En Buenos Aires, Cauca, me topé con la gentileza de doña Esperanza Ríos, personaje que ejemplifica el alma de la gente del campo colombiano, la cual contrasta con la hosquedad de la vida citadina
Arlés Herrera (Calarcá)
@calarcaoficial
Recorrí, Bucaramanga, San Gil, Barichara, Charalá y Bogotá. En esta última hice un ligero descanso y después tomé el bus de servicio municipal rumbo a la ciudad de Buga, Valle del Cauca.
Miraba a través de la ventanilla la idílica belleza de los más disímiles paisajes. Caramba, pensé, si el creador de tanta belleza fue Dios como dicen los católicos, este ha sido el más grande pintor de paisajes bucólicos desde que Cronos se miraba en los espejos de agua de lagunas, ríos y mares.
El cine del Tío Sam
Mientras me embriagaba con la belleza de los paisajes, los compañeros de viaje miraban embelesados las películas que ponen en el televisor en los buses de servicio intermunicipal. Películas de contenido violento, donde el personaje central mata a bala a cinco, diez y veinte personas, las cuales son presentadas como terroristas, asesinos, despiadados enemigos de los Estados Unidos, generalmente son árabes, asiáticos, afros, vietnamitas e indígenas norteamericanos.
Estos últimos son presentados como seres que arrancan cabelleras, no ríen, tienen cara de amargados a los cuales les va bastante mal en las películas, y también en la vida real, pues les robaron sus tierras, estos son barridos a plomo por el Ejército estadounidense gracias a la valentía del Tío Sam y sus armas, esas sí, de destrucción masiva.
El héroe de la película es alto, atlético, habla poco, no ríe, es muy inteligente, tiene buena puntería, no falla tiro con su pistola, en cambio, los terroristas además de ser feos y malos, tienen mala puntería, rara vez atinan darle un tiro al héroe, pero cuando esto sucede, el héroe se extrae la bala que le quedó incrustada y sigue dando plomo a diestra y siniestra.
Este tipo de representaciones tienen una carga ideológica brutal, que es generar afectos al Tío Sam, para que los pueblos lo vean como el salvador del mundo de los enemigos de la humanidad.
En Estados Unidos los gobernantes suelen decir: “Somos elegidos por Dios nuestro Señor para salvar y purificar el mundo con nuestro divino ejemplo”. Dios se ha quedado callado ante tal afirmación, igual que se quedó callado cuando su hijo crucificado le preguntó: “padre, ¿por qué me has abandonado?”.
Doña Esperanza
Ya en Buga hubo la reunión familiar, se organizó el viaje a Buenos Aires, Cauca, pueblito enclavado en lo alto de la cordillera occidental, poblado por originarios de Caldas: arrieros, aserradores y unos cuantos comerciantes.
Viajábamos en un bus escalera, al pasar el sitio llamado Alaska, recordé que aquí hubo en el siglo XX una colonia penal en donde eran llevados los más peligrosos criminales de Colombia, tal como en el Araracuara. Estos penales se hicieron famosos por la crueldad con que eran tratados los presos.
A la orilla de la carretera divisamos una casa hotel restaurante. Nos llamó más la atención cuando vimos una gran mariposa amarilla hecha en lámina de acrílico, la cual posaba sobre una florida veranera, déjenos aquí le pedimos al conductor. Entramos a la casa hotel, y fuimos recibidos con gran gentileza por doña Esperanza Ríos, oriunda de Sevilla, Valle, quien nos dijo: “bienvenidos, siéntanse como en su casa, ¿qué les provoca tomar?”. Mujer robusta, hermosa, simpática y desabrochada para hablar.
De una nos fue contando que ella era viuda, que, a su marido, Samuel Zapata lo habían asesinado por defender la Revolución Cubana: “Yo extraño mucho a mi viejo, era un líder, sabía escuchar a la gente, sabía proponer soluciones a los problemas de la comunidad. Era un hombre sencillo; solía decir, ‘hay que ser sencillo, la insolencia y la altanería le hacen mucho mal a la lucha revolucionaria’. Él citaba con frecuencia frases de Simón Bolívar a los amigos: ‘Un ser sin estudios es un ser incompleto’, ‘por la ignorancia nos han dominado más que por la fuerza’”.
