José Ramón Llanos
La suerte está echada. Los protagonistas están identificados y el escenario listo para las acciones. No hay lugar para el engaño o las confusiones. La extrema derecha ha definido sus peones -porque en el movimiento Uribe Centro Democrático, el ex presidente no tiene pares, sólo súbditos-. Óscar Iván Zuluaga es el títere elegido por la “Convención” para aspirar a la presidencia de la República.
El programa es una retahíla de frases que encubren sus planes antidemocráticos. Por ejemplo, a la represión la llaman seguridad democrática. Al marco jurídico político que justifica la superexplotación de los asalariados y las elevadísimas tasas de intereses, la denominan garantía inversionista. Además, la parte más sincera de su discurso es su sistemática oposición al proceso de paz y su talante militarista. Por otra parte, los más destacados paramilitares son sus amigos.
La otra expresión ideológica de la derecha está personalizada en el presidente Juan Manuel Santos y su coalición de gobierno. Ya sabemos quién es: criminaliza la protesta social, incrementa las acciones guerreristas; implementa radicalmente el modelo neoliberal; se mantiene indiferente ante las agresiones imperialistas a la soberanía nacional. Incluso, ha diseñado una política contra los trabajadores y aplica y defiende la política uribista de la salud.
Este panorama de los líderes de la derecha y de la extrema derecha, sus programas y ejecutorias, cuentan con el repudio de los sectores populares y de la clase media. Por esa razón la mayoría de la población colombiana necesita y exige un liderazgo de los partidos y movimientos progresistas y revolucionarios para definir un urgente programa democrático, que contenga políticas equitativas, anticorrupción, soberanas. Que formalice las relaciones laborales y garantice un manejo de la minería en pro de los intereses nacionales y que proteja la salud humana y el medio ambiente.
El desprestigio de los candidatos derechistas es de tal naturaleza que por primera vez tenemos real opción de poder de los partidos de izquierda. El pueblo y la historia castigarán a todos aquellos que por egolatría y discutibles razones ideológicas entorpezcan o impidan la unidad de los demócratas y revolucionarios, con lo cual imposibilitan la llegada al gobierno de las clases explotadas y facilitan que las oligarquías continúen monopolizando el poder.
El imperativo es la unidad. Muerte al grupismo miope o ególatra. El gobierno está al alcance de las manos. Compañeros del Partido Comunista, del PDA, de la Unión Patriótica, de Marcha Patriótica, de los Progresistas, no más argumentos o pretextos sectarios contra la unidad. El único y siniestro enemigo es la dinastía derechista. Con la unidad la desterramos del gobierno y del poder. Es la hora de la férrea unidad, sin dilaciones.