El viejo mundo tiene las temperaturas extremas del verano actual, que también afectan negativamente a América Latina
José Ramón Llanos H.
El cambio climático se siente en el viejo mundo. Informes consolidados de Nature Medicine confirman que el cambio climático, el año pasado, tuvo oleadas de calor que causaron 47.690 muertes en los 35 países europeos, de las cuales 47.312 se dieron entre el 29 de mayo y el primero de octubre. La mayoría de las víctimas se presentaron en Bulgaria, Chipre, España, Grecia, Italia y Portugal, (ver Cuadro 1).
Estas 47.312 muertes se habrían dado en el período más caluroso del año (entre el 29 de mayo y el 1 de octubre). Si se tiene en cuenta la población, los países con mayores tasas de mortalidad relacionada con el calor se encontraban en el sur de Europa, concretamente Grecia (393 muertes por millón), Bulgaria (229 muertes por millón), Italia (209 muertes por millón), España (175 muertes por millón).
Las mujeres y ancianos son más vulnerables
De acuerdo con estudios anteriores, los datos precisan una mayor debilidad de las mujeres y las personas mayores. Si tenemos en cuenta las edades, el número de mujeres que perecen por las altas temperaturas es mayor que los hombres. A su vez, un 768 por ciento de personas mayores de 80 años mueren más que las personas de entre 65 y 79 años.
“En el estudio se advierte que estas cifras pueden subestimar la carga real de mortalidad relacionada con el calor. Debido a la falta de disponibilidad de registros de mortalidad diarios y homogéneos durante el año 2023, se tuvo que utilizar recuentos semanales de muertes de Eurostat”, según los informes.
Esta investigación recoge el objetivo mortalidad de los períodos 2000-2004, 2005-2009, 2010-2014 y 2015-2019. Introdujo las temperaturas y las cifras de mortalidad de 2023 en cada uno de los cuatro modelos aplicados para estimar el número de muertes que se habrían producido en cada período si las temperaturas hubieran sido tan altas como en 2023.
Con el uso de estos métodos, se calculó que si las temperaturas registradas en 2023 se hubieran producido en el período 2000-2004, la mortalidad estimada relacionada con el calor habría superado la cifra de 85.000 muertes, es decir, un 80 por ciento superior a la vulnerabilidad al calor en el período 2015-2019. En el caso de las personas mayores de 80 años, el número de muertes se habría más que duplicado, pasando de 1102 a más de 2200 muertes relacionadas con el calor.
“Nuestros resultados muestran cómo ha habido procesos de adaptación de la sociedad a las altas temperaturas durante el presente siglo, que han reducido drásticamente la vulnerabilidad al calor y la carga de mortalidad de los últimos veranos, especialmente entre las personas mayores”, señala Elisa Gallo, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio.
Esta científica añade “Por ejemplo, vemos que desde el año 2000, la temperatura de mínima mortalidad ─la temperatura óptima con menor riesgo de mortalidad─ se ha ido calentando gradualmente de media en el continente, pasando de 15ºC en 2000-2004 a 17,7ºC en 2015-2019.
»Esto indica que somos menos vulnerables al calor de lo que éramos a principios de siglo, probablemente como resultado del progreso socioeconómico general, las mejoras en el comportamiento individual y las medidas de salud pública, como los planes de prevención del calor puestos en marcha tras el verano récord de 2003”.
Las acciones extraeuropeas
Infortunadamente, el viejo mundo todavía influye negativamente sobre el resto del orbe, pero como se trata de la vida o la muerte, la salud o la enfermedad, es necesario que los gobiernos especialmente de América Latina y África, a través de la Naciones Unidad y su órgano dedicado a prevenir las enfermedades ─la Organización Mundial de la Salud─, tomen acciones radicales para evitar que Europa siga enfermando a todo el planeta con sus actividades económicas y sociales.
Es asunto de vida o muerte, ya se saben cuáles son las acciones necesarias: reducir los consumos innecesarios, evitar la explotación de los combustibles fósiles, la navegación de grandes embarcaciones lujosas de los superricos y, por supuesto, las acciones devastadoras contra el gran pulmón del mundo, la Amazonía. No es la hora de la quejumbre, es la hora de la acción.