miércoles, enero 22, 2025
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El Plateado después de Perseo

El Gobierno nacional tiene el objetivo de recuperar el control en un punto estratégico en el cañón del río Micay. Sin embargo, las comunidades habitantes de este corregimiento insisten que la solución no es la bota militar. Análisis

Manuel Hernández Pedraza (*)

En la madrugada del 12 de octubre se desplegó en el corregimiento de El Plateado en Argelia, Cauca, la Operación Perseo ordenada por el presidente Gustavo Petro. Para muchos esta avanzada militar entierra la apuesta de la Paz Total en el departamento.

El presidente, como comandante general de las Fuerzas Militares, ha definido el enemigo y el accionar de las tropas. La Operación Perseo contó con más de mil unidades del Ejército, además de tanquetas y helicópteros, en un hecho poco novedoso para las personas que habitan esta zona históricamente en disputa.

La operación

La mediática operación tiene el objetivo de tomar por la fuerza un territorio considerado como la joya de la corona para el Frente Carlos Patiño del Bloque Occidental de las FARC, una de las estructuras militares más fuertes de la guerrilla liderada por Iván Losada o “Iván Mordisco”.

El Plateado es valorado por el Gobierno solo como una zona donde la guerrilla ejerce control territorial, fomenta y obliga a la población a cultivar coca, convirtiendo su situación geográfica privilegiada en un corredor para garantizar la rentabilidad de los negocios ilícitos que alimentan la máquina de guerra.

Para el ejecutivo, esta presencia guerrillera es producto de la generación espontánea y no de las condiciones materiales de la guerra y la injusticia social, de la imposibilidad de acceder a inversión y apoyo estatal, y del posicionamiento del cultivo de coca como única garantía de supervivencia para las familias campesinas.

Son varias las conclusiones que emergen de la Operación Perseo. La primera es que fue una maniobra militar bien planeada, pero que no contó con la población civil, con ese campesinado que equivocadamente es visto como un instrumento de la guerrilla y no como parte esencial de este territorio.

Lo segundo es la desconexión que existe entre Bogotá y los territorios. El viaje, al segundo día, de siete ministros y varios responsables de instituciones nacionales, dejó fotografías que evidencian esa distancia entre los funcionarios que vestían cascos y chalecos antibalas, y esa comunidad de personas humildes que resisten por la supervivencia.

Finalmente, una vez más se demuestra que en el país la guerra no se libra en las grandes ciudades, sino en pequeños corregimientos donde la ausencia del Estado ha permitido que actores armados tomen de facto el control del territorio.

Desconfianza de la comunidad

El movimiento social ha dicho que la presencia requerida del Estado no es la bota militar o la “Misión Cauca”, planeada y diseñada desde la capital de la República. En cambio, lo que se necesita son planes concertados con las comunidades, que respeten sus formas autónomas de organización y privilegien sus necesidades, para así evitar el abandono del campo y avanzar en la armonización entre producción y cuidado de la naturaleza.

El presidente Petro comete un error al señalar que las peticiones del movimiento campesino y las juntas de acción comunitarias son mensajes que replican lo pensado por “narcos” para modular las acciones en la zona.

Las comunidades en El Plateado lo que exigen es que se respeten los derechos humanos, no sean identificados como enemigos o “títeres” de los ilegales y no se obligue a la población civil en aceptar acciones militares en el castco urbano. Otra de las preocupaciones es que una vez se repliegue el Ejército, lo más seguro es que nuevos grupos armados ocupen el territorio y ejerzan su autoridad desde ora óptica.

Para la comunidad de Argelia y El Plateado no es la primera vez que existe un despliegue militar con anuncios rimbombantes de inversión. Eso explica la notable desconfianza de la comunidad ante este tipo de acciones militares, porque rememoran esas promesas incumplidas que paradójicamente se han traducido en mayor agudización del conflicto.

La Operación Perseo demuestra una vez más que la guerra no es el camino. Así no produzca réditos en redes sociales, el diálogo político debe ser privilegiado para así no traicionar las esperanzas depositadas por las comunidades más vulnerables.

Los retos en el Micay

Una política de paz para El Plateado debe identificar los principales retos. El primero es enfrentar seriamente el problema de los cultivos de coca. Al respecto, la política no debe ser erradicación de manera forzada y de espaldas al campesinado, sino implementar un plan de sustitución de economías ilegalizadas que implique también inversión en carreteras terciarias, acopio de cosechas y fomento de cooperativas de cultivadores.

En segunda instancia, es fundamental avanzar en educación y salud. Esto significa centros de estudios que no solo sean ladrillos apiñados y pupitres lustrosos; buena alimentación para la niñez del Micay; condiciones de seguridad para el profesorado; personal de salud que no sea empleado con contratos basura y que cuente con infraestructura adecuada para garantizar su ejercicio profesional; entre otras necesidades.

Lo tercero es que la transformación del territorio implica cambio en la posesión de la tierra. La Ley 2 de 1959 determinó que una gran parte del territorio caucano está catalogado como Zona de Reserva Forestal, lo que configura un enorme reto que solo puede acordarse y solucionarse con las comunidades.

Y, por último, está el rechazo que la población ha dado al proyecto de la hidroeléctrica Arrieros del Micay. Se equivoca el Gobierno nacional si considera que esta iniciativa será la punta de lanza y el motor de la avanzada gubernamental en el territorio.

El movimiento social del Cauca exige al presidente Petro cumplir con el mandato popular, en especial, con las comunidades que habitan el Cañón del Micay. Que vaya a El Plateado y conozca las exigencias de un pueblo digno que guarda la esperanza de vivir en paz y en armonía con su territorio.

(*) Militante del Partido Comunista Colombiano, Regional Cauca-Red de Derechos Humanos ‘Francisco Isaías Cifuentes’

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