jueves, marzo 28, 2024
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Con el HUV en el corazón

La crisis del HUV es un síntoma más del inmenso cáncer que ha generado el sistema de salud antipopular que impera en Colombia. Lo que dé origen a tamaña sucesión de indignidades e infamias no merece medias tintas ni soluciones parciales.

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Édgar Piedrahita
Delegación de Paz de las FARC

A miles de kilómetros de distancia, el corazón no deja de acompañar a toda la comunidad caleña que se moviliza en defensa del Hospital Universitario del Valle. Estudiantes de la Universidad del Valle, trabajadores y trabajadoras de la salud e integrantes de las ligas de usuarios han encabezado una lucha patriótica en defensa del patrimonio de la ciudad y el departamento, logrando visibilizar la existencia de una crisis gigantesca en la principal institución sanitaria del Valle del Cauca.

La realidad del HUV hoy supera los límites de lo alarmante: El pasado 9 de octubre iniciaron huelga 85 médicos generales de la institución a los que se les adeudan cuatro meses de salarios. La sala de urgencias, la más importante del suroccidente colombiano, lleva ya un mes sin funcionar, y hace una semana las cocinas de la institución fueron cerradas: hoy, el hospital no puede brindarle alimentación a sus pacientes. En similar situación se encuentran el banco de sangre, las salas especializadas y el pabellón de neonatos.

En el plano laboral, la situación no es muy distinta: El personal del hospital vinculado por cooperativas de trabajo completa ya más de cinco meses sin recibir sueldos. La situación de los trabajadores de planta no es muy diferente: durante el último semestre ya han renunciado más de 300, debido a las pésimas condiciones laborales. Similar gravedad reviste la cancelación de las residencias y prácticas de los estudiantes de salud de la Universidad del Valle.

La respuesta de las autoridades departamentales no ha sido diferente a las que ha dado el Estado frente a situaciones similares en otros centros de salud del país: se arguye la existencia de una planta de personal exagerada, de una administración ineficiente y de un cuerpo de pacientes “demasiado grande”, al tiempo que se critica la gratuidad o bajo costo de los servicios prestados, etc. La respuesta de los medios de la burguesía local es unánime: el HUV debe ser intervenido y privatizado.

Un análisis del problema nos lleva a un panorama mucho más complejo. Efectivamente, sí hay administraciones ineficientes, burocracias innecesarias, corrupciones grandes y chiquitas, y abusos inexcusables. Pero esto no nos puede llevar a criticar a un hospital público por cumplir las tareas que debe cumplir un hospital público: brindar atención accesible o gratuita para la mayor parte de la población, responder a las necesidades básicas de la comunidad, ser un centro de irradiación de salud, ciencia y tecnología, etc.

Ante situaciones similares, la respuesta estatal ha sido el cierre y la privatización de los hospitales, con las consabidas consecuencias de detrimento del patrimonio público y de crecimiento de la falta de cobertura del sistema de salud pública. La experiencia nacional demuestra que esta salida agudiza aun más la crisis de la salud.

Pero la del HUV no es una situación aislada: el Valle del Cauca es hoy tierra fértil para la crisis hospitalaria. La tercera entidad territorial más poblada del país enfrenta una situación alarmante: se han cerrado los hospitales públicos municipales de Cartago y Palmira, mientras los de Buenaventura -que cubre la atención básica del sur del Chocó y el Pacífico caucano- y Tuluá, se encuentran en situaciones alarmantes.

La capital departamental no se queda atrás. A la crisis del HUV se le suma la de la antigua Clínica Rafael Uribe Uribe, encargada de las urgencias del norte de Cali, fundada bajo el antiguo Instituto de Seguro Social para luego ser privatizada y entregada a la Universidad Libre y Comfenalco EPS, y que hoy se encuentra al borde del cierre (la odisea de sus últimos 200 pacientes es particularmente dramática: http://www.elpais.com.co/elpais/cali/noticias/secretaria-salud-pide-garantias-para-pacientes-clinica-comfenalco-unilibre ).

Al tiempo, los hospitales que cubren la comuna 18 -ladera suroccidental- y el Distrito de Aguablanca -en el oriente, la zona más poblada de la ciudad- enfrentan situaciones similares. El Hospital San Juan de Dios, en el centro de Cali, recibe entonces la carga de la crisis de las otras entidades, llegando a niveles de hacinamiento nunca antes vistos (véase un panorama general de la crisis local aquí: http://www.elpais.com.co/elpais/salud/noticias/terremoto-huv-ya-tiene-replicas-otros-hospitales-cali).

Pero volvamos al HUV. El principal hospital del Valle es la más clara demostración del fracaso del modelo privado de salud impuesto en Colombia a partir de la ley 100 de 1993. A partir de su implementación, el centro sanitario fue desgajado de la Facultad de Salud de Univalle y adscrito a un complejísimo esquema que le vinculaba a las administraciones municipal y departamental y a los operadores privados -las EPS-. El resultado es un elefante burocrático en el que nadie sabe muy bien quién manda a quién, quién elige a quién y quién licita con quién. Terreno fértil para que proliferen la corrupción, el burocratismo y la ineficiencia.

