Se entiende y valora como un movimiento social, político, religioso, cultural y revolucionario que emerge en Latinoamérica en los años sesenta; aún vigente y en constante proceso de revitalización
Andrés Olivos Lombana
¿Para qué las conmemoraciones? No se trata de celebrar, hacer cantos de alabanza o reforzar los mitos y las mutilaciones de la historia. Conmemorar significa hacer memoria, recuperar; en este caso rescatar la vigencia del legado del sacerdote revolucionario; un legado que aún puede aportar con su propuesta y praxis de la unidad de todos los sectores que deben responder a las urgencias éticas de nuestro tiempo: los partidos políticos, estudiantes, organizaciones gremiales, cívicas, feministas, eco-socialistas, defensoras de derechos humanos… todas las vertientes anticapitalistas, todas las izquierdas contemporáneas unidas trabajando por la convergencia, luchando por la utopía del humanismo planetario.
La teología para la dominación, en el caso de América, comprende un proceso histórico de práctica que abarca desde la última década del siglo XV (1492), hasta finales de la década del cincuenta del siglo XX (1958/59); a partir de allí, principalmente durante los años sesenta a ochenta, es cuando surge la teología de la liberación, propiciada por factores históricos y por sus precursores y profetas como el sacerdote y sociólogo colombiano Camilo Torres Restrepo (1929-1966). Una teología de la liberación que, si bien aún no dominante, se resiste frente a los embates de la vieja teología coligada con los sectores de poder y opresión.
Teología de la Liberación
Se entiende y valora como un movimiento social, político, religioso, cultural y revolucionario que emerge en Latinoamérica en los años sesenta; aún vigente y en constante proceso de revitalización. Un movimiento indispensable y de primera línea, que aporta a la dinámica de las luchas sociales por la reivindicación y obtención de los derechos humanos, y por la plena emancipación.
Del Profeta Mayor a la Cruz del Dios evangelizador
Para reconocer el proceso de transición y cambio, de la teología de la dominación a la teología de la liberación, es necesario viajar a través de los caminos de los tiempos, más allá de 1492 -aquel año de marras-, continuando nuestro viaje hacia Galilea, en búsqueda del fundador del cristianismo, el profeta mayor, Jesús, un joven acusado por el imperio romano como insurrecto, sin duda subversivo, y por ello condenado a la crucifixión; un hombre excepcional, conocido en la posteridad y para la Historia de la Humanidad como Jesucristo.
La historia de la Humanidad nos enseña que hay tiempos de crisis y de repliegue, y el caso de la historia del cristianismo y de la Iglesia católica no fue una excepción; proceso de crisis y repliegue que ocurre después de la muerte de Jesús y la extinción de lo que se denomina el cristianismo primitivo.
En nuestro caso, es necesario detenernos brevemente en la encrucijada del año 1492, fecha que marca el “hallazgo” de Colón y los “conquistadores” al servicio del imperio español. España y Occidente “descubren” un nuevo mundo, una tierra exuberante, repleta de oro, piedras verdes y abundante “mano de obra”; a ese nuevo mundo penetran los conquistadores con sus armas y armaduras, con sus caballos y perros de caza; traen su codicia; y también llegan acompañados de la Iglesia católica, bendecidos por el Dios todopoderoso; los invasores y usurpadores, legitiman la dominación y violencia.
Pero, los pobres y oprimidos -indios, mestizos y afroamericanos- durante los tiempos de invasión, conquista y colonización, aún no conocen al profeta de Galilea; a cambio, sufren la ira y el castigo de un Dios dominador, aliado de los poderosos.
Curas rebeldes…
En 1959 Fidel y sus compañeros de Sierra Maestra toman el poder en Cuba; y a continuación, en la década del sesenta se realiza el Concilio Vaticano II en Roma (1962-1965) y la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968), hechos y factores que coadyuvan al surgimiento de la teología de la liberación en Latinoamérica; contexto en el que -a su vez- emergen los nuevos profetas y precursores de dicha teología, entre ellos el sacerdote colombiano Camilo Torres Restrepo.
En la década del sesenta en Latinoamérica se levanta el escenario geopolítico y temporal de ascenso de los movimientos sociales, políticos, guerrilleros y eclesiales por la justicia, la paz y el socialismo; En este escenario se destaca el protagonismo de los jóvenes y el surgimiento y ascenso de los curas rebeldes, algunos de ellos curas y teólogos revolucionarios.
