En diálogo con VOZ, el representante a la Cámara por Bogotá hace un balance del Gobierno nacional, la implementación del punto dos del Acuerdo de Paz y las posiciones del partido Comunes frente a la ruta unitaria que viene impulsando la convergencia progresista
Claudia Flórez – Óscar Sotelo
¿Cuál es el balance que ustedes hacen del Gobierno de Gustavo Petro?
-Varias opiniones. Es la primera experiencia de un Gobierno que no responde al Establecimiento, lo que ha ocasionado la furiosa reacción de los sectores oligárquicos que históricamente han detentado el poder. Lo segundo es que programáticamente se propone la modernización del país para superar un capitalismo deformado, contrahecho y dependiente. Finalmente, es la apertura que significó el Acuerdo de Paz. Es decir, lo firmado en 2016 no solo aportó al triunfo electoral, sino también fue un determinante para el levantamiento popular de 2019 y 2021. Estos hechos sin lugar a dudas no se hubiesen producido en un escenario de guerra como el que teníamos.
El balance, por lo tanto, del Gobierno de Gustavo Petro hay que hacerlo precisamente por lo que representa a muchos en este país, su programa, su discurso y su ideario versus esos sectores que se oponen de manera rotunda a que este país cambie.
Considerando que existen sectores muy fuertes que se oponen al cambio, nosotros evaluamos que ha sido positivo este año y medio de Gobierno. En medio de las dificultades, se han logrado implementar varias de las propuestas consignadas en el Plan Nacional de Desarrollo ‘Colombia potencia de la vida’. Además, se ha mantenido la gobernabilidad en medio de las dificultades que significa dirigir la institucionalidad.
Apertura democrática y reforma política
Uno de los puntos inconclusos del Acuerdo de Paz es el punto dos sobre reforma política y participación…
-La apertura democrática es decisiva porque garantiza la estabilización de una paz duradera. Desde las conversaciones de La Habana nuestra postura es que este país necesita una reforma política profunda para que todos los sectores de la sociedad colombiana puedan hacer política de acuerdo a sus quereres, reivindicaciones e ideas.
Por lo tanto, el espíritu del punto dos precisamente tiene que ver con ese elemento que para nosotros no es ni accesorio ni superficial, sino estructural: un régimen político nuevo, distinto y para la paz.
Sigue siendo un pendiente porque el Congreso de la República no le ha cumplido a la paz de Colombia. Lo que tenemos en este momento es un régimen basado en normas electorales que castigan a las fuerzas alternativas y no-hegemónicas dentro del escenario político.
¿Cuál es el diagnóstico que ustedes hacen del Pacto Histórico?
-Todas las fuerzas sociales que apostamos por un cambio necesitamos convocar. Esto no puede ser una coalición electoral únicamente de personerías jurídicas y letreros. Necesitamos que aquí lleguen los partidos, tienen un valor especial en la política, pero necesitamos que a esta convergencia lleguen también sectores sociales, personalidades, comunidades, la gente de a pie; todo el que considere que este espacio es el que debe ocupar para ayudar a jalonar los cambios y las transformaciones en el país.
Eso ha mejorado. Hoy tenemos un Pacto Histórico que se parece un poco más a lo que queremos, porque ha entendido la necesidad de construir unidad. Somos conscientes que el país necesita un mejor Pacto Histórico. Por eso trabajamos todos los días en esa dirección.
Un mejor Pacto Histórico
Todas las fuerzas están de acuerdo con una organización unitaria, pero el problema es la naturaleza del instrumento. ¿Cuál es la propuesta de Comunes?
-Esto debe ser un análisis objetivo, realista y científico. Yo estaría totalmente de acuerdo con un partido único. Pero el problema es cómo llegamos allá. Hoy no es posible hablar de esa propuesta porque es una forma superior de unidad que hoy no existe.
