La invitación del presidente Petro a debatir en las calles la reforma a la salud ha provocado la furiosa reacción de sectores del Establecimiento. Es una oportunidad para mostrar el apoyo popular al Gobierno del cambio y los proyectos de reforma
Federico García Naranjo
@garcianaranjo
“Me gustaría que todas las enfermeras del país se reunieran al frente de hospitales y clínicas, en la plaza pública, este 14 de febrero a discutir cómo debería ser una reforma a la salud. Cuál sería su principal deseo. Ese deseo lo plasmaría sin dudas en el proyecto de ley”. Con este anuncio en la red social Twitter, el presidente Gustavo Petro convocó el pasado 25 de enero no solo a las enfermeras sino a toda la sociedad a un diálogo sobre uno de los proyectos de reforma más importantes del Gobierno, que pronto será presentado a la ciudadanía.
La fecha escogida para la convocatoria, por supuesto, no fue una casualidad. Desde unos días antes, voceros de la ultraderecha estaban convocando para ese mismo día un paro nacional indefinido contra el Gobierno. Algo así no tendría nada de extraordinario en una democracia, pero en las condiciones actuales del debate político, plagado de rumores, desinformación e insultos, aquel “paro” amenazaba con convertirse en algo más peligroso.
Los llamados a “tumbar al Gobierno por las buenas o por las malas” y en general un uso del lenguaje que raya en lo penal –“delincuentes”, “guerrilleros” y otras lindezas– motivaron al presidente a convocar al pueblo.
“Petro saca a sus huestes”
La convocatoria obviamente no fue bien recibida por los representantes de la política tradicional. Los medios corporativos de comunicación se apresuraron a construir una matriz de interpretación que presentaba a las convocatorias como “marchas” y al diálogo propuesto por Petro como una “movilización en defensa de su Gobierno” con el objeto de “hacer presión” para que se aprueben sus reformas.
Lo anterior –es una movilización política para, a través del diálogo, llamar a apoyo popular– técnicamente es cierto, pero la forma de presentarlo y las palabras escogidas tuvieron el propósito de mostrar una convocatoria al diálogo como una “contramarcha”, con los riesgos que ello implicaba para la seguridad de las dos manifestaciones.
Era previsible la reacción del Establecimiento y sus medios corporativos a una propuesta como la presentada por Petro. La deliberación política en Colombia ha sido históricamente un privilegio de las clases dominantes y las decisiones más trascendentales en nuestra sociedad han sido tomadas por personas pertenecientes a un reducido grupo de familias. La política de masas es algo que nuestras élites siempre han visto con profunda desconfianza.
Nuestra política ha sido casi siempre de conciliábulos a puerta cerrada y de acuerdos secretos por debajo de la mesa.
Por eso la iniciativa del presidente inmediatamente fue tachada de irresponsable, populista y peligrosa. Se apeló al miedo a la violencia en una especie de “las enfermeras se están metiendo al conjunto de al lado”, transmitiendo la sensación de que el pueblo movilizado es sinónimo de caos y destrucción y de que la invitación de Petro provocaría desórdenes y enfrentamientos con los manifestantes de derecha convocados para ese mismo día.
Por supuesto, ni la convocatoria es a marchar ni existe ningún ánimo de confrontación. Todo lo contrario. Sí es una movilización política en favor del Gobierno, pero no en formato “manifestación” o “mítin” sino como una gran conversación, lo mismo que Jaime Bateman en su momento llamó el diálogo nacional.
Invitación audaz
Sin duda, la convocatoria de Petro al diálogo sobre la reforma a la salud se ve novedosa y transgresora frente a lo que siempre ha sido la política en Colombia. Y es cierto. Por primera vez en mucho tiempo –tal vez desde el proceso de concertación de la Ley General de Educación en 1994– un Gobierno invita a los sectores involucrados en una política pública a discutir una reforma.
En este caso y honrando su compromiso de gobernar de cara al pueblo, Petro ha llamado a conocer y debatir el proyecto de ley que será presentado al Congreso, cuya orientación proviene del movimiento social por la salud pública y que debe ser concertado entre todos los actores, incluyendo a los empresarios de la salud y a los usuarios del sistema.
No obstante, la propuesta de debatir el proyecto de forma pública no es, ni mucho menos, una idea revolucionaria. En países de nuestro entorno, así como en muchos países industrializados, las políticas sociales se conciertan con los sectores interesados sin que estos tengan que reclamar su participación en el diálogo.
Un ejemplo reciente es el Código de las Familias en Cuba, cuya aprobación se logró tras casi un año de discusiones entre miles de personas interesadas en proponer mejoras al proyecto original. Se logró así un amplio consenso en la sociedad alrededor de la Ley.
Ahora bien, es claro que la propuesta de debatir la reforma no es revolucionaria, pero en el contexto colombiano sí significa un cambio en la manera como se han tomado tradicionalmente las decisiones políticas. Sumado a ello, la invitación a ocupar el espacio público y así hacer visible un apoyo a la reforma y al Gobierno a través del encuentro ciudadano en las calles impregna a la propuesta de un claro tinte popular que explica la irritación de ciertos sectores de la clase dominante con la movilización.
Apoyo popular
También es cierto que además de audaz, la iniciativa del presidente es riesgosa no tanto porque vaya a haber enfrentamientos o violencia sino en términos mediáticos y políticos. Los medios, que entrenarán convenientemente al público para esperar una movilización multitudinaria y agresiva, podrían presentar las reuniones como “lánguidas manifestaciones” que “no cumplieron con las expectativas del Gobierno” y que “evidencian la disminución de su apoyo popular”.
La oposición, que ya aplazó su convocatoria para el 15, podría presentar como un triunfo político sus marchas –esas sí– agresivas y hostiles, que seguramente serán cubiertas por los medios y presentadas como más nutridas que las del día anterior.
En cualquier caso, la invitación del presidente es una oportunidad para poner en marcha espacios de democracia popular donde el pueblo pueda tomar decisiones, ejercer de forma directa su voluntad y mandatar, es decir, dar un mandato al Gobierno y a los servidores públicos.
También es una oportunidad para efectivamente mostrar el apoyo popular al Gobierno del cambio y los proyectos de reforma que serán presentados en las próximas semanas, como la reforma a la salud, la reforma laboral y la reforma pensional. El camino que espera a dichos proyectos es, por decir lo menos, tortuoso.
El Gobierno, como se sabe, no tiene unas mayorías consolidadas, por lo que la aprobación de las reformas depende de sectores de derecha que hoy están con el cambio, pero cuya lealtad no está garantizada. Por eso es fundamental salir a la calle el próximo 14 de febrero y acompañar al movimiento social por la salud a debatir y discutir el proyecto de ley de reforma que será presentado al Congreso.
El pueblo colombiano tiene, por fin, una oportunidad histórica para comenzar a tomar las decisiones. No la desaprovechemos.