Estos religiosos, si bien excepcionales y minoritarios, tienen la suficiente fuerza en la praxis comprometida con la evangelización y pastoral liberadoras que, de una parte, ocasionan tensiones y conflictos internos y reacciones contrarias, pero -al mismo tiempo- con su ejemplo siembran fértiles campos donde germinan semillas para el cambio y la revolución.
Entre esos precursores y pioneros de la Teología de la Liberación en Latinoamérica, deben mencionarse los colombianos Camilo Torres Restrepo, Gerardo Valencia Cano y René García; los brasileños Rubem Alves y Helder Cámara; el peruano Gustavo Gutiérrez; el uruguayo Juan Luis Segundo; los argentinos Rubén Dri, Lucio Gera, Carlos Mugica (sic) y Enrique Angelelli (estos dos últimos asesinados); y Porfirio Miranda de México, entre algunos otros.
Amor eficaz
Para entender uno de los mayores aportes de Camilo a la teología de la liberación y al ineluctable proceso revolucionario hacia la utopía del humanismo planetario, es necesario visualizar la propuesta precursora de Camilo sobre “el amor eficaz”, puente con la “opción por los pobres” planteada en la Segunda Conferencia del CELAM (Medellín 1968).
En su “Mensaje a los cristianos”, escrito en agosto 26 de 1965, seis meses antes de su muerte en combate el 15 de febrero 1966, en Patiocemento (departamento de Santander), Camilo nos dice: “La Revolución, por tanto, es la forma de lograr un gobierno que dé de comer al hambriento, que vista al desnudo, que enseñe al que no sabe, que cumpla con las obras de caridad, de amor al prójimo no solamente en forma ocasional y transitoria, no solamente para unos pocos, sino para la mayoría de nuestros prójimos.
“Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos”.
Opción por los pobres
La opción por los pobres constituye el axioma y fundamento mayor que construye y expresa la teología política de la liberación; representa la estrategia medular de su acción liberadora y, a su vez, el punto de encuentro para una acción coordinada con la izquierda revolucionaria y los movimientos contemporáneos de liberación. Se trata de una opción preferencial, mas no única, pero que toma partido prioritariamente por quienes requieren de una mayor y urgente atención; de tal manera se constituye en un Norte para la solidaridad y la ética cívica, acorde con el signo de los tiempos.
El anticlericalismo
Al estudiar la praxis revolucionaria del sacerdote Camilo Torres, es imprescindible referirse al anticlericalismo al interior de la misma Iglesia, predicado y promovido por los profetas de la teología de la liberación, entre ellos el sacerdote y sociólogo Camilo Torres.
En la década del sesenta -y de allí en adelante- surgen varios curas y religiosos rebeldes, en cuanto cuestionan al interior de sus iglesias (católica y algunas protestantes) el dogmatismo, la alianza con las élites opresoras y explotadoras, denuncian el abandono de los pobres, y reclaman la acción profética por la paz y la justicia.
El anticlericalismo presenta agentes internos y externos a la institución eclesial: en cuanto a los primeros se pueden apreciar desde su fuero interno por parte de clérigos de distintos niveles jerárquicos que han cuestionado algunos dogmas y preceptos; sin embargo, y al mismo tiempo, también se presentan críticas y oposiciones por parte de laicos, intelectuales, políticos y dirigentes de los movimientos sociales.
Vigencia del anticlericalismo
En su praxis pastoral y política, como sociólogo, sacerdote y revolucionario, Camilo manifiesta un anticlericalismo benéfico para la transformación y reencuentro de una Iglesia auténtica, coherente con el signo de los tiempos.
La persistencia en el siglo XXI de la Teología de la Liberación y del laicismo, demuestran la vigencia y necesidad del anticlericalismo en Latinoamérica y en el mundo, como estrategia ideológica y política indispensable para contribuir a la construcción colectiva y articulada del humanismo planetario. Concebimos el anticlericalismo como un proceso indispensable, histórico, finito y benéfico para la humanidad, esto es, positivo.
Convergencias y alianzas: posibles y necesarias
Desde el campo de los marxistas- leninistas, entre ellos Vladimir Lenin, Fidel Castro y Gilberto Vieira, y desde el campo de los cristianos revolucionarios, entre ellos Camilo Torres y René García; así como monseñor Óscar Arnulfo Romero, Ernesto Cardenal. Leonardo Boff, Françoise Houtar, Frei Betto, José María Vigil… ellos nos enseñan, nos invitan a trabajar en convergencia, unidos por el cambio, hacia la construcción de la ¡utopía del humanismo planetario! (Sobre este vital asunto y el aporte de Camilo del Frente Unido nos referiremos en una segunda entrega).