sábado, julio 27, 2024
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El malestar en la economía

El crecimiento del producto logrado se fundamenta en una precaria producción material, aunada a transacciones entre diferentes sectores y dentro de cada uno de ellos, que generan remuneraciones al trabajo y utilidades al capital con las cuales se cuantifica el valor agregado, dando la ilusión de un mayor crecimiento

Carlos Fernández

Y llegó el esperado dato sobre la marcha de la economía en el año de la reactivación. El 15 de febrero, el DANE informó que el producto interno bruto (PIB) del país había crecido en 10,6% en 2021, comparado con el año 2020. Automáticamente, comenzó a sonar la fanfarria duquista acerca del éxito de la política desarrollada por este gobierno para sacar a la economía de la postración en que ya estaba cayendo desde antes de la pandemia y que ésta agravó de manera drástica.

Pero hasta comentaristas afines al gobierno han analizado con prudencia los nuevos datos, señalando que no hay motivo para tanto optimismo, toda vez que no basta el crecimiento de un solo indicador para cantar victoria.

La situación de conjunto

El supuesto buen resultado obtenido se presenta al mismo tiempo que se mantienen elevados niveles de desempleo (10,8% de la fuerza de trabajo, al finalizar 2021). Respecto a la situación de pre-pandemia, todavía no se recuperan 800 mil puestos de trabajo. Además, antes de la irrupción del covid, 88,9% de las familias colombianas comían (o mal comían) tres veces al día; a fines de diciembre del año pasado, esta cifra bajó estrepitosamente al 69,1%.

La euforia oficial está marcada por la noción desarrollista de que, si el producto crece, las cosas van bien. Pues bien, en 2021, el PIB creció 2,8% respecto a 2019 y, claro, es positivo haber recuperado los niveles de actividad económica que se traían, pero, como en 2019 estábamos mal, haber crecido sólo 2,8% no es un buen resultado, al menos desde esa misma perspectiva desarrollista. Además, la riqueza generada en el país -expresada en un pobre indicador como el PIB- es baja respecto a naciones similares, crece muy lentamente y, sobre todo, está distribuida de manera muy desigual.

Los sectores que impulsaron el crecimiento

Desde el punto de vista de la producción, o sea, de la oferta, tres sectores económicos son los principales aportantes al crecimiento observado entre 2021 y 2020.

En primer lugar, encabeza el aporte al producto el denominado por el DANE con el larguísimo nombre de sector de actividades artísticas, de entretenimiento y recreación y otras actividades de servicios; actividades de los hogares individuales en calidad de empleadores; actividades no diferenciadas de los hogares individuales como productores de bienes y servicios para uso propio. El conjunto de este sector creció en 2021, respecto a 2020, en 33,0% (luego de un resultado negativo de menos 11,4% entre 2020 y 2019).

Al diferenciar por subsectores, se encuentra que las actividades artísticas son las que más crecen (38,6%), en tanto que las de los hogares individuales como empleadores y como productores de bienes y servicios para uso propio lo hacen apenas en 10,7%. Entre 2021 y 2019, este último subsector disminuyó su actividad en menos 18,2%, es decir, que aún no se recuperan los niveles pre-pandemia de las actividades de los hogares de producción no mercantil que permiten a las familias complementar su actividad laboral mercantil con las de consumo propio para sobrevivir.

El segundo sector que más aportó al cacareado mayor crecimiento de la economía en largos lustros fue el del comercio, reparaciones de vehículos, transporte y alojamiento, con un valor agregado que, en 2021, superó en 21,2% al obtenido en 2020. Se destaca en este resultado el hecho de que el subsector de alojamiento y servicios de comida creció 59,7%, mientras el sector propiamente hablando de comercio al por mayor y al por menor sólo creció en 10,9%.

En conjunto, este sector, que da cuenta de la mayor generación de empleo y que abarca actividades tanto formales como informales, apenas alcanzó, en 2021, una elevación de 4,6% en relación con el 2019. Esto puede explicar el retraso en la no recuperación de buena parte de los puestos de trabajo a que aludíamos más arriba, ya que se trata de un sector que da cuenta de una parte importante en las variaciones coyunturales del empleo en el país.

El tercer sector que mostró un comportamiento positivo importante en el resultado económico fue la industria manufacturera, que presenta en 2021 un crecimiento de 16,4% respecto a 2020 y de 5% entre 2021 y 2019. Parecería que el sector, que, junto con la agricultura y los otros sectores de producción material que generan la verdadera riqueza de un país, hubiera alcanzado un nivel de actividad adecuado a las necesidades de la sociedad.

Este crecimiento, sin una recuperación adecuada del empleo pre-covid, significa una elevación en los niveles de explotación del trabajo asalariado, toda vez que se está logrando una mayor producción con un menor número de trabajadores.

¿De dónde se obtiene el crecimiento logrado?

El crecimiento en el consumo de los hogares (14,6%) explica en buena parte el incremento del valor del PIB entre 2021 y 2020. Fue superior al incremento en el consumo del gobierno (12,1%) y mucho mayor al crecimiento de la inversión (9,9%). Las remesas del éxodo colombiano (equivalentes a 4,6% del PIB) permitieron a los hogares presentar este comportamiento. Si no fuera por la exportación de fuerza de trabajo que hace el sistema socio-político colombiano, la contracción de la economía colombiana sería inevitable y Duque no estaría haciendo alharaca con el crecimiento del PIB observado. Tan es así, que la inversión es todavía inferior en más del 12% a la que se presentó al finalizar 2019.

En efecto, la llamada reactivación no ha logrado que la inversión se recupere plenamente. El crecimiento del producto logrado se fundamenta en una precaria producción material aunada a transacciones entre unos sectores con otros y dentro de cada sector, que generan remuneraciones al trabajo y al capital con las cuales se cuantifica el valor agregado, dando la ilusión de un mayor crecimiento.

El comercio exterior es una fuente de desangre del producto, en la medida en que ha alcanzado niveles cada vez más insostenibles: 21.000 millones de dólares de déficit en la balanza comercial, equivalentes a un 9,6% del PIB. Mientras las importaciones ya alcanzaron el nivel observado en 2019, las exportaciones son inferiores en casi 12% a las que se efectuaron en dicho año. Esto representa una presión importante sobre los niveles de endeudamiento, afectados ya por los créditos adquiridos para financiar los timoratos programas de gasto fiscal dedicados a aliviar el efecto de la pandemia.

Ante este panorama, cabe preguntarle a Duque: ¿de qué nos hablas, viejo?

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