Los peregrinos y los colonizadores que llegaron después, pronto se olvidaron de la acción de los indígenas que les ayudó a subsistir en estas tierras. No obstante, hasta el día de hoy, dan gracias a Dios nuestro señor.

Juan Evangelista Duque
Y sucedió que después de atravesar el Atlántico en un pequeño barco llamado Flor de mayo (Mayflower), y después de grandes dificultades en la navegación, arribaron los peregrinos ingleses a tierras para ellos desconocidas, a lo que hoy se conoce como Plymouth en el estado de Massachusetts. Era el año de 1621. Allí, los sorprendió un crudo invierno, algo que nunca habían experimentado. Para abrigarse del intenso frío, de los fuertes vientos y las nevadas, decidieron permanecer dentro del barco. Desafortunadamente, se les agotó el abastecimiento que traían desde Inglaterra; les agobió el hambre y las enfermedades, el escorbuto entre otras. Cerca de la mitad de la tripulación falleció.
Los sobrevivientes, eventualmente abandonaron el barco sin saber qué les esperaba. Pero al pisar tierra firme, tuvieron la suerte de encontrarse con la noble gracia de los indígenas; éstos los acogieron, les dieron a conocer el terreno, les enseñaron a cazar aves silvestres, a pescar anguilas, a sembrar el maíz, a horadar el tallo del arce para extraer su miel y a distinguir las plantas venenosas de las comestibles. Un año más tarde, los indígenas cazaron varios venados para compartirlos y celebrar con los recién llegados. En aquel venturoso día, aunque relegado ahora al olvido, se saciaron los peregrinos en compañía de los indígenas. Tuvo lugar así, el primer día de acción de gracias que actualmente se celebra todos los años en Estados Unidos el último jueves del mes de noviembre, comiendo pavo asado y otros alimentos de hoy en día; pero en aquel entonces se realizó con un festín preparado con los ingredientes, condimentos y métodos culinarios indígenas.
Los peregrinos y los colonizadores que llegaron después, pronto se olvidaron de la acción de los indígenas que les ayudó a subsistir en estas tierras. No obstante, hasta el día de hoy, dan gracias a Dios nuestro señor. Aseguran obstinadamente que Dios se apiadó de los peregrinos a través de los indígenas. Según dicen, los indígenas sólo sirvieron de instrumento divino para salvar la vida de los peregrinos. Así que las gracias se dan a Dios; a los indígenas, nada que agradecerles. Esta idea, de tinte racista, se afianzó aún más entre los colonizadores después de algunos años, cuando se dañaron las relaciones entre las dos razas. Los colonos fascinados ante las riquezas del continente habían emprendido una guerra de exterminio contra los aborígenes, pues ahora veían en ellos un obstáculo para adueñarse de las tierras y los recursos naturales.