martes, diciembre 10, 2024

Desde Vietnam

“Las grandes heridas de la guerra son las heridas que quedan en el alma de la gente. Y la poesía es la única medicina para tratar las penas del alma”.

Disfraz de dragón en un carnaval en Vietnam.
Disfraz de dragón en un carnaval en Vietnam.

Fernando Rendón

En solo 30 años, Vietnam libró tres guerras victoriosas contra dos de las mayores potencias colonialistas (Japón y Francia), y contra la mayor potencia imperialista de la historia: Estados Unidos.

¿Cómo pudo ser esto? ¿Por qué Vietnam, un país pequeño, con una economía débil, ha sido el único país que ha derrotado militarmente a los Estados Unidos, produciéndole 58 mil bajas? Porque su cultura se impuso a la cultura norteamericana, incluso a través de las armas.

Para tener una mayor conciencia de la cultura vietnamita, debemos remontarnos a sus orígenes mitológicos e históricos, a su poesía milenaria, a su literatura y a su filosofía, a sus valores culturales y espirituales, muy vinculados al amor fraterno y a la interrelación respetuosa con la naturaleza; a la solidaridad y al colectivismo, todo lo cual les proporcionó identidad, unidad espiritual y unidad nacional.

Fundado en estos principios, el pueblo vietnamita, eternamente silencioso y vigilante, libró una guerra de guerrillas de nueve siglos contra la ocupación china y contra los invasores mongoles. Este conocimiento fue heredado en la práctica a través de muchas generaciones, de forma que no puede decirse que la resistencia victoriosa de este pueblo paradigmático es obra de un solo hombre.

Es la obra de un pueblo que conoce muy bien sus raíces, su cultura, su literatura, fundado en la disciplina de una espiritualidad profunda y en una rica cultura nacional.

La poeta vietnamita Nguyen Phan Que Mai escribió: “Según la leyenda, los vietnamitas son hijos de los dragones y nietos de las hadas. Durante nuestros primeros tiempos, nuestro país fue invadido por ejércitos extranjeros; en respuesta, el Cielo decidió enviar a la tierra a la Madre Dragón, junto con sus hijos dragones, para ayudar a Vietnam. Mientras los dragones descendían, los barcos invasores llegaban en gran número. Los dragones derramaron jade y joyas para formar una cadena de montañas rocosas que actuaban como murallas defensivas. Los barcos invasores, al navegar a alta velocidad, chocaban con las paredes y se rompían en pedazos. La invasión fue frustrada y la bahía de Ha Long dispersada con inusuales formaciones rocosas hermosas”.

Vietnam es un pueblo de poetas, de guerreros y de gente sagrada. El trabajo, la poesía y la espiritualidad constituyen la médula central de todas sus actividades. Hace cinco siglos el emperador vietnamita Le Thanh Tong, uno de los personajes más amados de ese país, a la cabeza de su ejército derrotó a los invasores extranjeros. Era un guerrero, pero su corazón amaba la paz. Como él, el pueblo vietnamita prefiere la paz a la guerra, y elige escribir poesía a ir a los campos de guerra.

La literatura y la poesía han sido cantadas y expresadas durante centurias como formas centrales de la energía espiritual y cultural de los vietnamitas. Pero aun en los escasos tiempos de paz, entre las diversas invasiones que padecieron, con la poesía y con los cantos los vietnamitas han sembrado y cosechado el arroz, construyendo su sociedad en libertad.

“La poesía se extrae del suelo con sudor, como el arroz”, es un dicho de los poetas campesinos, habitantes de la aldea Chau, a una hora de Hanoi. La poesía es la siembra y la cosecha del lenguaje, y es también la siembra y la cosecha de los alimentos que han nutrido el cuerpo del pueblo.

***

Esto debe ser considerado en Colombia. Para desarrollar una nueva cultura en este país, es preciso escribir una nueva poesía y una nueva literatura, realizar un nuevo arte, nuevas canciones y nuevos ritmos, desarrollar nuestro arte y nuestra filosofía colectivista, vigorizar nuestro espíritu de sacrificio y de trabajo compartido, de creación conjunta de una historia de transformaciones espirituales y sociales.

Es preciso impregnar de una alta poesía todos nuestros actos, desarrollando mil formas de los lenguajes y nuevas relaciones fraternas entre nosotros y nuestro pueblo. Todo esto constituye la esencia de nuestra unidad y de nuestra identidad (ideológica, política, ética, social, cultural y espiritual: una sola en el fondo).

