jueves, marzo 28, 2024
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Derecho político de resistencia a la opresión

Diez aristas para una aproximación al Derecho político de resistencia a la opresión, DPRO

Andrés Olivos Lombana

Es necesario abordar este trascendental asunto con la debida diferenciación entre legitimidad, derechos humanos y ley; entre lo que bien puede comprenderse como un derecho humano, fundamental, conquistado históricamente; reconocido a la postre como un derecho político; y finalmente -desde mediados del siglo XX- positivado con mesura, en el marco del llamado constitucionalismo democrático.

A continuación, se proponen diez aristas, para una aproximación al Derecho político de resistencia a la opresión (DPRO):

1ª. Preexistencia de los derechos humanos y del DPRO
El derecho político de resistencia a la opresión -en cuanto uno de los derechos fundamentales de los derechos humanos-, es consustancial a la persona, como ser humano, es legítimo y preexistente, es decir autónomo y antecedente a su reconocimiento moral y legislativo por parte del aparato jurídico y constitucional del Estado.

En el vasto y extenso proceso de humanización de la especie homo sapiens-sapiens, en una etapa determinada del devenir histórico, con la formación y organización social en las polis, surge el derecho político del individuo y de las colectividades. Y en ese contexto, ese derecho político de resistencia a la opresión se constituye en un derecho indispensable e insustituible para la búsqueda y protección de la libertad y, para la protección de la dignidad del ser humano.

2ª. Silenciamiento de las voces de las resistencias
Durante la historia de la humanidad se ha mantenido como constante la confrontación social alrededor del poder; los sectores oprimidos y subordinados han combinado diversas formas de resistencias para obtener su liberación de las élites dominantes; y así mismo, estas últimas, detentadoras del poder y de los instrumentos de violencia y represión, han pretendido silenciar las voces de las resistencias acudiendo a la combinación de la persecución, represión, encarcelamiento, tortura y aniquilamiento físico; y a su vez, con la extinción  y deformación de toda expresión de las memorias de las resistencias.

Sin embargo, pese a todo, sus intentos han fracasado, porque las acciones de las resistencias continúan; y las voces de las resistencias se mantienen arriba, como un grito polifónico que por el firmamento recorre las distancias planetarias y atraviesa todos los tiempos.

3ª. Resistencia: ¿pasiva y activa?, o coraje y audacia para luchar
Algunos establecen la diferenciación entre resistencia pasiva y activa, lo que resulta forzado e inadecuado, dado que la resistencia a la opresión como expresión política de las colectividades tiene, dependiendo de las circunstancias específicas, procesos de gradación y radicalización, en ocasiones con expresiones simultáneas y combinadas.

Así, por ejemplo, la desobediencia civil puede ser una expresión constante en un mismo proceso de lucha en el que, adicionalmente se suman bloqueos de vías, revueltas y hasta la resistencia física y armada. En otras palabras, tal esquematismo y generalización a la postre resulta inexacto; la resistencia es un proceso integral y complejo que, así mismo, se resiste a la simplificación.

4ª. El DPRO no acepta ataduras
El derecho político de resistencia a la opresión ha sido conquistado en la historia de las luchas sociales en un proceso constante y de larga duración, a través de la exigibilidad de derechos; es legítimo y no requiere de la previa aceptación moral ni del reconocimiento de la Ley. Históricamente, desde los inicios de la Modernidad, se viene “reconociendo” en un proceso lento, mesurado y restringido desde el Estado y sus instancias de poder.

Transita en la etapa de la positivación; pero la resistencia, como derecho político de las colectividades, trasciende las limitaciones, deformaciones y restricciones de la ley y siempre está -o debe estar- alerta para defender su legitimidad.

5ª. El DPRO: proceso ascendente y en maduración
Históricamente las resistencias se han ido manifestando en un devenir de larga duración, en el que se combinan expresiones humanas dinámicas, en constante mutación y, que, en ocasiones mezclan el resentimiento, la anarquía, la rebelión, para finalmente ascender al estadio de la revolución: un proyecto político de mayor maduración y vasta proyección, con visión de futuro. Un proyecto estructural y socialmente liberador. Por todo esto, se afirma que las resistencias políticas son ineluctablemente subversivas.

6ª. El alimento de las resistencias a la opresión
Las resistencias -y más exacta y específicamente el sujeto y las colectividades de las resistencias- necesitan de una dieta especial e integral para permanecer:

1) Sólida formación política e ideológica que argumente su convicción en la utopía del humanismo planetario; 2) Amor a la vida en todas sus manifestaciones; 3) Solidaridad con los otros, expresión y trascendencia de la condición humana; 4) Capacidad de conmoverse e indignarse ante la injusticia y la opresión; 5) Cultivo de las artes, de la poesía, del canto… de la condición humana; 6) Pasión, fuerza interior y recia voluntad…compromiso personal y colectivo; 7) Disciplina, paciencia y fortaleza ante el dolor y la derrota; y 8) Apetito insaciable por la esperanza, es decir, intolerancia frente a la desesperanza.

7ª. DPRO y constitucionalismo democrático
El profesor y humanista italiano Norberto Bobbio (1909-2004) explica la relación del proceso de constitucionalización del derecho de resistencia con el tránsito hacia el  Estado  democrático: “El paso del Estado autocrático al democrático se ha producido, técnicamente hablando, mediante el proceso de constitucionalización del derecho de resistencia, que ha transformado el derecho puramente natural de resistencia a la opresión, cuya legitimación siempre es póstuma, dependiendo del resultado, en un derecho positivo a la oposición, cuya legitimidad está preconstituida y, por lo tanto, es lícita cualquiera que sea el resultado”. (Ver: Las ideologías y el poder en crisis. Ariel, 1988, p. 47).

8ª. Protesta social y resistencia política a la opresión
Las protestas y las resistencias son expresiones sociales, primigenias, legítimas, políticas e interdependientes; históricamente ambas se expresan en permanente simultaneidad e interdependencia.

9ª. Resistencias culturales, voces y trincheras de liberación
Las diversas y ricas expresiones culturales del individuo, las familias y comunidades, en sus tradicionales escenarios nucleares, locales, regionales y nacionales expresan en el devenir histórico formas de resistencias a la opresión, a la dominación e injusticia.

Muchas veces se presentan aisladas, mimetizadas, subvaloradas, olvidadas o ignoradas. Por esto es indispensable darles voz y colocarlas en el escenario presente, en lo más alto de las trincheras, en el puesto de combate donde se lucha por la revolución, por la utopía del humanismo planetario.

Es necesario vivificarlas y catapultarlas para que ocupen el lugar que les corresponde, animando y fortaleciendo las voces, cantos y gritos. Todas las voces de los indignados.

10ª. Resistencia y audacia para avanzar
En suma, el sujeto de la resistencia está dotado -debe estarlo- de conocimientos, destrezas y audacia, que le permitan combinar diversas formas de resistencia, según lo requiera en los combates permanentes contra la opresión.

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