colega María Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo de España, reventó las redes sociales porque la funcionaria colombiana atendió la diligencia en calzado deportivo. ¿Por qué un debate estético alteró de esa forma la esfera pública?

Redacción Mujeres

A pesar de la importancia del encuentro, la atención no giró alrededor de los temas de trabajo que surgieron entre la reunión de la ministra de Minas y Energía Irene Vélez con su colega María Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo de España, sino por los tenis que usó la alta funcionaria del gobierno colombiano. La polémica apareció porque, al ser esta una reunión de carácter oficial, este tipo de calzado no “debería” ser utilizado según las reglas de protocolo y etiqueta establecidos.

Los comentarios fueron a favor y en contra de la ministra Vélez, al punto de juzgar sus conocimientos en el sector solo por cómo iba vestida. En este caso varios usuarios en Twitter se refirieron a la presentación personal como un elemento clave de etiqueta y protocolo, donde algunos de los comentarios fueron: “Con este gobierno, se impuso la chabacanería y ordinariez, el protocolo y el respeto se acabó, vergonzoso”; “Comportamiento de funcionario público tendría que saber cuándo es traje de calle, etiqueta, trabajo, deporte. Claro que izquierdos, los del cambio, creen que es una forma rabiosa de hacer la diferencia, ¡Así atacamos el sistema!”; “El otro problema es que las mujeres todo lo vuelven problema de género y se les olvida hacer un análisis objetivo y de fondo, pero es más fácil estarse victimizando”.

Perspectiva de género

A raíz de la decisión de la ministra y el revuelo que causó en redes, salieron a relucir varios aspectos acerca de la mentalidad que algunos colombianos tienen acerca del uso del vestuario y, por supuesto, del rol de las mujeres en la sociedad y en la política. Cabe resaltar en primer lugar el machismo que aún sobresale, incluso desde la perspectiva de algunas mujeres, quienes consideran que lo fundamental para una mujer dentro de la esfera pública es conservar un estereotipo, vistiendo conforme a este.

La reflexión gira en torno al uso de ciertas prendas de vestir en los espacios que una mujer habita, en relación a esto la sociedad se da el permiso para juzgarla. No es lejano pensar que una de las respuestas más comunes cuando una mujer es agredida sexualmente es cuestionar cómo iba vestida.

Por otro lado, alejar la perspectiva de género en un debate que surge por la forma en que una mujer se presenta en un evento social es apenas desacertado. Alejar el origen de los códigos de etiqueta y protocolo establecidos en espacios específicamente diseñados para ciertas clases sociales, que históricamente han sido ocupados en su mayor parte por hombres, descontextualiza la discusión y evidencia el espectro conservador de los argumentos en contra de la ministra, partiendo de estos como un hecho aislado.

Estructuralmente la forma en que se tejen las conductas aceptadas por la sociedad, han sido permeadas por la visión patriarcal, consolidándose de la mano del clasismo que demuestra en muchas ocasiones el uso de accesorios o prendas de vestir por parte de las mujeres, no por el valor de estos objetos sino por lo que significan en una escala de lo que socialmente se supone deben usar si hacen parte de cierta clase social.

Orden social

Los códigos de etiqueta son normas de conducta que aparecen para regular los comportamientos de las personas en su interacción social. Si bien algunos de estos son mencionados desde la antigüedad, relacionados principalmente con principios básicos establecidos para evitar conflictos, estos fueron evolucionando y desde el Renacimiento se relacionaron con prácticas culturales, definidas como modales que, de acuerdo con el sociólogo Norbert Elias, persisten como una forma de mantener el orden social.

Considerando la transición hacia el Estado Absoluto, el sociólogo relaciona su propagación con el posicionamiento de la élite en el statu quo. Así, conforme el individuo interactúa en una red social haciendo uso de la etiqueta y los modales establecidos socialmente como correctos o no, es aceptado y tratado como tal. Menciona, por ejemplo, como estos estaban directamente relacionados con el estatus social en la corte de Inglaterra.

Las investigaciones de Alan Petersen y Deborah Lupton se refieren a este grupo de códigos como una delimitación social en cuanto a la clase y la identidad debido a que a través de estos aparece el autocontrol, permitiendo que el individuo se relacione con los demás de acuerdo a la forma en que monitorea su comportamiento para ser aceptado por quienes le observan.

La apariencia personal en Occidente se convierte en un elemento fundamental para determinar socialmente si una persona está capacitada para hacer parte de un espacio o no, tal como ocurre en las oficinas, por ejemplo, en las cuales se han establecido normas estrictas y no estrictas alrededor de la presentación personal y la vestimenta, al punto de influir en las contrataciones que se hacen en algunas empresas.

En ese orden de ideas, la etiqueta de vestuario es a la vez superficial y elemental en una sociedad guiada por preceptos conservadores, en los cuales implícita o explícitamente, hombres y mujeres deben cumplir con ciertas normas para ser “bien vistos” o “presentarse de acuerdo al cargo”.

Tradiciones

La formación en los colegios tradicionales es visiblemente una muestra clara de la orientación que se pretende dar a las personas, desde las normas de muchos manuales de convivencia que hacen énfasis en cómo se deben presentar los estudiantes a las instituciones educativas.

Algunas de las normas más comunes incluyen la restricción en el uso de los accesorios de modificación corporal como los piercings y para las niñas, específicamente, evitar el uso de maquillaje, teñirse el cabello de colores “no convencionales”, abstenerse de usar esmalte en las uñas e incluso, en algunas ocasiones, establecen cómo se deben peinar.

Los tacones y el uso que las mujeres les han dado a estos como parte cotidiana de sus accesorios son relativamente nuevos en comparación a su aparición como un tipo de zapatos. Los primeros vestigios de esta prenda datan del siglo X en Persia donde los hombres hacían uso de zapatos con tacón para asegurarse a los estribos de las sillas de montar caballo.

Dado que esta actividad no era accesible para todos, además de mostrar destreza y poder militar, los tacones fueron considerados un símbolo de riqueza para los hombres.

Reaparecen como tal en el reinado de Luis XIV en el Siglo XVII quien declaró que únicamente los miembros de clase noble podían usarlos como símbolo de distinción. Solamente después de la Revolución Francesa, se dieron los cambios en las consideraciones de moda para la clase burguesa ascendente en el poder, considerando los tacones como femeninos. A partir de ese momento su uso fue mayoritariamente dado por las mujeres y en algunas ocasiones por los hombres.

El cuestionamiento hacia el uso de las etiquetas y los protocolos por parte de quienes hacen parte del equipo de gobierno del actual presidente Gustavo Petro, permite ampliar las perspectivas de cómo la sociedad colombiana debe evolucionar hacia el libre desarrollo de la personalidad, desechar prácticas anticuadas y concentrarse en temas más importantes, como el estímulo del pensamiento crítico a través de un programa de educación integral y que garantice el acceso a toda la población.

Las prendas, al final del día, solo son elementos prácticos que no deberían servir para argumentos clasistas y banales

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