domingo, junio 16, 2024
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Café amargo

La utilidad para el operador financiero de Wall Street es dos veces y media mayor a la del caficultor, sin producir una mata de café ni arriesgar un peso

Redacción Política

Un video de un campesino se viralizó en las redes cuando, indignado por el precio al que la cooperativa le compraba la libra de café, por menos de una sola taza de tinto en una tienda Juan Valdez, el campesino alertaba airado ─con recibo en mano─, a los consumidores de una sucursal en Armenia, que prefirieron ignorarlo.

La senadora Aída Avella, en debate de control político a la Federación Nacional de Cafeteros, FNC, en la Comisión Cuarta del Senado el 8 de mayo pasado, respondió a esta pregunta esencial ¿por qué el cultivo de café en Colombia se convirtió en una actividad extractivista, que no genera ningún valor agregado, para asegurar la venta de futuros en el mercado financiero? ¿A quién beneficia este negocio que en Colombia produce 3500 millones de dólares en exportaciones, producto del esfuerzo de seiscientas mil familias que trabajan a pérdidas?

Explicación sencilla

Para comprender el problema y el alcance del debate, la senadora Avella basó su análisis en una medida que todos los colombianos entienden, por su relación cotidiana con ella: ilustró la profunda injusticia vivida por el campesino cafetero en tazas de café.

Alrededor de seiscientas mil familias colombianas, 92 por ciento de las cuales son minifundistas, siembran 976 mil hectáreas de café, en fincas de menos de cinco hectáreas, con una productividad muy lejana a las 120 arrobas, en dos cosechas anuales. Esto significa que la ampliación de la frontera agrícola en el segundo eje cafetero ─Huila, Caquetá, Putumayo─, con un rendimiento inferior a ese promedio, no resuelve el problema y reproduce un esquema de hambre, con un ingreso inferior al salario mínimo mensual por caficultor.

La carga de café tiene diez arrobas o 125 kilos, es decir, 250 libras. En mayo de 2024, el promedio de compra en las 500 cooperativas afiliadas a la FNC fue de 1.530.000 pesos. Eso equivale a 6.120 pesos por libra. Un pequeño caficultor invierte más de 3000 pesos por libra, lo cual reduce su margen a menos de 70 centavos de dólar, cuando el futuro del café en la bolsa de Nueva York promedió este mes los 1,95 dólares, poco más de 7600 pesos, tres veces más que para el caficultor colombiano.

El estándar mundial de rendimiento por libra es de 70 tazas de café, lo que equivale a un margen para el pequeño caficultor de cien pesos por taza. Ese mismo tinto es vendido en Juan Valdez a 4500 pesos, con una ganancia de 3600, treinta y seis veces superior a la del pequeño caficultor. “Juan Valdez, el café de los caficultores colombianos”.

Cada caficultor aporta una parafiscalía de seis centavos de dólar por libra exportada, quince dólares por carga. En 2023, Colombia exportó doce millones de sacos de café verde, lo que equivale a 90 millones de dólares, 94 por ciento de la producción total, más 5,75 millones de dólares por los otros tipos de café exportado ─tostado, soluble, en extracto─, complementados por las regalías de Juan Valdez, para un total de 106 millones de dólares, que constituyen el Fondo Nacional del Café, FONC, administrado por la Federación, por contrato celebrado con el Gobierno nacional, vigente hasta 2026.

Campesinado cafetero paga los salarios de la burocracia en la FNC

El FONC cumple tres funciones: asegurar la investigación científica, garantizar la asistencia técnica y mantener los gastos de funcionamiento de la FNC. Durante el gobierno Santos, en el cual su exministro de Defensa, Gabriel Silva, era presidente de la FNC, dicho contrato fue modificado para que tres de los seis centavos que cada caficultor aporta por libra exportada, financien los gastos de funcionamiento de la FNC, es decir, más de 50 millones de dólares anuales para pagar salarios a sus directivos que, como Germán Bahamón, devengan en promedio de cinco a seis veces más que el presidente de la República.

Al mismo tiempo, 75 por ciento de las familias cafeteras no alcanzan el nivel de ingreso digno, y 44 por ciento de ellas viven por debajo de la línea de pobreza monetaria. Seiscientas mil familias cafeteras mantienen con su trabajo una organización que no los representa. A pesar de que el FONC está compuesto al 100 por ciento por fondos públicos, por sexto año consecutivo arroja pérdidas, en 2023, de 27 millones de dólares.

La FNC no rinde cuentas, ni públicas ni al gobierno

Los directivos de la Federación siguen, como lo denunció la ministra de Agricultura, Jennifer Mujica, sin hacer públicas sus cifras, ni someterse a los organismos de control, bajo el argumento que son una entidad privada.

El 24 de abril pasado, en ejercicio de control político a la FNC, la ministra Mujica demostró la ausencia total de integración en la cadena de valor del sector cafetero en el país, cuya consecuencia directa es que el productor sólo se quede con las pérdidas, mientras las ganancias se concentran exclusivamente en la comercialización y en la exportación del grano, sin socializar dicha riqueza ni transformar industrialmente el mismo.

Puso en entredicho el costoso e ineficiente modelo de intermediación de la FNC en la cadena productiva, cuyo resultado ha sido, casi cien años después de su fundación, que una de cada dos familias cafeteras viva por debajo de la línea de pobreza, basando el mismo en la exportación de café verde, el peor pagado en el mercado, al tiempo que se importan 500 millones de dólares de café de pésima calidad provenientes de Brasil, a cero arancel y para el consumo local, en la más absoluta de las contradicciones.

El 8 de mayo, el ministro Bonilla le dijo al directivo Bahamón que este modelo era insostenible, así como el ministro Umaña le demostró de manera ilustrada que la cadena de valor del café no comienza ni termina con la FNC, dejando sentada su irrelevancia. Ninguna de las realidades puestas de manifiesto por la senadora Aída Avella pudo ser desmentida.

El director de la FNC prefirió el silencio o la evasión, concentrándose en una meticulosa acción mediática que, sin embargo, no puede esconder lo irrefutable: una sola taza de café demuestra la injusticia de un modelo basado en la ruina del campesino, para proteger una ínfima minoría de ocho por ciento de productores medianos y grandes, al costo de una burocracia ineficaz.

Para afrontar y cambiar esta situación, se debe apoyar y potenciar la acción de la Asamblea Nacional Cafetera, impulsada por el Gobierno del Cambio y el campesinado cafetero.

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