Finalizó la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, COP 16, con un balance agridulce. Mientras el Gobierno nacional logró subir el perfil de la biodiversidad y hacer del evento un espacio de la gente, la negociación vuelve a dejar claroscuros en la protección global de la naturaleza
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Concluyó en Cali la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad, COP 16. Para Colombia como país anfitrión, el evento tuvo un rotundo éxito y produjo impactos sin precedentes en la agenda nacional e internacional sobre el cuidado y la protección de la naturaleza.
Sin embargo, de acuerdo a las valoraciones hechas por defensores del medio ambiente e integrantes del movimiento social, los balances son más negativos que positivos. ¿Por qué?
Paz con la naturaleza
Sin lugar a dudas, el Gobierno colombiano cumplió con la agenda que se propuso. El primer punto fue que la COP se consolidara como un espacio de la gente. Según cifras oficiales, en la Zona Verde participaron cerca de 900 mil personas cuando se proyectaba tan solo 150 mil visitantes.
“Por primera vez se permitió una gran participación de muchos sectores sociales. Pero no solo fue en la Zona Verde, sino también en la Zona Azul donde estábamos campesinos, pueblos indígenas y comunidades negras, permitiendo un importante intercambio de experiencias”, comenta Nury Martínez, presidenta de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria, Fensuagro.
El segundo objetivo fue elevar el perfil de la biodiversidad frente a la descarbonización y el cambio climático. “Al presidir el evento, el Gobierno mostró suficiencia en la gestión de la agenda y los debates. Pero también garantizó el funcionamiento y seguridad de la conferencia. La presencia de jefes de Estado, cancilleres, ministras y ministros de Ambiente subió considerablemente el nivel político de la COP”, analiza el politólogo y ambientalista Manuel Pontón.
Finalmente, el ejecutivo recibió un fuerte respaldo internacional a la Coalición Mundial por la Paz con la Naturaleza, iniciativa que promueve acciones concretas para proteger la biodiversidad y la restauración de los ecosistemas, el fomento de la justicia social y el protagonismo de las comunidades locales en la defensa del medio ambiente.
Los tentáculos del capital
Aun así, como se dice en el argot popular, de los gozosos pasamos a los dolorosos. Porque el hecho que el balance para el país y su Gobierno nacional sea altamente positivo, no es similar frente a las decisiones que se tomaron en la conferencia internacional.
“Esta COP 16 tenía dos objetivos que no se cumplieron. El primero era entregar el informe por país de la biodiversidad que se tiene en cada territorio nacional y el segundo era hacer seguimiento a los compromisos adquiridos en el Marco Mundial de Biodiversidad Kunming-Montreal”, anota Pontón.
Sobre el primer punto, tan solo 35 países presentaron sus planes de acción de biodiversidad. “Esto significa que 150 países no saben científicamente lo que deben proteger. Además, ningún informe es del todo completo”, advierte el ingeniero químico y líder ambientalista, Herman Martínez.
Para el también exdirector del Jardín Botánico de Bogotá, esta situación fue desventajosa en la negociación sobre el conocimiento de la genética: “Es muy difícil salvaguardar la biodiversidad cuando muchos países no tienen científicos y están sometidos a la piratería de las multinacionales”.
Sobre el segundo punto, no se cumple con la meta de asegurar 200 mil millones de dólares para proteger la biodiversidad. No obstante, la presidencia de la COP 16 ha planteado como logro el llamado Fondo de Cali, un mecanismo mundial para recaudar dinero, hacer justicia con las ganancias de la información genética y acabar con la biopiratería.
“Ese robo de información ha sido utilizado para la industria farmacéutica y el desarrollo de nuevos alimentos. Aunque no hay un monto claro por asignar en el Fondo de Cali, se habla de un billón de dólares anuales, se trata de un porcentaje muy bajo con relación a la utilidad del robo. La conclusión es que la biodiversidad se sigue explotando por un principio de reproducción de capital”, anota Martínez.
Protección de la naturaleza y los ecosistemas
La COP 16 también ha anunciado la creación de un órgano subsidiario permanente para los pueblos indígenas y comunidades locales, donde también se reconoce el papel de los pueblos afrodescendientes en la custodia de la biodiversidad. Pero este organismo también tiene críticas.
“Nosotras queríamos que el campesinado se reconociera dentro de las comunidades locales de ese órgano subsidiario. Sustentamos nuestra propuesta con la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Campesinado, pero lastimosamente no fue posible”, explica la presidenta de Fensuagro.
Sin embargo, Nury Martínez reconoce que la inclusión de las comunidades negras como protectores de la naturaleza y los ecosistemas, es un importante avance para el país: “Muchas exigencias no se pudieron ganar, pero el balance es que fue una COP donde los pueblos pudimos participar”.
El jaguar y la flor eterna
El próximo 29 de noviembre se conmemora el Día Internacional del Jaguar, único félido del género Phantera que habita el continente americano. Esta fecha fue proclamada por la COP 14 y busca proteger al superdepredador hoy amenazado por la deforestación, la fragmentación de su hábitat, la caza furtiva y el comercio ilegal de sus partes.
No es gratuito que el jaguar, junto con la Flor de Inírida (inspiración del logo oficial), se convirtieran en los referentes visuales de la COP 16, porque simbolizan el diagnóstico de deterioro de la diversidad biológica a un ritmo sin precedentes, donde cerca del 25 por ciento de las especies de grupos animales y plantas evaluados están en peligro de extinción.
“Los Estados, el gran capital y las industrias más contaminantes, como partes, tienen suficiente conocimiento de la crisis que estamos experimentando y las duras consecuencias futuras, pero no van a cambiar su forma de acumular. Pocos disfrutan los beneficios del deterioro ambiental mientras la humanidad entera sufre sus consecuencias”, concluye Pontón.
Por ello el posicionamiento del felino y la flor eterna como los símbolos de una necesidad urgente: restaurar y conservar la biodiversidad implica cohabitar armónicamente con los ecosistemas.
El debate que deja la COP 16 sigue abierto e invita a persistir en la construcción de alternativas radicales que hagan efectiva la poderosa consigna de Paz con la Naturaleza.