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El jazz a la izquierda del dial

A propósito del día internacional de este género musical que será el 30 de abril, VOZ rememora la historia del free jazz, estilo política y radicalmente negro, así como del primer álbum jazzístico de canciones políticas por la libertad y la justicia social

Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos

En política, el jazz siempre ha estado a la izquierda del dial. Si bien en la Guerra Fría el imperialismo estadounidense usó la estructura libre e improvisada del género musical para equiparar la supuesta libertad del capitalismo en contraposición al comunismo, la estratagema no pudo vaciar el natural contenido rebelde del jazz.

Desde su génesis en el sur de los Estados Unidos finalizando el siglo XIX y su expansión global en el siglo XX, el jazz canalizó el grito de libertad que emergía en los pueblos negros que sufrían el racismo estructural de una sociedad segregada.

Consolidación y declive

Como expresión de la población negra estadounidense, el jazz migró al norte. Su rápido posicionamiento en los clubes nocturnos ubicados en los tugurios neoyorkinos y la lenta pero exitosa llegada a los salones de baile donde acudían las poderosas clases dominantes, fueron expandiendo los sonidos y consolidando su prestigio.

Durante unos largos cincuenta años, que significaron muchas variaciones de estilos, instalaron al género musical como una manifestación cultural genuina de los Estados Unidos. Sin embargo, finalizando los años cincuenta existieron cambios socioeconómicos, políticos y culturales que fueron delineando a las nuevas vanguardias jazzísticas.

El fin del milagro económico postguerra, el impacto de la Revolución Cubana y las tensiones en el Sudeste Asiático que derivaron en la Guerra de Vietnam, coincidieron con la emergencia triunfante del rock and roll y el paulatino declive del be-bop y el cool. Lo anterior no solo significó un desplazamiento de prioridad en la industria musical, sino también un envejecimiento del público fanático al jazz.

El free jazz

Paradójicamente la respuesta rompió con la tradición comercial y la complacencia social, especialmente con las burguesías blancas. Si bien hasta el decenio de 1960, las mujeres y hombres del jazz habían establecido una serie de vínculos entre la experimentación y la consciencia política, con gran influencia de la izquierda comunista y liberal del new deal, solo fue hasta la segunda mitad del siglo XX que existió una radicalización de la música.

A ese estilo “radicalmente y políticamente negro”, como lo caracterizaría el crítico Whitney Balliett, se le conoció como free jazz. El álbum The Shape of Jazz Come (1959) del saxofonista Ornette Coleman se convirtió en pionero. Mientras que el saxofonista John Coltrane grabó Ascension (1965) y el trompetista Miles Davis sacó Miles Smiles (1967), como una adhesión de los grandes exponentes al movimiento. Y como todas las vanguardias, rechazó el éxito.

El telón ideológico de fondo del free jazz era la lucha por los derechos civiles del pueblo negro estadounidense, la emergencia del black power y en algunos casos apoyo económico al partido marxista-leninista Pantera Negra. Y como expresión musical enfocada en la improvisación pura, dejó de ser más estadounidense para ser más cosmopolita, incorporando sonidos europeos, latinoamericanos y asiáticos.

Un manifiesto

En el cuarteto de Ornette Coleman que también grabó el álbum demencial Free Jazz: A Collective Improvisation (1961), se encontraba el contrabajista blanco Charlie Haden.

Nacido en Shenandoah, Iowa, Haden desde muy pequeño se interesó en el género musical y adolescente viajó a Los Ángeles para unirse a la agrupación de Art Pepper, exponente del cool.

Gracias a su fama por ser parte integrante del free jazz, lanzó su primer trabajo solista. El disco se llamó Liberation Music Orchestra (1969), un año después del convulso 1968, recordado por las movilizaciones del Mayo Francés, la primavera de Praga y la masacre de Tlatelolco en México.

Liberation fue una declaración política en contra de la guerra de Vietnam, pero también un homenaje en clave de jazz a la revolución, a los himnos republicanos de la guerra civil española, a la figura del guerrillero cubano-argentino Ernesto ‘Che’ Guevara y a la canción folk protesta We shall overcome (conocida en español como Venceremos).

Junto a la teclista, saxofonista, cantante y arreglista Carla Bley, Liberation se transformó en el primer álbum jazz de canciones políticas. “Fue concebido cuando Nixon bombardeaba Camboya”, dijo Haden, mucho antes que la disquera Impulse se negara inicialmente en publicarlo, para después hacerlo sin publicidad ni difusión.

Su caratula es una protesta. Con una pancarta que lleva el nombre del disco, los trece músicos salen del estudio y recrean un mitin. Y la improvisación, característica del trabajo discográfico, también pasa al plano de lo visual.

Para los oídos del siglo XXI, Liberation es un álbum difícil de escuchar. El lenguaje musical es una compleja combinación de los sonidos característicos del free jazz con grabaciones antiguas y combativas. Lejos del perfume complaciente de la industria, es un manifiesto musical de principios por la libertad y la justicia social.

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