En la reciente cumbre, Brasil se manifestó contraria a que Venezuela y Nicaragua fueran invitados a participar en el bloque, con el argumento de “disminuir la visión negativa de los BRICS como desafiadores del orden mundial”
Pietro Lora Alarcón
Naturalmente, la decisión repercute en los horizontes de cooperación y en el relacionamiento político, que hoy necesita ser lo más afinado posible, en perspectiva de una integración regional para la paz y el crecimiento económico, con impacto directo en la vida de nuestros pueblos.
Decir que los BRICS no son actualmente una oposición a la estructura hegemónica de poder, construida al final de la Segunda Guerra para ofrecer seguridad al dominio del gran capital, es desconocer el diseño actual de las relaciones internacionales. Suena a visión puritana o mera retórica.
Ir más a fondo
Es necesario considerar que los parámetros básicos de las políticas externas de cada Estado también constituyen una proyección de los intereses de las clases, tanto en el orden nacional como en el global. Alrededor de esos intereses hay un conjunto de condiciones económicas, militares, ideológicas, culturales, religiosas y de muchas otras órdenes. Es allí donde deben enfocarse los análisis e intentar encontrar explicaciones.
No hay duda que el bloque fundado en el 2009, a partir de una iniciativa de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ingresando Egipto, Etiopia, Irán, los Emiratos Árabes y Arabia Saudita, además de los pedidos de adhesión de Cuba y otros países, se torna un protagonista internacional donde coexisten intereses que deben ser consensuados para un contrapeso eficiente al G7.
Son numerosas las presiones de EUA para impedir más adhesiones y contener el liderazgo de Rusia y China. En Brasil, país que recibirá la cúpula del G20 en noviembre, la derecha reclama que los BRICS no sean una prioridad porque el país se tornó “un extraño en el nido”, puesto que carece de condiciones para oponerse, en palabras de sus voceros, a la “agresión imperial a Ucrania” siendo obligado a tomar decisiones hostiles al orden mundial, con consecuencias impredecibles.
Bloque heterogéneo y en expansión
La verdad es que los BRICS, en un momento de crisis sistémica, donde la concentración de riqueza aumentó en 114%, las catástrofes ambientales afectan la seguridad humana y la ONU es incapaz de construir salidas políticas a los graves atentados contra los derechos de los pueblos, se posicionan como un bloque heterogéneo y en expansión, que dificulta la trayectoria del orden global imperial.
No se espera que se constituyan en la matriz de levantamientos populares contra el sistema internacional, pero los fundamentos que orientan su acción tocan todos los ámbitos de la gobernabilidad global, es decir, los binomios política-seguridad, economía-finanzas y comunicación-bienestar.
Desde luego, en la medida en que el bloque se amplía, aumentan los recursos y, sobre todo, crece el diálogo entre sus fundadores y socios por fuera del predominio del G7, pueden germinar formas de enfrentar el poder del capital, y esto sí repercute directamente en la lucha de los pueblos.
El elefante que incomoda
Obsérvese, por ejemplo, la importancia que tienen el Nuevo Banco de Desarrollo – NBD-, que preside Dilma Rousseff, y el Acuerdo de Reservas Contingentes – CRA – del 2015 para crear alternativas al dólar como eje de las transacciones comerciales. El NBD aprobó cerca de 30 mil millones de dólares para financiar proyectos y el CRA preaprobó 100 mil millones para auxiliar países con déficit de reservas.
El efecto directo de la inyección de recursos y la transferencia de tecnología en sectores estratégicos como inteligencia artificial, biotecnología y tecnología de información en países con altos niveles de dependencia, hacen de los BRICS un elefante que incomoda mucha gente.
Todo esto desestabiliza el sistema instalado en 1945 con soporte en la OMC-, la OCDE, el FMI y por supuesto, la OTAN, instancias que agenciaron el neoliberalismo privatizador y el “democracímetro” – termómetro usado desde el primer Bush y el gobierno Clinton – que mide sí hay o no hay la democracia que les conviene y, conforme el caso, autoriza invasiones sin preocupaciones con argumentos de soberanía.
Ya sabemos que el efecto de este orden para Latinoamérica es devastador, por la acumulación salvaje de las riquezas nacionales, la apropiación de recursos públicos, y la especulación financiera. Por eso, sectores progresistas interesados en el desarrollo regional autónomo, opinan que la asociación a los BRICS permitiría intensificar el comercio y superar las frecuentes sanciones económicas impuestas por EUA, abriendo caminos para obtener recursos y aprovechar potencialidades naturales y energéticas sin contar con la banca internacional predatoria.
NO ceder al chantaje
Sin embargo, es precisamente aquí que la habilidad y la determinación para no ceder al chantaje de las grandes transnacionales y otros actores hegemónicos es puesta a prueba. Tanto la lógica de cooptación como la de fragmentación, usuales en el dominio imperial, se mantienen vivas y en acción permanente.
Así, por ejemplo, en el mapa geopolítico es significativo que Colombia sea socio de la OTAN, incorporado e instigado a participar, es decir, cooptado en su momento a través de un supuesto acuerdo de mutuos intereses. Y, por otro lado, hay un violento aislamiento sancionatorio contra Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Impedir que Estados de América Latina que cumplen papeles decisivos en un contexto de tamaña complejidad ingresen en los BRICS en nada contribuye a superar en favor de los pueblos las contradicciones dentro de un sistema que promueve la desigualdad y la guerra. Un sistema que hay que combatir.