miércoles, febrero 12, 2025
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El socialismo y la emancipación de la mujer trabajadora

Las luchas identitarias han sido impulsadas por el capital financiero para fragmentar la organización popular y evitar la acción unitaria del proletariado. Se busca crear nichos de personas que se identifican por sus particularidades. Un ejemplo de ello es el feminismo liberal

Beatriz Guerrero
@laflormasroja

Las reivindicaciones identitarias han venido siendo promovidas por el capital financiero, para fragmentar la organización popular y evitar la acción unitaria del proletariado.

Con la promoción que hacen las fuerzas hegemónicas de las luchas identitarias, se busca crear nichos de personas que se identifican a partir de todas aquellas particularidades que los distinguen de sus congéneres explotados. De esta manera, han conseguido desarticular a un proletariado cada vez más pauperizado.

Emancipación de la clase obrera

Esto no es nuevo, pues solo basta ver coyunturas históricas como el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, cuando el movimiento obrero europeo, liderado por la socialdemocracia ─por aquel entonces una fuerza política que se reclamaba como revolucionaria─, sucumbió a la agitación nacionalista.

Las identidades nacionales quebraron la unidad proletaria y con ellas se logró movilizar a millones de trabajadores y trabajadoras en una confrontación que solo beneficiaría a la burguesía. Sin embargo, lo que resulta llamativo del fenómeno actual es que la promoción burguesa de las reivindicaciones identitarias ha logrado despojar de su carácter revolucionario a figuras icónicas de la lucha obrera por un mundo socialista, para que sean apropiadas por movimientos financiados por el capital trasnacional.

Esto ha pasado con las marxistas de principios del siglo XX, Rosa Luxemburgo, Clara Zetkin y, en menor medida, Alexandra Kollontai ─esta última menos llamativa para muchos de los grupos feministas actuales por su trayectoria bolchevique y su labor en la construcción del primer Estado socialista de la historia─.

Estas revolucionarias han venido siendo apropiadas por movimientos que han desplazado la lucha social transformadora, privilegiando en su lugar discusiones semánticas que pierden de vista un problema fundamental para ellas: que la explotación y sumisión de las mujeres solo se puede superar con la emancipación de la clase obrera.

Contra el feminismo liberal

Durante los primeros años del siglo pasado, en algunos países europeos se fueron formando movimientos autodenominados feministas, cuya principal demanda era la ampliación del voto censitario para mujeres. Clara Zetkin, en su texto Separación tajante, enfiló críticas contra este movimiento. La alemana planteó la distinción entre el feminismo, (Frauenrechtelei) que consideraba una expresión burguesa, y el movimiento de las mujeres proletarias. Zetkin consideraba que el feminismo, atado a la lucha por el sufragio, quitaba potencia a las luchas obreras femeninas, dado que se enfocaba en asociaciones de mujeres dedicadas a preservar los más altos valores de la familia.

Así, además de dejar la lucha femenina en la sumisión, el feminismo giraba en torno a la idea de integrar a la mujer burguesa a la política, sin quitarle su condición de clase. En contraposición, nos dice Zetkin: “el movimiento de trabajadoras alemán ha superado hace ya tiempo las prédicas feministas sobre la armonía de intereses. Toda organización consciente de mujeres proletarias sabe que dicha conexión implicaría una traición a sus principios”.

Al plantear la distinción entre feminismo y el movimiento de las mujeres proletarias, Zetkin apuntaba al hecho que la discusión real estaba permeada por la idea de emancipación de las clases, desde la perspectiva marxista revolucionaria. Así pues, las feministas “aspiran a conseguir las reformas en favor del sexo femenino en el marco de la sociedad burguesa, a través de una lucha entre los sexos y en contraste con los hombres de su propia clase, no cuestionan la existencia misma de dicha sociedad”, en tanto que las mujeres proletarias se esfuerzan “a través de una lucha de clase contra clase, en estrecha comunión de ideas y de armas con los hombres de su clase –los cuales reconocen plenamente su igualdad– por la eliminación de la sociedad burguesa en beneficio de todo el proletariado”.

El movimiento de mujeres proletarias

Las feministas sufragistas fueron también objetivo de las críticas de la revolucionaria Rosa Luxemburgo. Para la revolucionaria y cofundadora del Partido Comunista Alemán, llama la atención sobre la ironía de que la burguesía esté interesada en un voto femenino y para la concesión de la igualdad política.

Luxemburgo señalaba que las mujeres trabajadoras no tuvieron que esperar al despertar de las burguesas para avanzar en la lucha política y reivindicativa.

En El voto femenino y la lucha de clases, Luxemburgo afirmaba que “el extraordinario despertar político y sindical de las masas proletarias femeninas en los últimos quince años ha sido posible solo gracias a que las mujeres trabajadoras, a pesar de estar privadas de sus derechos, se interesaron vivamente por las luchas políticas y parlamentarias de su clase”. Es decir que, para Luxemburgo, igual que para Zetkin, la lucha de las mujeres tiene como horizonte la lucha de clases.

Esta perspectiva difería del feminismo, que consideraba la acción femenina únicamente como la expresión de la vinculación de la mujer por su género, percepción bastante superficial, dejando de lado la necesaria transformación de la sociedad para lograr la emancipación. En palabras de Zetkin, “el feminismo (Frauenrechtelei) burgués no es más que un movimiento de reforma, mientras que el movimiento de mujeres proletarias es y debe ser revolucionario”.

La revolución y la lucha femenina

La bolchevique Alexandra Kollontai insistía que en los factores económicos específicos se esconde la subordinación de la mujer, y su carácter emancipatorio solo podía ser posible en la lucha por la liberación de la clase oprimida.

En Los fundamentos sociales de la cuestión femenina, Kollontai planteaba que se debía dejar de lado a los estudiosos del feminismo, totalmente “absortos en el debate de la cuestión de la superioridad de un sexo sobre el otro”, para asumir la posición de “los seguidores del materialismo histórico”, quienes “aceptan plenamente las particularidades naturales de cada sexo y demandan solo que cada persona, sea hombre o mujer, tenga una oportunidad real para su más completa y libre autodeterminación”.

Debemos resaltar ese enfoque especialmente cuando entendemos que “los seguidores del materialismo histórico rechazan la existencia de una cuestión de la mujer específica separada de la cuestión social general de nuestros días”.

Hacia la reivindicación de la mujer

Como hemos resaltado, la lucha de la mujer proletaria es una lucha ligada estrechamente a la lucha de clases. Por ello, el día de la mujer supone también para las mujeres un examen riguroso de su condición de clase. La lucha de las mujeres obreras a lo largo de los años ha traído al debate el tema del coste de la vida, el seguro de maternidad, el trabajo infantil y la legislación para proteger a las trabajadoras.

Su participación en la acción política, como en los partidos obreros, pone de manifiesto que “las mujeres trabajadoras luchan por la causa común de la clase, mientras al mismo tiempo delinean y ponen en cuestión aquellas necesidades y sus demandas que les afectan más directamente como mujeres, amas de casa y madres. El partido apoya esas demandas y lucha por ellas… Estas necesidades de las mujeres trabajadoras son parte de la causa de los trabajadores como clase”, afirmaba Kollontai en su texto referente al Día de la Mujer.

Este día entonces refleja esa lucha, pero también llama a la unión de la clase trabajadora en su conjunto. El día de la mujer no solo es una cuestión de conmemoración, es un llamado para que otras mujeres se inspiren en la lucha de las trabajadoras obreras y simultáneamente luchen por la emancipación femenina.

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