La defensa de la naturaleza y el combate al hambre que padecen más de 30 millones brasileros se constituyen en las prioridades del nuevo gobierno, una vez asuma la presidencia de la República Federativa del Brasil, el primero de enero de 2023
Pietro Lora Alarcón – Especial para VOZ
El 30 de octubre de 2022 fue un día histórico. La coalición Brasil Esperanza salió airosa y triunfante de la contienda electoral presidencial. Luiz Ignacio Lula da Silva es el nuevo jefe de Estado y de gobierno de la República Federativa del Brasil.
La convergencia ganadora está conformada por el Partido de los Trabajadores, PT, el Partido Comunista del Brasil, PCdoB, y un conjunto de movimientos sociales y políticos representativos de la sociedad brasileña. Su agenda programática está por el retorno a una convivencia civilizada y democrática, el respeto a las instituciones conquistadas en la Constitución de 1988 y por la recuperación de los derechos sociales arrebatados.
En esta segunda vuelta, Lula obtuvo el 50,9 % y Jair Bolsonaro alcanzó el 49,1% de la votación. La diferencia es de más de dos millones de votos. En la primera vuelta la distancia fue de seis millones a favor de Lula, que para el ballotage aumentó la votación en tres millones, suficiente para derrotar al presidente-candidato de la extrema derecha.
Para entender los resultados de la jornada es transcendental identificar que la coalición Brasil Esperanza obtuvo los apoyos de la candidata del Movimiento Democrático Brasileño, MDB, Simone Tebet, y del Partido Democrático del Trabajo, PDT, cuyo candidato había sido Ciro Gomes. Ambos aspiraron a la presidencia en la primera vuelta.
La jornada
Antes de proclamado el resultado por el Tribunal Superior Electoral, el júbilo por la victoria se tomó las calles de varias ciudades en el mundo. En Buenos Aires, por ejemplo, hubo manifestaciones y fiestas populares.
Igualmente se registró un amplio reconocimiento de la comunidad internacional de Estados y organizaciones, que acompañó con especial interés la jornada. El estado de alerta surgió por razones más que justificadas, teniendo en cuenta las declaraciones del presidente-candidato Bolsonaro en desconocer el resultado de la votación si, en su criterio o de algunos sectores de las fuerzas armadas, no hubiese transparencia en el proceso electoral.
Después de 48 horas de conocido el resultado, Bolsonaro apareció y en dos minutos frente a la prensa, leyó un comunicado donde no reconoció su derrota, al mismo tiempo que se resistió en felicitar al candidato vencedor. Sin embargo, le ordenó al ministro de la Casa Civil iniciar la transición de gobierno. Por su parte, el vicepresidente electo Geraldo Alckmin fue delegado por el presidente Lula para coordinar la entrega del poder.
Reacciones
Uno de los primeros presidentes en demostrar su alegría con la victoria del pueblo brasileño fue Gustavo Petro quien expresó su satisfacción. “¡Viva Lula!”, fue el trino del mandatario colombiano. También el presidente estadounidense Joe Biden destacó en su mensaje la confiabilidad y transparencia del sistema electoral. Por su parte, el presidente de la República Popular China Xi Jinping, manifestó la necesidad de un “nuevo nivel de amistad estratégica con Brasil”.
Por su parte, el ministro de medio ambiente noruego, Espen Barth, declaró que retomará los auxilios para el cuidado del bioma amazónico y la cooperación en la agenda internacional. El presidente argentino Alberto Fernández, no solamente envió un mensaje, sino que llegó este lunes a Brasil para felicitar personalmente al presidente Lula. El presidente de Cuba Miguel Díaz-Canel expresó su felicitación en nombre del pueblo cubano, al igual que el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.
La derrota de Bolsonaro
El derrotado candidato-presidente Jair Bolsonaro, considerándose siempre vencedor de antemano, con un lenguaje agresivo contra “los comunistas que se tomaron ya Colombia y Venezuela”, “los rojos que no creen en Dios ni en la familia”, no solamente intentó sembrar dudas sobre la transparencia del proceso electoral para avanzar a una acción golpista sin sentido, sino que se posicionó contra América Latina en sus debates, acusando a los anteriores gobiernos de Lula por trabajar en una agenda de ayuda a pueblos vecinos que, en su opinión, son solo fuente de gastos y en nada contribuyen al Brasil.
Una avalancha de fake news y de mentiras sistemáticamente vehiculadas y en favor de Bolsonaro fue denunciada diariamente y prohibidas por decisiones de la corte electoral, al tiempo que militantes del PT y partidos de la coalición fueron y son todavía hostilizados en calles, centros comerciales y parques públicos, generando un clima de tensión inédito en el país.
Con Lula la coalición vence no solo al candidato-presidente, sino a un gobierno que abandonó los límites de la Constitución, militarizó los cargos públicos y utilizó recursos del Estado en su campaña de manera abierta.
La victoria es la superación popular y el deseo de un “no más” a un gobierno que abandonó las obligaciones constitucionales con los derechos sociales, que redujo el presupuesto para la salud en plena pandemia, congeló el salario mínimo real por tres años consecutivos, restringió la inversión en la educación con el pretexto de que en las universidades brasileñas “enseñan vandalismo y subversión”, mientras anulaba las acciones y programas sociales contra el racismo y en beneficio de los grupos más vulnerables de la sociedad.
Frente amplio contra el fascismo
La victoria de Lula representa la unidad de amplios sectores en torno a valores como la preservación de la vida y la democracia. La coalición Brasil Esperanza comenzó como una confluencia de partidos, convirtiéndose rápidamente en un gigantesco movimiento que hoy se presenta como algo más que una propuesta política para ganar la elección. Se configura, como dijo el presidente Lula en su primera alocución, en la posibilidad real de un amplio frente de combate a la extrema derecha, al autoritarismo y al abandono de los derechos de la gente.
Internacionalmente, en el análisis de muchos delegados presentes oriundos de más de 30 países del mundo, existe la esperanza de una nueva era, con foco en la integración de América Latina, con soberanía y propuestas concretas de orden económico, que pasa por retomar el liderazgo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac, y revivir la Unión de Naciones Suramericanas, Unasur.
Paz, democracia y justicia
La política en defensa de la naturaleza, junto con el combate al hambre que hoy padecen más de 30 millones de personas en Brasil, se constituyen en las prioridades del programa que tendrá el nuevo gobierno una vez asuma la presidencia de la República el próximo primero de enero de 2023.
Se trata del rescate actualizado de la agenda socioambiental perdida. El diálogo entre economía y ecología, así como las propuestas para favorecer la agricultura familiar ligadas a un modelo de desarrollo de base sustentable destinado a generar riqueza, son algunos elementos para superar el paquete destructivo que deja el gobierno de Bolsonaro.
Son muchos desafíos, pero también hay nuevos caminos. Brasil con el liderazgo de Lula abre vías para una nueva relación con Colombia, explorando nuevas posibilidades de diálogo en terrenos de la política y la democracia. El objetivo es generar condiciones de desarrollo, de crecimiento económico y distribución de riqueza, a partir del reconocimiento de derechos.
Los dos países, Colombia y Brasil, comparten una de las mayores biodiversidades del planeta. Tienen recursos energéticos y pueblos capaces de convertir las expectativas en realidades, los sueños de paz, democracia y justicia.