El drama de un trabajador excluido por el modelo económico y víctima de prestamistas usureros, que espera una oportunidad en este Gobierno
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@aurelianolatino
A las once y treinta de la mañana del 8 de febrero, Martín Rodríguez* entró en la sucursal del Banco Agrario, en la calle 72 con carrera 11, en Bogotá. Luego de esperar veinticinco minutos con el turno W-11, fue atendido por una asesora, quien le confirmó lo que de antemano creía.
─Buenos días, sumercé, es que vengo a averiguar por los créditos para trabajadores informales.
─Ah, un microcrédito. Pero en esta oficina no manejamos eso. Le toca ir a la del Restrepo o a Paloquemao.
─Pero venimos de la sede de la 13 con 62 porque nos dijeron que ellos no manejaban eso, que viniéramos aquí. ¿Usted me puede decir cómo es?
─Pues, creo que prestan entre tres y cinco millones.
─Y qué condiciones piden.
─Lo que pide cualquier banco para un crédito, no estar reportado en ninguna central de riesgo.
─No. Yo estoy reportado en Serlefin desde hace diez años por una tarjeta del Éxito, por cuatrocientos mil pesos. ¿No se supone que si esto es para ayudar a los informales no deben exigir eso? Porque todos los vendedores ambulantes estamos reportados, por eso no nos prestan los bancos y nos toca acudir a los gota a gota.
─No señor, son las mismas condiciones para cualquier crédito. Sáquelo a nombre de su esposa, o vaya a las sucursales que le dije y allá le dan la información exacta.
─Mi esposa también está reportada. Gracias.
Créditos populares
A las doce y cuarto, con cierta frustración, Martín esperaba un taxi sobre la calle 72 para regresar a su puesto de trabajo en Teusaquillo, donde lo esperaba su esposa. En el trayecto, recibió dos mensajes de texto de la entidad que cobra la cartera de la cadena de almacenes, en los que una abogada le advertía que pagara para no ser embargado. Comenta que así es todo el tiempo, que eso lo desespera más y que lo han llamado a media noche y hasta a sus familiares.
Los créditos por los que aún averigua Martín son los que anunció el Banco Agrario a inicios de febrero, cuando entregó 533 por $1.740 millones para impulsar la economía popular, en una jornada desarrollada de manera simultánea en Santa Marta, Magdalena; Tumaco, Nariño; Tibú, Norte de Santander; Cartagena, Bolívar; Pereira, Risaralda; La Argentina, Huila; Puerto Escondido, Córdoba; Sogamoso, Boyacá; Jambaló, Cauca y Pacho, Cundinamarca.
La familia de este trabajador está compuesta por su esposa y dos hijos. Una niña de once años y un joven de veintiuno, quien ya se independizó con su compañera sentimental.
Desde hace veinticinco años, Martín trabaja en la calle cuidando carros y con un puesto de dulces, cigarrillos, gaseosas, empanadas y jugos. O como él lo denomina, “trabajador informal”.
Dice que esa clase de negocio tiene ventajas y desventajas porque no se cumple horario, pero tampoco tiene prestaciones. No obstante, su jornada laboral supera las ocho horas diarias: “Es mucho más larga porque nosotros llegamos aquí a las cinco de la mañana y nos vamos tipo seis o siete de la noche, de lunes a viernes. El día sábado venimos por ahí de seis y treinta hasta las dos de la tarde”.
Obligado por la necesidad
Para llegar al puesto debe atravesar media ciudad, con la tortura que implica estar horas en un Transmilenio. Las utilidades del negocio apenas les permiten subsistir. Comenta que pueden ser alrededor de tres millones de pesos mensuales: “Obviamente de ahí hay que sacar todos los gastos que nosotros generamos como arriendo, el colegio de la niña, bueno, alimentación, servicios, vestido. Esto siempre ha sido sacrificado y es un poco duro y más después de la pandemia”.
Trabaja en una zona de oficinas y bancos, que en el aislamiento por covid-19 enviaron a sus funcionarios a laborar desde sus casas, lo que causó una reducción en el flujo de sus compradores y un bajonazo en las ventas. Situación de la que no se ha recuperado totalmente.
Por necesidad, tuvo que valerse de los préstamos conocidos como gota a gota, lo que se ha convertido en un karma del que no se puede deshacer. “La situación genera estrés, tensión porque uno no puede dormir tranquilo, y pues… nadie vino a buscarme, uno acude a ellos. Uno muchas veces quisiera salir de eso, pero no es posible. Llevo más o menos quince años metido en este círculo vicioso”.
Describe el problema: “Digamos que uno está pagando un préstamo y llega a la mitad del mes, y uno no tiene para pagar el arriendo porque está trabajando para cubrir las cuotas, entonces, tiene que renovar el crédito y termina pagando los intereses de un mes en quince días. Pago más o menos 450 mil al mes”.
Mínimos intereses
En su pronunciamiento, el presidente del Banco Agrario, Hernando Chica Zuccardi, indicó que para créditos de economía popular han desembolsado más de $260.000 millones: “Esta iniciativa del Gobierno del Cambio es para la gente, para creer en los proyectos productivos, el emprendimiento y las personas de la economía popular de Colombia. Es para construir historia crediticia, para acceder a créditos con las mejores condiciones y con opciones reales de financiamiento por fuera del crédito informal y del gota a gota”. Agregó que, con estas líneas crediticias, por un millón de pesos, solo se pagaría entre diez mil o veinte mil de intereses al mes.
No poderse liberar de los préstamos gota a gota, los gastos del hogar y el constante acoso de Serlefín han desesperado tanto a Martín que lo han puesto a pensar en el suicidio: “Saber que llego aquí tipo cinco de la mañana a trabajar para los demás es desastroso”.
Revela que su situación es similar a la de miles de vendedores informales, por lo que solicita una ayuda del Gobierno, con muchos más créditos para ellos, para poder salir de los agiotistas: “Si uno puede pagar ochenta mil diarios por un millón, ¿cómo no va a poder pagar diez mil o veinte mil mensualmente?”.
A la espera de una oportunidad
El programa del Banco Agrario, denominado CREO, es en beneficio de pequeños productores de bajos ingresos de las categorías A, B o C del Sisbén, que no hayan tenido crédito con ninguna entidad del sistema financiero formal en los últimos cuatro años, ni cuenten con operaciones vigentes en el mismo periodo, informó esta entidad.
Este vendedor ambulante, como muchos otros, tiene confianza en que las cosas mejoren, la economía lo favorezca y el Gobierno, al que le apostó y aún defiende en discusiones con algunos de sus clientes, no los deje solos.
Que haya miles de microcréditos para Bogotá, pero sin que exijan no estar reportados: “Mi esposa lloró de la alegría el día que eligieron a Petro, festejó como si hubiera quedado campeón mundial, porque nosotros queremos un cambio. Yo sé que apenas está comenzando y sé que las cosas van a marchar bien. Pero en mi caso, no sé qué tanto tiempo tenga para no desesperarme, porque como le digo, la situación que estoy viviendo es muy difícil y, como yo, mucha gente también está al borde del suicidio por el karma del gota a gota”.
*El nombre se cambió a petición del entrevistado.