viernes, abril 19, 2024
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¡Colombia necesita un santo!

Que sea funcional al sistema

Laura Montoya, futura santa colombiana.
Laura Montoya, futura santa colombiana.

Ricardo Arenales

En hora buena los colombianos vamos a tener un santo propio. Mejor dicho, una santa. Antioqueña para más señas. En estos momentos de crisis, nada mejor que un representante nuestro ante los altares, que nos sirva de paliativo a nuestros males, que no son pocos. El país lo necesita. Bueno, no tanto el país, sino la clase política del país. Además, un santo que le resulte funcional en su empeño de distraer a la feligresía de sus reales y angustiosos problemas terrenales.

La jerarquía católica, los sectores más retardatarios y conservadores y no pocos círculos gobernantes han albergado desde hace un tiempo la idea de que los colombianos tengamos santo propio. A la candidata que con más fuerza se impulsó, hasta convencer al Santo Papa de su canonización, es a la matrona antioqueña Laura de Jesús Montoya Upegui, nacida en Jericó el 26 de mayo de 1874 y fallecida en Medellín el 21 de octubre de 1949.

Otros candidatos hacen turno para subir a los altares. Los casos más notables son el del beato antioqueño Jesús Aníbal Gómez, perteneciente a la congregación de los Misioneros Claretianos, asesinado a los 22 años de edad en España, en cumplimiento de una tarea misional. Y más recientemente se ha postulado la candidatura del padre Rafael García Herreros, fundador de la obra pastoral El Minuto de Dios, de un programa de televisión del mismo nombre, y amigo y defensor del capo del narcotráfico Pablo Escobar Gaviria.

Se levanta con mucha fuerza la idea de que la madre Laura sería la primera santa colombiana y eso nos pondría en un sitial de honor en el mundo de la fe y la cristiandad. Técnicamente, no sería la primera santa colombiana y no sería del todo justo afirmarlo así.

Un santo olvidado

Aunque San Pedro Claver fue un misionero jesuita nacido en Verdú (España) en 1580, por su abnegación, empeño y desprendimiento hacia la causa de los esclavos recién traídos del África en los barcos negreros de sus compatriotas fue canonizado en el año de 1888 y consagrado como ‘el santo patrón de los colombianos’. En algunos textos literarios se le conoce como “El apóstol de los negros”, o “el esclavo de los negros”, y su magisterio, ante los ojos de los creyentes, aparece mucho más sólido y fecundo que la discutible obra de la madre Laura.

Y aunque una discusión en este sentido puede aparecer ahistórica, lo que importa ahora es que tengamos una santa de la que podamos echar mano para la crisis que vivimos en el momento.

Los reinados de belleza en Cartagena ya no despiertan la emoción de antes, y andan de capa caída por los escándalos que los envuelven. Tampoco la vuelta a Colombia en bicicleta. Los partidos políticos, ha dicho una encuesta reciente, ya no despiertan emoción ni credibilidad como antes.

En cambio, tenemos 62 mil desaparecidos y tres mil sindicalistas asesinados, y el dedo acusador de los organismos de derechos humanos por este crimen contra la humanidad. Y Santa Laura Montoya podría contribuir a borrar de la memoria de los colombianos esta tragedia.

No pensar

Hay un registro de cuatro mil masacres en los últimos años, de una mortalidad infantil del cuatro por mil, que en los menores de cinco años se dispara al 24 por mil, y la presencia beatífica de la madre Laura podría hacernos olvidar de semejante desventura.

Catorce millones de colombianos no disponen de saneamiento básico, dos y medio millones de ellos no tienen vivienda, y 2’300.000 niños en edad escolar no tienen cupo en las escuelas. Dos y medio millones de niños son víctimas del trabajo infantil y el déficit en salud bordea los 2.8 billones de pesos. Estas son apenas cifras tomadas al azar de la inmensa tragedia social de los colombianos, que tiene rubros más escabrosos aun.

La clase política necesita un lenitivo que adormezca conciencias, que desmovilice, que distraiga la mente de los colombianos y no piensen en semejante panorama. Por eso le resulta tan funcional una santa colombiana en la actual coyuntura histórica del país. Y seguramente muchos le rezarán una oración una vez se conozca la buena nueva desde el Vaticano.

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