Nosotros no negamos la posibilidad de un partido que unifique a todas las fuerzas del país. Pero existe un ‘no’ racional. También hay que dejar claro que lo anterior no debe fracturarnos más. Por eso la ruta ha sido unificarnos y empezar a construir confianzas.
Un partido único puede ser un punto de llegada, pero no puede ser el punto de despegue. Por eso, en este debate sí estamos de acuerdo en que la mejor fórmula es una organización unitaria que acompañe al Gobierno del cambio y permita el triunfo en 2026. Es una necesidad del momento.
Pongámonos de acuerdo en la unidad de acción y en los elementos programáticos. Sí acompañamos al Gobierno del cambio en el Congreso y en la calle, en las luchas sociales y en la práctica de la lucha diaria, podremos avanzar en los objetivos estratégicos.
Una de las grandes dificultades que tiene el Pacto son las personerías jurídicas. ¿Cuál es la postura de Comunes frente a esta problemática?
-La ley electoral establece un límite de 15 por ciento para que distintas fuerzas puedan coaligarse. Pero la política y la ley pueden cambiar, no es un inamovible. El problema de las personerías jurídicas es ese, hay que disolverlas para participar en las próximas elecciones. En eso los comunistas somos claros, el problema de la unidad no es un problema táctico ni de coyuntura, sino de principios.
La discusión de eliminar esos obstáculos se mantiene en el Congreso y hay diversos sectores, incluso dentro del Pacto Histórico, que estamos dispuestos a dar la pelea. Es decir, no estamos de acuerdo con otras voces que consideran que la reforma política es un tema cerrado.
Ahora, un proceso de unidad que implique la disolución de personerías, va a ser un obstáculo insalvable para algunos partidos. Habrá colectividades que estén dispuestos a dar el paso, incluso ya, pero otros tendrán sus reservas. Si se diera ese proceso, llamándose partido, lo que en la práctica debería ser es una especie de frente, que seguramente sería un proceso de tendencias, caracterizado como una colectividad de fuerzas que mantienen a su interior un nivel de autonomía y actúan en el escenario partidario. Esa sería realmente la única fórmula que podría garantizar que algo así pudiese existir.
Ahora, nosotros no vamos a sacrificar la personería a cambio de nada y mucho menos disolvernos en una fuerza que no sabemos si va a tener una perspectiva estratégica. Si se encuentra una fórmula en la que pueda incluso garantizarse la permanencia de esa personería, pero que además posibilite al lado de otras fuerzas impulsar los cambios en este país, ahí estaremos nosotros sin lugar a dudas.
Argumentos y propuestas
¿Cuáles son los principales retos de la unidad?
-El objetivo es ponernos de acuerdo en cuáles son los cambios que queremos. La discusión que impulsamos es identificar los ejes que agrupan a las mayorías. Es decir, nadie está en contra de la modernización, de la inversión social, de la paz, de la implementación del Acuerdo, de la defensa de la naturaleza, de respetar los derechos del pueblo trabajador, de garantizar pensiones y dejar un sistema que reconozca a la salud como un derecho. Hay elementos que ya nos recogen a todos en medio de las diferencias.
Lo que nosotros decimos, un poco en el espíritu de lo que planteaba el padre Camilo Torres, agrupémonos en torno a lo que nos une y no convirtamos las diferencias en el eje de la relación política. Esto último es uno de los históricos vicios de la izquierda que queremos superar.
Pero no todas las fuerzas tienen el mismo horizonte estratégico…
-Claro. Existen diferencias en medio de la unidad. Los sectores revolucionarios en este país tenemos mucho que decir. Desde nuestra visión, no es una reforma cosmética del capitalismo la que va llevar a los cambios estructurales. Compartimos un programa democrático, pero tenemos una visión estratégica de largo plazo, donde la causa del socialismo tiene plena validez histórica. Por supuesto, no es una imposición, sino debates que estamos dispuestos a dar en una democracia avanzada. Lo importante ahora es hablarle al país con contundencia, con argumentos y con propuestas.