El bajo crecimiento mundial no contribuye a lograr los objetivos del desarrollo sostenible, entre ellos, detener el calentamiento global. La competencia entre las potencias económicas por la rentabilidad prima sobre el futuro de la humanidad
Iván Posada Pedraza
Uno de los problemas actuales de la economía mundial es la combinación de inflación y desaceleración que, sumados al desempleo y la informalidad, completan los ingredientes para un explosivo coctel. Los bancos centrales de muchos países optaron por subir las tasas de interés para controlar la inflación, objetivo logrado parcialmente, por lo cual se espera que no las reduzcan en los próximos meses, al contrario, la Reserva Federal, el banco central de los Estados Unidos, está pensando en una nueva alza.
La alta inflación está estrechamente asociada con el conflicto Rusia – Ucrania, pues estos dos países son grandes exportadores de abonos y fertilizantes, cuyos precios se encarecieron y estos se trasladaron a la de los alimentos de millones de consumidores en el mundo.
Los efectos de la pandemia del covid-19 aún persisten. Muchas empresas aún se están reponiendo de los cierres obligatorios con las secuelas ocasionadas como menor producción, reducción de empleos y salarios, etc. El cierre de las fronteras terrestres, aéreas y marítimas paralizó el comercio mundial, creando escasez temporal y sobrecostos. Todo lo anterior se refleja en el bajo crecimiento mundial (Tabla 1).
América Latina y el Caribe
Tanto la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, como el Fondo Monetario Internacional, FMI, coinciden en que 2023 y 2024 esta región crecerá menos que en 2022, de lo cual se desprende que enfrentará serias dificultades de presupuesto para el gasto social y la inversión.
El otro tema complicado son los recursos para mitigar los diversos impactos del cambio climático. En este contexto, la transición energética es clave para reemplazar las fuentes fósiles por las no contaminantes, lo cual requiere, precisamente, grandes recursos económicos y varios años de continuidad para lograrla.
En la actual etapa de globalización, la periferia, o economías en desarrollo, quedó limitada a suministrar materia prima y recursos naturales a las potencias industrializadas (el centro), donde le incorporan el valor agregado y, segundo, exportar productos agrícolas sin ningún o con poco nuevo valor, cuyos precios son determinados por las multinacionales.
Además, las economías en desarrollo importan los bienes de capital (medios de producción) para sus industrias sin posibilidad de apropiarse del conocimiento y tecnologías necesarios para producirlos internamente. Con estas tasas de crecimiento tan bajas (Tabla 2) difícilmente un país puede aspirar a superar los problemas estructurales como la pobreza y el desempleo.
Las potencias económicas
China, en los últimos veinte años, logró un crecimiento promedio del PIB del nueve por ciento anual. Entre 2012 y 2021, el ingreso per cápita pasó de 6.300 a 12.500 dólares, lo que muestra que los logros económicos se pueden reflejar en el bienestar y el nivel de vida de la población.
El gigante asiático ha logrado combinar el sector estatal (socialista) con el privado, economía mixta, mantener el control sobre sectores estratégicos. Con la drástica reducción de crecimiento en los últimos años, el consumo se estancó, el desempleo aumentó y, además, el sector inmobiliario colapsó, fenómenos propios del modelo capitalista.
A principios de este año, el pronóstico era que entraría en recesión, pero el repunte de algunos sectores aleja esa posibilidad y podría finalizar 2023 con un crecimiento de 1,8 por ciento.
En esta coyuntura, EE. UU. presenta un fuerte movimiento huelguístico en el sector automotriz y en el de entretenimiento (actores, guionistas de Hollywood, California) por el reemplazo de estos por la inteligencia artificial.
Mantiene un desempleo relativamente manejable (3,7 por ciento, seis millones de personas) explicado en parte por la mano de obra barata de la población inmigrante y, además, porque la economía norteamericana dispone aún de recursos para subsidiar el paro forzoso.
Otro país asiático, India, quinta economía en el mundo por el volumen del PIB (FMI 2022) y con una población de 1.425 millones, entra a jugar en la economía mundial y junto con China aportan cerca de la mitad del crecimiento mundial (Tabla 3) y son hoy día el motor de la economía mundial. Entre tanto, Estados Unidos y la zona euro juntos aportan el diez por ciento.
Contradicciones
En esta coyuntura en la cual ninguna economía logra un crecimiento de cinco por ciento del PIB, las metas trazadas para el desarrollo sostenible por la ONU, para el 2030, al parecer, no se lograrán. La solución a candentes problemáticas sociales como la seguridad alimentaria y las migraciones y, por otro lado, la crisis ambiental, quedarán postergadas indefinidamente.
Las contradicciones entre bloques económicos y entre las mismas potencias por la obtención de la máxima rentabilidad en el mercado mundial de bienes y servicios, pesan más que la mortalidad infantil, la desnutrición o las pandemias. El conflicto en Europa del Este y el genocidio contra el pueblo palestino enrarecen aún más el panorama internacional, con consecuencias en lo económico.