El capitalismo es inhumano, mírese del ángulo que se quiera mirar. Explota al artista, al público, a los utileros, a la prensa… a todo el mundo. El creador de cultura se ve precisado a regalar su talento a cambio de tener acceso a un medio masivo de comunicación como es la televisión.
Nelson Lombana Silva
El pasado 1 de junio se filmó en la ciudad de Ibagué (Tolima) una edición más del famoso programa musical de la televisión colombiana que dirige el empresario leridense Jorge Barón durante décadas: “El show de las estrellas”.
El tigre –dice el adagio popular– no es como lo pintan. No llamó la atención del público tolimense el deslucido espectáculo; realmente la asistencia fue marginal, entre otras cosas por la incomodidad que implica estar más de 15 horas en pie grabando publicidad utilizando el público gratuitamente. “Somos idiotas útiles”, dijo un joven asistente medio entonado al filo de las 11 de la noche, mientras cantaba Darío Darío.
La cita estaba programada para las 9:30 am, pero comenzó pasada la una de la tarde, bajo un operativo policial férreo. Toldillos fueron habilitados a los lados de la vía pública y acordonado el polideportivo 14 de Octubre ubicado en el barrio Jordán II etapa. No era fácil el ingreso.
Llegamos puntuales y lo primero que observamos fue el escenario abarrotado de publicidad, los auxiliares entregando publicidad a granel de distintas marcas y los pocos que iban llegando buscando la mejor posición para ver el espectáculo atiborrado de publicidad.
Los artistas que buscan una primera oportunidad desde muy temprano merodeaban impacientes esperando su oportunidad de enfrentarse a las numerosas cámaras que habían sido instaladas.
El despliegue de cámaras, luces y demás para un espectáculo de esta naturaleza es ciertamente impresionante. Mucha gente moviéndose en cuadro de un lado para otro. “Tanta gente que trabaja –dijo un curioso– y uno solo es el que se lleva todos los honores”.
Los vendedores de chucherías más que ofrecer suplicaban que comprara sus productos a la poca gente reunida, especialmente joven y mujeres. No era para menos. Una señora que ofrecía papitas y plátano frito decía angustiada que le había tocado cancelar $120 mil pesos. “¿A quién le voy a vender?”, decía mirando en todas direcciones.
El capitalismo es inhumano, mírese del ángulo que se quiera mirar. Explota al artista, al público, a los utileros, a la prensa… a todo el mundo. El creador de cultura se ve precisado a regalar su talento a cambio de tener acceso a un medio masivo de comunicación como es la televisión. Es vergonzoso, diríase humillante.
El espectáculo es pobre. Mediocre. ¿Qué tiene de artístico hacer obligar al artista a colocar las posaderas públicamente para darle una vulgar patada? ¿Qué tiene de artístico obligar al público a saludar al estilo fascista para decir vamos por la paz? ¿Qué tiene de artístico una lluvia inacabable de pautas publicitarias? ¿Qué tiene de artístico obligar al artista a filmar gratis pautas publicitarias? ¿Qué tiene de artístico la repetición maquinal del mismo libreto? ¿Qué tienen de artístico los mismos artistas que cada ocho día se presentan en sitios nocturnos en la ciudad de Ibagué? ¿Qué tiene de artístico tirarle agua a la gente?
“Imaginaba cosas distintas”, dijo una joven mirando ensimismada el tablado. “En verdad –agregó– la televisión le hace ver a uno visiones”. Después de las ocho de la noche llegó el alcalde municipal Luis H. Rodríguez, seguramente con la esperanza de darse “su champú publicitario”, pero el tiro le salió por la culata, porque ni el señor Jorge Barón Televisión lo recibió, ni mucho menos el poco público presente. “Mírelo ahí aplastado –dijo una señora entrada en años– mientras las calles de la ciudad se llenan de huecos. Sinvergüenza, se merece es una rechifla”.
Todo ese desgano manifiesto lo contrarrestaba el presentador repitiendo como loro que la señal internacional iba para 60 países. ¿Será cierta tanta dicha? Es más: ¿De qué sirve que llegue la señal, si el televidente no le coloca atención, a excepción de los colombianos regados por todo el planeta? Es claro: La publicidad alienante vende cualquier tipo de cachivache.
Ni más, ni menos: Ese es el capitalismo neoliberal que tiene el poder de todo convertirlo en una vulgar mercancía. Esa es la realidad inexorable. “Entusiasmoooo…”