La poesía es una gran fuerza movilizadora de la sociedad. Nosotros no somos los creadores de la poesía, nosotros somos hijos de la poesía. La poesía nos une y nos congrega. Ella es la historia espiritual de los pueblos y la mayor prueba del espíritu humano.

Son los grandes poetas los que escribieron la historia antigua. Así, Homero fue el mayor historiador sobre Grecia. Nadie describió tan profundamente el espíritu oscurantista de la Edad Media como Dante Alighieri o Giovanni Bocaccio.

Como lo expresó bien William Blake, los poetas celebraron la existencia humana desde tiempos antiguos con sus cantos sagrados, que fueron robados por los jerarcas de las religiones, para instituir la oscura empresa de la esclavitud de las consciencias.

El poeta comunero Arthur Rimbaud, Heinrich Heine, Vladimir Mayakovski, Nazim Hikmet, Bertolt Brecht, Luis Vidales, entre otros bardos, convocaron a los pueblos a construir los grandes tiempos nuevos en sus brillantes poemas. Carlos Marx, Ho Chi Minh, Mao Tse Tung, y el Che Guevara escribieron, ellos mismos, poemas.

La poesía es el espíritu de los pueblos, y el espíritu central de todas las artes. La poesía dio origen a la filosofía y propuso hace muchos siglos una nueva historia, constituyéndose en el fundamento original de una utopía realizable.

Por tanto es necesario que poeticemos nuestra política, nuestro lenguaje, nuestra lucha por los cambios sociales.

Sin vacilación, debemos fortalecer nuestros valores y nuestra identidad cultural, teniendo siempre presentes nuestras raíces primigenias indígenas, tal como lo recordaran con énfasis el amauta José Carlos Mariátegui, los muralistas mexicanos Diego Rivera y José Clemente Orozco, las novelas de José María Arguedas y Juan Rulfo, entre otros grandes pensadores, escritores y artistas latinoamericanos.

Es preciso comprender las formas en que los indígenas desarrollan una relación de amor y respeto con la Tierra, Madre de todos los vivientes, de la que extraen únicamente el sustento para sus familias, su trabajo comunitario y su respeto mutuo, el responsable cuidado de las fuentes de agua, el entrelazamiento de las culturas ancestrales y sus grandes movilizaciones por el rescate y defensa de la Tierra contra la acción depredadora de las transnacionales.

Cuando al poeta vietnamita Nguyen Quang Thieu, invitado al Festival Internacional de Poesía de Medellín, un periodista colombiano formuló la pregunta -“¿Puede la poesía remediar lo que la guerra le ha hecho a un país?”; él respondió:

“Seguro, porque las grandes heridas de la guerra son las heridas que quedan en el alma de la gente. Y la poesía es la única medicina para tratar las penas del alma. La prueba es que los vietnamitas pudieron vivir con hambre por miles de años, pero no pudieron vivir con hambre de espíritu ni siquiera un día. En la guerra había un dicho que profesaba: ‘Las canciones ahogan las explosiones de las bombas’. Durante las guerras, muchos poetas, así como los escritores, fueron al frente como soldados, no a matar al enemigo sino a escribir sobre la lucha por la libertad y a leerles a los soldados. La poesía les da creencia en el mañana. Si los vietnamitas no tuvieran esa creencia, no hubieran podido ir a través de los miedos y la sangre por cientos de años”.

Finalmente, quiero incluir aquí este poema que escribí a mi paso por Vietnam:

Vietnam

Beben aguardiente de arroz los señores de las palabras.
La celebración ha costado mucha sangre y lágrimas.
Pues se han empleado las armas para retomar el día.

Cada grano de arroz cuesta siete gotas de sudor.

Bocas del vacío derraman cantos en nuestros oídos.
Una tras otra las olas de invasores han llegado y se han ido
Como el hambre, como el invierno, como la muerte.

Cada grano de arroz cuesta siete gotas de sudor.

Nuestro canto es una llama desde la raíz del tiempo.
La resistencia alimenta la alta esperanza del mundo.
Con sangre la música siembra y cosecha una nueva vida

Porque cada grano de arroz cuesta siete gotas de sudor.

La primavera prepara con flores su ofensiva esperada
Los sembradores se inclinan para acariciar la Tierra
La voz de la vida, persistente, brota para aumentar las almas.

Pero cada grano de arroz cuesta siete gotas de sudor.

Incienso, agua, flores y frutas colman los altares de los antepasados.
El lenguaje ara, las semillas germinan, en el extremo de las dificultades,
Vietnam, camino, se tú nuestro retorno.

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