El Movimiento de la Resistencia Palestina exige “un alto el fuego y una retirada completa” de las tropas israelíes de Palestina, “un retorno normal de los desplazados y un acuerdo de intercambio de presos sin restricciones”
Ricardo Arenales
Los pasados 15 y 16 de agosto, con la intermediación de Estados Unidos, Egipto y Catar, se realizó en la ciudad de Doha, una ronda de conversaciones en torno a una propuesta de Washington, al parecer consensuada con Israel, para encontrar la manera de alcanzar un cese al fuego que mitigue, ojalá por tiempo indefinido, las penurias del pueblo palestino, sometido a una campaña de exterminio por parte del agresor israelí.
En un comunicado entregado por las partes al término de sesiones de intensa discusión, se informó que las negociaciones fueron “serias, constructivas y se llevaron a cabo en una atmósfera positiva”. En el último día, según informó la Casa Blanca, se presentó a consideración de las partes en conflicto una propuesta que “cierra las brechas existentes de modo que permita una rápida implementación del acuerdo”.
El 31 de mayo anterior, el presidente de Estados Unidos había anunciado lo que llamó una propuesta israelí integral, que daba paso a una “hoja de ruta para un alto el fuego duradero y la liberación de todos los rehenes”. Sin embargo, en menos de 24 horas, Netanyahu desestimó la propuesta de Biden, a la que calificó de “fracaso”, insistiendo en que las propuestas de Tel Aviv para poner fin a la guerra no admiten cambios, es decir, cierra cualquier posibilidad de negociación con la contraparte.
Chantaje
En esta ocasión, el primer ministro israelí, Netanyahu, acudió a la misma estratagema y llevó a la mesa de negociación un paquete de “nuevas condiciones”, las mismas que fueron rechazadas de inmediato por el Movimiento de la Resistencia Palestina, Hamás.
Según un despacho de la agencia de noticias AFP, entre las condiciones de Israel está la de mantener, después de decretado el cese al fuego, a las tropas israelíes en la Franja de Gaza a lo largo de la frontera con Egipto. Exige un derecho al veto sobre los prisioneros que vayan a ser intercambiados, así como sobre la posibilidad de deportar a algunos presos, en lugar de enviarlos de regreso a la Franja de Gaza.
En contraposición, el movimiento Hamás exige “un alto el fuego completo”, “una retirada completa” de las tropas israelíes del enclave palestino, “un retorno normal de los desplazados y un acuerdo de intercambio de presos sin restricciones”, anotó la fuente periodística.
Ganando tiempo
La distancia entre ambas posiciones indica que todavía hay mucho camino por recorrer en el esfuerzo por lograr un cese al fuego duradero en Palestina. Por ejemplo, se requiere una comisión especial bipartita o multilateral, que establezca concretamente cómo llevar a cabo el intercambio de rehenes y prisioneros, el retorno a la aplicación de normas humanitarias elementales, incluso el aumento de la ayuda internacional a Gaza, la limpieza de escombros y la restauración, al menos, de los servicios médicos, de electricidad y agua potable.
En estas condiciones, la Resistencia palestina calificó de ‘engañosas’ las declaraciones del presidente norteamericano, Joe Biden, de una ‘luz verde’ para que Israel continúe su guerra genocida en Gaza. Como anotó un analista, “las negociaciones de paz en Gaza son un intento de Estados Unidos para ‘comprar tiempo’ mientras rearma a Israel”.
Para otros observadores, en las conversaciones en Doha entraron en juego dos estrategias: una de Netanyahu de retrasar la búsqueda de un acuerdo de paz con un sinnúmero de condiciones, buscando un objetivo que hasta ahora parece imposible, la derrota de Hamás y la rendición del pueblo palestino.
Encubre el genocidio
Otra estrategia, el apurado impulso del presidente Biden de alcanzar un alto al fuego, que intentó conseguir antes de la Convención Demócrata, como una estrategia de campaña de su partido para mostrar resultados a sus electores e inclinar la balanza en favor de Kamala Harris y en contra del candidato republicano, que aparece todavía con una sólida mayoría.
“Las afirmaciones engañosas del presidente estadounidense, Joe Biden, no reflejan la verdadera posición del movimiento, que está interesado en alcanzar un acuerdo de alto el fuego”, dijo el martes de la semana pasada un comunicado del Movimiento de la Resistencia Palestina, Hamás.
Respondían, de esta manera, a las declaraciones que ese mismo día dio a conocer Biden después del discurso inaugural de la Convención Nacional Demócrata, interpretadas como una “luz verde estadounidense para que el gobierno extremista sionista cometa más crímenes contra civiles indefensos” en Gaza.
Holocausto en cifras
Hamás ha resaltado que las declaraciones de Biden contienen un claro “sesgo estadounidense” hacia Israel y la complicidad de Washington en la guerra de exterminio contra el pueblo palestino. Esta actitud causa malestar incluso entre los ciudadanos norteamericanos, como se vio en la ciudad de Chicago, cuando miles de manifestantes propalestinos se congregaron alrededor de la sede de la Convención Nacional Demócrata, donde Kamala Harris fue oficializada como candidata presidencial para las elecciones de noviembre próximo. Los manifestantes exigieron a Biden poner fin al apoyo al régimen de Israel y a su brutal guerra genocida.
Las estadísticas que dimensionan este genocidio indican que, desde el 7 de octubre, al menos 40.139 palestinos, en su mayoría mujeres y niños, han muerto, mientras otros 92.743 han resultado heridos, como resultado de la guerra lanzada por el régimen en respuesta a una operación de represalia organizada por los grupos de resistencia en Gaza.