martes, marzo 19, 2024
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Caso Coltejer: Las mujeres en la industria

A propósito del reciente anuncio de la icónica compañía textil en desvincular colectivamente a su nómina de trabajadoras y trabajadores, VOZ reflexiona sobre la industria de manufacturas en el país, la participación de las mujeres y los procesos sindicales en la primera mitad del siglo XX

Anna Margoliner

La compañía textil Coltejer anunció el pasado 16 de enero la conclusión del proceso de desvinculación laboral de su nómina de empleados y agregó detalles sobre la estrategia que se está llevando a cabo para evitar su liquidación total.

Los primeros intentos de industrialización en Colombia se remontan al siglo XIX por la influencia inglesa y los deseos de producir armamentos para las guerras de independencia y civiles, además del proyecto inacabado de la construcción de ferrocarriles que brindaran la comunicación necesaria entre todos los territorios del país.

Sin embargo, es hasta inicios del siglo XX cuando se concretan los espacios industriales cuando, gracias a las experiencias acumuladas y las mejoras en tecnología para la producción de café y las minerías de oro y plata, aparece la industria cervecera de la mano de Bavaria en Santander y Bogotá y las fábricas de tejidos en Medellín, Cali y Bucaramanga.

En ese contexto la Compañía Colombiana de Tejidos, Coltejer, fue fundada en 1907 por Alejandro Echavarría Isaza, siendo la primera empresa textilera de Latinoamérica. Para 1910 ya contaba con 100 máquinas y 150 trabajadores.

A lo largo de su funcionamiento esta empresa se caracterizó por avanzar tecnológicamente y marcar una pauta en la región en cuanto a la innovación de las máquinas para producir textiles y construyó Centro Coltejer el edificio más alto del país hasta ese momento. Además, fue patrocinadora del ciclismo colombiano y contó con una Bienal de Arte, con la participación de artistas nacionales y extranjeros.

En 1978 Carlos Ardila Lülle asume su control accionario y la empresa continúa su período de expansión hasta la década de 1990. A finales de los 2000 se une al Grupo Kaltex, industria textil mexicana, debido en parte al declive de Coltejer atribuido principalmente a la liberación de importaciones, la revaluación del peso colombiano y el contrabando.

Después de la cuarentena en el marco de la pandemia por el covid-19, en el 2021, anuncia un cese de operaciones por las grandes pérdidas que esta significó, por lo tanto, radicó en el 2022 una solicitud de despido colectivo ante el Ministerio de Trabajo. En la actualidad afirma que están en proceso de venta de inmuebles para no entrar en liquidación total.

Las mujeres en las fábricas

El papel de las mujeres en la sociedad durante el siglo XX buscó fortalecer su participación en diferentes ámbitos de la vida pública en general, debido a que históricamente en el orden patriarcal, estaban reducidas al rol del hogar.

Los nuevos Estados-nación y el predominio del capitalismo como sistema económico permitieron que paulatinamente las mujeres se vincularan política y económicamente en las nuevas funciones que esto suponía: como ciudadanas y trabajadoras, no porque el sistema así lo indicara sino como consecuencia de sus luchas de reivindicación.

La incorporación de las mujeres en las fábricas surgió debido a la necesidad que apareció de mano de obra para estas. Las mujeres que asumieron estas vinculaciones laborales eran provenientes de las clases populares pues debían aportar económicamente a su hogar, lo que supuso una fractura en el movimiento feminista debido a la diferencia con las mujeres de la élite. Las trabajadoras estaban doblemente explotadas porque debían combinar las actividades propias de sus hogares junto con su rol de obreras.

Por esta razón, el hecho de aparecer en la vida pública como obreras no supuso automáticamente una reivindicación, en cuanto a ocupar el mismo espacio de los hombres, sino una opresión más. Este trabajo en función del sistema capitalista las ocupaba en otra tarea mas que asumir y ganaban menos que los hombres, así, las primeras manifestaciones de las obreras reclamaban condiciones más justas de trabajo e igualdad de salario.

En el caso colombiano esta desigualdad provenía de mantener a la mujer en una posición que no le permitiera sustentarse por ella misma, además de participar únicamente en lo que se conocía como “labores femeninas”.

Vinculación laboral

La incorporación de la mano de obra femenina en Latinoamérica y Colombia según Bárbara Potthast en su libro Madres, Obreras, Amantes: protagonismo femenino en la historia de América Latina, empezó en casa y conforme se tecnificaban las industrias empezaron a laborar allí:En muchos casos hubo una fase de transición, en la que inicialmente las mujeres producían mediante trabajo manual a domicilio los artículos textiles.

La difusión de máquinas de coser a fines del siglo XIX condujo posteriormente no tanto a facilitar el trabajo de las mujeres, sino más bien a la caída de los precios. Ello provocó que pocas mujeres estuvieran en condiciones de comprar esas máquinas para realizar su trabajo casero. Se vieron obligadas a trabajar a destajo en las fábricas o a utilizar las salas de costura creadas por organizaciones de caridad, en las que podían utilizar sin costo alguno estas máquinas de coser. Solo era necesario un pequeño paso para llegar al trabajo fabril ordinario”.

Con respecto a las nuevas industrias en Colombia y las mujeres, el historiador Mauricio Archila afirma que estas se abastecían de mano de obra femenina en sus primeras fases y se beneficiaban porque las creían más dóciles, eran jóvenes y estaban dispuestas a aprender el oficio. El periodista comunista Luis Tejada decía que los patrones preferían a las mujeres porque las asimilaban a bestias de carga que no poseían derechos ni necesidades o sensibilidad humana pues nacieron para trabajar.

Finalmente, la académica Daniela Santos recopila que cuando se crearon las fábricas antioqueñas (1910–1920) casi la totalidad de mano de obra era femenina. En Fabricato para 1928 las mujeres constituían el 76% de la mano de obra fabril e incluso en 1945 las mujeres aún ocupaban más de la mitad de mano de obra en el sector textil, artes gráficas y tabaco.

Sindicalización de las mujeres

La Unión de Trabajadores de Colombia, UTC, fundada por jesuitas en 1946 mayoritariamente por sindicatos antioqueños de derecha, dentro de los cuales se encontraban representadas las grandes empresas de textiles: Coltejer y el Hato, es una muestra de la utilización de la asociación de trabajadores por parte de los patrones para controlar el ascenso de la sindicalización comunista y, en muchos casos, erradicarla, a través de un discurso moralista impartido por monjas y sacerdotes en las mismas fábricas, porque la religión católica impartía discursos sobre el papel de los y las obreras en sus núcleos familiares.

Sin embargo, también existieron múltiples ejemplos de reivindicación femenina en las industrias antioqueñas, tal como lo señala Beatriz Guerrero: “La obrera Betsabé Espinal en 1920 lideró una huelga que reivindicó los derechos sociales fundamentales de las trabajadoras.

Esta movilización evidenció las duras condiciones experimentadas por las mujeres en las primeras grandes fábricas de nuestro país. Espinal, de veintitrés años, se organizó junto con otras 400 obreras textileras para enfrentar a los dueños de la Fábrica de Tejidos de Bello y su injusto sistema de trabajo”.

Esta y otras huelgas buscaban, entre otras cosas, la igualdad con los obreros, parar con el acoso sexual hacia las obreras y salarios acordes con sus trabajos. Este capítulo de la historia de las mujeres en Colombia ha sido poco investigado e incluso ignorado por la historiografía hasta el momento. Gracias a estas obreras, a su lucha, seguimos en pie buscando la equidad. Parte de este rescate debe ser reconocerlas y divulgar sus logros.

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