Los relatos
Al calor de la reunión, le pedimos que nos contara algo más de su vida y de esta vereda: “Como les dije al principio, soy viuda, tengo un hijo, se llama Jesús Zapata, el hijuemadre me salió ‘atembado’, es decir, ‘agüevado’, él desde las tres de la mañana pone la grabadora a todo volumen para escuchar tangos, es un fanático admirador de Agustín Magaldi y Carlos Gardel. Una vez lo mandé a las seis de la mañana a que me trajera la leche y la parva para tener listos los desayunos de los comensales, al ratico llegó este jediondo, pálido y tembloroso y le pregunté, ¿a vos que te pasó? ¿fue qué se te apareció La Patasola?
“No mamá, es que yo estoy muerto, ¿cómo así, se empendejó después de viejo?, mamá estoy muerto, mamá, créame, leí en la cartelera que ponen en la esquina del parque donde anuncian los nombres de los muertos de la noche anterior y ahí estaba mí nombre, Jesús Zapata. Mi pobre hijo no sabía que era un tocayo”.
Ahora cuéntenos alguna leyenda de por aquí: “Bueno, aquí cuentan muchas cosas, de ánimas, de almas que están penando porque fueron en vida personas muy corrompidas, también porque dejaron un entierro con mucho dinero.
“Hay una leyenda que da susto. Al pie del cementerio hay unas tiendas cantinas. Cuentan que a una de estas llegó un hombre joven, muy guapo, y se puso a beber a cántaros y pedía que le pusieran música de los ‘Trovadores de Cuyo’, sobre todo la canción aquella, Como se adora el sol, a propósito, a mí esa canción me gusta mucho, tiene una letra muy linda, que dice: ‘qué quieres que te cante mujer idolatrada, mujer la más amada por este trovador’.
“Yo, por ejemplo, cuando oigo esa canción, ahí mismo pido uno doble, es que estar con una tusa bien berraca, ni para qué les digo. Siguiendo con el cuento, dicen que este hombre bebía y bebía como un berraco, es decir, tenía una tusa la hijuemadre. Estaba en esas, cuando entró a la tienda cantina una estampa de mujer, la cual se le acercó al hombre, le sonrió y le dijo: papito, ¿lo acompaño? Cómo puedo negarme ante tanta belleza, dijo el caballero.
“La mujer se sentó al lado de este hombre, dicen que ella muy coqueta le besaba la mejilla. A avanzadas horas de la noche, la mujer le dijo al hombre: amor, te invito a mi apartamento, el hombre no se hizo el rogar. Y sucedió una cosa tremenda, dicen que a las seis de la mañana aquel hombre se despertó, estaba acostado en una fosa desocupada y al pie suyo un esqueleto humano. Los gritos de espanto despertaron al vecindario, quienes le ofrecían agua para que se calmara. Él dice recordar que la mujer le dijo: ‘amor acuéstese en mi cama, ya vengo, voy a darme un bañito’”.
El alma de la gente
“Aquí es muy conocido un muchacho que es teatrero y cuentero, nos embelesa con sus historias, nos contaba que una vez un amigo suyo iba en su carro para Buga, eran las doce de la noche cuando vio a orillas de la carretera una mujer muy elegante vestida de blanco, él paró su vehículo al pie de la mujer, le preguntó, ¿por qué tan sola a esas horas ahí? y que ella le respondió que quería ver quien la llevaba a Buga. Atento el amigo le dijo súbase yo voy precisamente para Buga.
“Avanzó con su carro unos pocas cuadras y la mujer le dijo: pare aquí al frente de esta casa que es la de mis padres, voy a sacar mi maleta. Pasó casi una hora y la mujer no salía. El amigo, ya impaciente, se bajó de su carro y entró a la sala de la casa, había un velorio asistido por muchas personas, y aterradora sorpresa, en el ataúd yacía el cadáver de la siniestra pasajera”.
La gentileza de doña Esperanza Ríos personifica el alma de la gente de provincia del campo colombiano, la cual contrasta con la hosquedad citadina. Al otro día nos despedimos de doña Esperanza Ríos, le dimos las gracias por todas sus enseñanzas de una Colombia que muchos ignoramos.