Para nadie es un secreto que las encuestas se han convertido en las últimas décadas en una de las herramientas mediáticas más potentes para incidir en los procesos electorales. Las encuestas han sido posicionadas en matrices mediáticas como una herramienta necesaria para los electores, pues se ha planteado que estos las demandan porque buscan información que les permita situarse en el debate político y considerar cómo se están acomodando las fuerzas políticas en la pugna para tomar su decisión.
Ahora bien, las encuestas pueden arrojar información que resulta útil para la pugna electoral, así como para el estudio de otros aspectos de la vida social, pero esto no excluye que puedan ser manipuladas y manipuladoras. Una encuesta podría reflejar la situación exacta de una sociedad solo si llega a recoger información de los diversos estratos sociales que la conforman.
Por ello, para poder hacer un uso objetivo y honesto de las mismas, se han desarrollado metodologías que permiten enfocar temática y poblacionalmente las indagaciones, todo ello partiendo de preguntas de investigación útiles para identificar lo que se quiere estudiar.
Así pues, la intención del encuestador va marcando el derrotero de las encuestas; y al finalizar el proceso, la forma en que se interpreta y analiza el resultado de las muestras incide también en los resultados de las mismas.
La aptitud, la objetividad y la honestidad de quienes construyen el instrumento para recoger la información y quienes la analizan inciden en la calidad y en la relativa utilidad y en la misión orientadora de las encuestas. Lógicamente también cuenta el objetivo y la honestidad de quienes contratan la encuesta.
No olvidemos que nos referimos es a encuestas políticas, con toda la carga de lograr resultados positivos en favor de determinadas tendencias que favorecen o lesionan intereses económicos o de poder. Por esto no se debe excluir la intencionalidad manipuladora.
Es de esperarse entonces que, en el mundo de la política, donde están en pugna proyectos económicos y sociales contrapuestos en la lucha por la hegemonía, las encuestas electorales estén aún más expuestas a la manipulación. Y es que en este contexto no son investigadores académicos con objetivos sociológicos científicos quienes están a cargo de la indagación. Son emporios mediáticos los que encargan, conciben, ejecutan y difunden las encuestas. Y como sabemos, los grandes medios están estrechamente ligados a grandes grupos financieros, como Aval, Santo Domingo o Ardila Lulle.
Todos estos entes tienen los recursos y los agentes aptos para poner al servicio de sus intereses los grupos políticos que diseñan y aprueban las normas y manejan las instituciones y los instrumentos que consolidan su poder político económico.
Como lo han demostrado los últimos procesos electorales, el poder de las encuestas pareciera ya no radicar en su capacidad para posicionar un candidato o partido, sino en incidir de cualquier forma en los votantes para impedir el triunfo de proyectos populares y alternativos que pueden llegar a poner en riesgo los privilegios de la minoría social que concentra la riqueza.
Algo de eso lo pudimos ver en los comicios del pasado 29 de mayo, cuando muchas encuestas dieron un amplio porcentaje a Gustavo Petro, incluso apuntando a la posibilidad de que este se hiciese con más del 51% de los votos, ganando así en la primera vuelta. Así, se fortaleció más un sentimiento triunfalista en todas aquellas personas que esperaban una victoria del Pacto Histórico.
Aunque es evidente que las encuestas no podían ocultar la masiva adhesión a Petro, que se realizó en las urnas con 8.5 millones de votos a su favor, no es descabellado pensar que estas fueron pensadas para promover el inmovilismo de los votantes del Pacto: con mi voto o sin él, las encuestas mostraban que Petro igual iba a ganar.
Pero no solo el triunfo en primera de Petro no se consumó, sino que además la segunda vuelta se dio con un candidato que poco registraba en las indagaciones de las grandes encuestadoras.
En esta segunda vuelta las encuestadoras muestran resultados sorprendentes Rodolfo Hernández dio un salto espectacular: en algunas encuestas le gana a Petro y en otras pierde por un estrecho margen que según los comentaristas equivale a un empate técnico. ¿Qué objetivo se persigue con estos resultados?
La respuesta es obvia, se trata de justificar un triunfo de Rodolfo por pocos votos de diferencia, igual que hicieron en los años setenta cuando mediante fraude Pastrana Borrero le ganó por menos de doscientos mil votos a Gustavo Rojas, quien le ganaba hasta las ocho de la noche. Ahora ya leeríamos el lunes 20 en los medios: “Como lo pronosticaban las encuestas el empate técnico se resolvió a favor del ingeniero, por pocos votos”.
En esta ocasión las trampas de esta burguesía deshonesta no tendrán éxito. Los militantes y simpatizantes del Pacto Histórico estamos preparados para votar temprano y masivamente el domingo 19 y además vigilaremos cada mesa, cada acta del primer conteo, por tanto, la verdadera y definitiva encuesta la ganaremos con una gran votación. En la noche del domingo próximo por fin Colombia comenzará a andar el camino del cambio, con Gustavo Petro presidente.