Poco a poco, las salas de especialidades del hospital fueron privatizándose, haciendo que servicios vitales como nefrología o cardiología fueran inaccesibles para la comunidad de usuarios, formada principalmente por personas de los estratos socioeconómicos 1, 2 y 3. El patrimonio público se puso a disposición de operadores privados a los que poco o nada les importa la salud del pueblo.

Pero el peso fundamental de la crisis del HUV recae en el nefasto papel de las EPS privadas. A fecha de julio del presente año, estas le adeudaban al hospital la exorbitante cifra de más de 120 mil millones de pesos, cerca de 42 millones de dólares (http://occidente.co/deudas-de-eps-tienen-en-crisis-al-huv/). Un pasivo creciente como este condena al hospital a una lenta muerte.

Pongamos un ejemplo práctico de cómo funciona este modelo absurdo. Imagínese usted la siguiente situación: camina tranquilamente por una asoleada acera del barrio San Fernando cuando lo asalta un ataque cardíaco. Los transeúntes azorados lo llevan a la Sala de Urgencias del HUV donde es atendido inmediatamente, salvado de la muerte y puesto en una atestada sala de recuperación. Incomodidades más o menos, a los cinco días usted puede volver a su casa bastante tranquilo: está vivo y los costos de la atención de urgencia, de cirugía, medicamentos y hospitalización -cercanos a unos cuatro millones de pesos- no los asume usted sino, en teoría, su EPS.

Hasta allí todo muy bien. Pero la cosa no para ahí, ya que en las cuentas del HUV esos cuatro millones -que fueron costeados efectivamente por el hospital- se suman a la deuda que su EPS tiene con el centro y que nunca paga. Ahora, multiplique esa cifra por la cantidad de urgencias de la tercera ciudad del país -entendiendo que el HUV ha atendido históricamente los casos de alta gravedad del sur del Valle y el norte del Cauca- y empiece a imaginarse cómo día a día se ha golpeado nuestro patrimonio colectivo a través de un modelo que solo sirve a la acumulación de unos pocos.

Las EPS desangran gota a gota nuestro Hospital, deterioran su atención y pauperizan aun más las condiciones de existencia de los sectores populares. Y, al tiempo, abren el camino a la privatización, a las clínicas particulares y a la deshumanización completa de la vida. La conclusión es sencilla: en Colombia priman los intereses del capital privado por encima de la más humana de las necesidades básicas de la población, la salud.

La pregunta que todo ser racional se haría inmediatamente es: ¿Qué es lo que hace intocables a las EPS? No solo su poderío económico, en tanto son parte de un sistema diseñado para su enriquecimiento infinito, sino también el respaldo de sectores determinantes de la vida política. Eso los sabemos muy bien en el Valle del Cauca: dos de los “caciques” determinantes de la política regional -la candidata a la gobernación Dilian Francisca Toro y el destituido ex gobernador Juan Carlos Abadía Campo- son verdaderos amos del meganegocio de la salud en el departamento. Así, un verdadero círculo vicioso que incluye politiquería, clientelismo y corrupción ahoga la cobertura en salud de más de siete millones de compatriotas.

Sobran las razones para defender el HUV. Algunas son, incluso, de índole cultural: el HUV es una de las primeras construcciones de estilo californiano en el país y es parte del patrimonio arquitectónico de la ciudad. Está ubicado en el centro del barrio San Fernando, a solo cuadras del Estadio Pascual Guerrero, la Facultad de Salud de la Universidad del Valle, el fallecido Teatro San Fernando, la Escuela Nacional del Deporte y la Calle Quinta. Atentar contra él es atentar contra la ciudad, su historia y su cultura.

Adicionalmente, el HUV ha sido un centro científico de primera línea. Como practicantes en sus salas se han formado generaciones enteras de profesionales de la salud de altísimo nivel, no solo de la Universidad del Valle sino de centros educativos de toda América Latina. La comunidad univalluna siente al HUV como propio -por más que peripecias administrativas intenten alejar día a día a las dos instituciones- y ha estado siempre en la vanguardia de su defensa.

La muerte del Hospital Universitario, disfrazada o no como “intervención” o “reingeniería”, significa un ataque directo a la atención básica en salud de una población de más de siete millones de personas. No puede haber una Cali justa y en paz cuando se atenta contra el corazón del bienestar de sus mayorías.

La crisis del HUV es un síntoma más del inmenso cáncer que ha generado el sistema de salud antipopular que impera en Colombia. Lo que dé origen a tamaña sucesión de indignidades e infamias no merece medias tintas ni soluciones parciales. El inmenso movimiento social derivado de la presente crisis es señal de que el pueblo defiende lo suyo y que está para cosas grandes. Desde la lejanía no puedo dejar de decir que yo también soy HUV.

Pueblo Colombiano: ¡Pa La Mesa!

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