El Gobierno impulsa las comunidades energéticas como un mecanismo de organización para enfrentar los retos de la transición energética y garantizar el derecho a la energía
René Ayala B
@Reneayalab
Don Carlos Martínez es un curtido líder campesino del Magdalena medio. Lleva marcado en su rostro y su historia la trayectoria de un hombre sobreviviente. Llegó a la región huyendo de la violencia y decidido a no irse nunca más. Se organizó con la comunidad de su territorio en las estribaciones de la serranía de San Lucas y llegó a representarla como concejal de la Unión Patriótica en Yondó, Antioquia. Luego se volvió a refugiar en su parcela para no caer, como muchos de sus compañeros, víctimas del genocidio contra su partido político.
Cuando el paramilitarismo pretendió expulsarlos a sangre y fuego, don Carlos y sus compañeros construyeron para defender el derecho a la tierra y a la vida la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra, ACVC, una emblemática organización en el territorio: “Fundamos la Asociación, que nació para defender los derechos humanos y resistirnos a la violencia”.
Luchando por la luz
Hoy hace parte del Consejo ético y moral de la ACVC, órgano consultivo y referente de la organización campesina. Don Carlos ha vivido hace más de 30 años en Puerto Matilde, población que levantó el campesinado a orillas del río Cimitarra y se ha convertido en el centro del proyecto organizativo que representa la Asociación en la región.
Allí se consolidó el proyecto bufalero, iniciativa emblemática de la economía campesina en las Zonas de Reserva. Esta aldea comunitaria ha impulsado acciones organizativas que han dignificado la vida del campesinado y Don Carlos ha sido uno de sus protagonistas. Gracias a esa lucha, después de vivir en la penumbra, aguantando la humedad y el calor a los que sacaban el quite encendiendo sus abanicos y refrigerando sus productos con las pocas horas de luz que daban las ruidosas plantas eléctricas que desgarraban el silencio de la noche; lograron que los tendidos de electricidad llevaran la luz a sus hogares.
“La pelea por tener luz en el caserío fue tan dura como la que dimos por nuestros derechos, quizá por la estigmatización nos mantenían en el abandono. Usted se subía a un filo y veía el reflejo de luz de la refinería de Barrancabermeja. Mientras nosotros, al lado de una ciudad, vivíamos en el siglo pasado, sin poder mantener nuestros alimentos, ni tener derecho a recrearnos y, lo peor, atemorizados de que los grupos armados, aprovechando la oscuridad, agredieran a la comunidad.
»Realmente, apagábamos nuestra vida cuando caía la tarde”, así recuerda don Carlos esas décadas de padecer la falta de fluido eléctrico en Puerto Matilde y los demás poblados en la región del Valle del Río Cimitarra.
La comunidad vive la noche
Hoy hay vida nocturna en los caseríos que bordean el río. Las familias se reúnen a departir, escuchar noticias o ver los partidos de la selección. La Junta de Acción Comunal puede desarrollar sus reuniones después de sus jornadas de trabajo en las labores del campo. La bufalera y los proyectos productivos cuentan con la energía que requieren para su funcionamiento, ya la oscuridad no callaba el bullicio vital de Puerto Matilde.
“Fue gracias a la lucha que llegó la luz, como todo lo que hemos conseguido. Ahora el problema está en las tarifas que no se compadecen con la realidad, pues somos pobres y vivimos del día a día, nos toca luchar de nuevo contra el abuso de las empresas de energía. Sabemos que el Gobierno hace lo posible por garantizar el cobro justo, pero la privatización de los servicios públicos golpea siempre al más débil, al más jodido.
»Estamos ahora impulsando, en concordancia con lo planteado por el presidente Petro, poder generar energía limpia, barata y que aproveche el recurso inagotable de este territorio, luz solar durante más de doce horas diarias, promover paneles solares, algo que hemos hecho y donde tenemos experiencia, pero con tecnología que permita garantizar la energía que requiere nuestra gente para su vida y su trabajo.
»Nosotros ya estamos organizados, la ACVC tiene la experiencia, somos el corazón de las comunidades energéticas, mucho más ahora en medio de la crisis del mundo con las fuentes de energía contaminantes, eso lo entendemos y queremos ayudar para concretarlo”, así expresa don Carlos la convicción de su organización frente a la iniciativa que impulsa el Gobierno como eje de la política energética de constituir comunidades energéticas, donde potenciales usuarios energéticos pueden impulsar mecanismos de generación en el marco de la transición energética justa, como establece el decreto 2236 de 2023 del Ministerio de Minas y Energía.
Este decreto define esta dimensión organizativa comunitaria como “grupos organizados de usuarios naturales o jurídicos que puedan asociarse para generar, comercializar y/o usar eficientemente la energía a través del uso de fuentes no convencionales de energías renovables, combustibles renovables y recursos energéticos distribuidos”.
Energía para el cambio
Las comunidades energéticas constituyen una alternativa para territorios como la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra. El Ministerio de Minas y Energía reporta que ya son más de 18.000 postulaciones en todo el país para constituirlas, lo que permite avizorar un proceso de transformación en las regiones frente al acceso a fuentes de energía que contribuyan en impactar el territorio para garantizar la sostenibilidad ambiental, la autonomía y resistencia frente a cambios climáticos extremos, la reducción de costos energéticos gracias a la producción y consumo eficiente y potenciar el desarrollo comunitario promoviendo la participación y fortaleciendo la cohesión social.
Don Carlos es la expresión misma de los campesinos que han resistido la guerra y permanecen en el territorio construyendo sus proyectos de vida, que no pierden la esperanza. Ellos en la oscuridad han cantado sus coplas y décimas, cuentan sus historias y jamás han perdido la alegría, pero la energía eléctrica fortalece sus formas comunitarias, sus economías y desata el bullicio que da vida a Puerto Matilde, o a cualquier caserío campesino de la Colombia profunda que tiene derecho a que la penumbra no acalle su existir.