miércoles, mayo 1, 2024
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Alemania: La locomotora, a paso de tortuga

La población se preocupa por la situación económica del país y el deterioro de su canasta familiar. La Asociación de Cámara de Comercio e Industria señala que la hacienda pública no solo “está en aguas turbulentas”, sino en una “gran crisis económica”

Ricardo Arenales

El conflicto en Ucrania, al finalizar 2023, de acuerdo con cifras oficiales, ya le ha costado a la economía alemana ciento sesenta mil millones de euros en armamento, ayudas, subvenciones, algo así como el cuatro por ciento de su Producto Interno Bruto, PIB.

Este es el costo de haberse colocado como rehén incondicional de la política de guerra de los Estados Unidos que, una vez más, como en la Primera y en la Segunda Guerra Mundial, consigue que sus aliados sirvan de peones de sus intereses y los coloca como carne de cañón en conflictos internacionales en los que Washington y su complejo industrial militar son los primeros beneficiarios.

El enorme boquete, que semejante gasto arroja en la economía de la llamada primera potencia de Europa, no es el único desangre. El conflicto en Palestina ha representado problemas inesperados en Alemania. Ahora mismo, miles de trabajadores se lanzan a las calles a expresar su repudio a la guerra, a desautorizar al gobierno de Olaf Scholz en su apoyo al régimen de Netanyahu, y en defensa del gasto social, que comienza a ser reducido para tapar el déficit fiscal.

Crecimiento negativo

El costo de la guerra que, por cierto, también lo pagan el resto de las economías del viejo continente, ha hecho que Alemania, posicionada como la cuarta economía en el mundo, y la primera en Europa, y que se ganó el título de “motor del crecimiento” europeo, la potencia teutona, revierta su liderazgo y entre en barrena.

Según confirman datos preliminares publicados el 15 de enero pasado, por la Agencia Estadística Alemana, Destatis, fue la única gran economía de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, Ocde, que acabó en “crecimiento negativo” en 2023.

La tradicional gran locomotora de Europa se encogió en un 0,3 por ciento en el pasado ejercicio. Y después de un 2023 en contracción, hay recelo entre sus vecinos frente al año económico que acaba de comenzar.

Las malas noticias no quedan allí. El Instituto de la Economía Alemana (IW, por sus siglas alemanas) pronostica una nueva contracción del 0,5 por ciento del PIB para este año que comienza. Aunque el gobierno de Olaf Scholz estima que el PIB crecerá en un 1,3 por ciento en 2024.

En aguas turbulentas

La economía alemana se ubica en la cola en lo que se refiere al crecimiento entre las treinta y ocho naciones que integran la Ocde. Algo que no se veía en veinte años. A fines de noviembre pasado, el organismo preveía una reducción de las expectativas de crecimiento de la economía alemana en 0,6 por ciento para el año pasado, y de 1,2 por ciento para el actual.

Las perspectivas de crecimiento en la zona euro para 2024 son de un escaso 0,9 por ciento, y solo para el 2025 habría un repunte de hasta un 1,5 por ciento. De confirmarse este cuadro, Europa sería la región del mundo que más tardaría en recuperarse.

En una encuesta reciente del diario Bild, el más leído de Alemania, se reveló que el 94 por ciento de la población se preocupa por la situación económica del país y la evolución de su canasta familiar. La Asociación de Cámaras de Comercio e Industria de Alemania señala por su parte que la hacienda pública no solo “está en aguas turbulentas”, sino en una “gran crisis económica”.

Contra la inversión social

La dependencia alemana del gas natural ruso, con las sanciones que Occidente impuso a Moscú después de su intervención en Ucrania, han provocado un bajón en la economía, y en dos años de conflicto en Ucrania, la administración Scholz no parece haber hecho lo suficiente para salir del atolladero.

Este bajón en la producción se atribuye a los altos costos de la energía, ya sin el gas barato ruso, pero también a la impopularidad del líder de la nación. Lo peor es que el ejecutivo prevé para 2024 importantes recortes en el gasto público, incluida la inversión social. Se contempla, por ejemplo, la reducción en la ayuda a los desempleados, la reducción o eliminación de subsidios para combustibles a los campesinos y otras medidas impopulares.

El Tribunal Constitucional Federal tumbó una parte del presupuesto nacional aprobado por Scholz, por lo que el gobernante se vio obligado a reducir gastos en diecisiete mil millones de euros. Pero no lo hizo del enorme presupuesto de subsidios para Ucrania y para Netanyahu, sino sacándolo del bolsillo de los trabajadores de la ciudad y del campo.

El fascismo no pasará

La agricultura ha sido uno de los renglones más afectados por los recortes en el gasto social. Los agricultores no quieren que en el futuro vengan nuevos recortes, pues ya de momento se debaten entre los bajos precios de los productos contra el alto costo de los insumos. En las movilizaciones de las últimas semanas reclaman precios que garanticen su sustento.

El último ingrediente de esta mixtura es que, en medio de la crisis, se produce un rápido posicionamiento de las fuerzas políticas de extrema derecha que, incluso, tratan de liderar aspectos de la protesta social, y podrían ganar en septiembre las elecciones provinciales en tres estados: Brandemburgo, Sajonia y Turingia.

El pasado 14 de enero, se produjo una respuesta enorme, gigantesca, contra los planes ocultos de la ultraderecha. Según medios de prensa locales, no menos 800 mil personas salieron a las calles en las principales ciudades alemanas. En Fráncfort, Hannover, Dortmund, Hamburgo, Kassel, Nuremberg y Erfurt, la protesta fue gigantesca. Es la respuesta social no solo a la crisis, el repudio a la guerra, sino también la denuncia de que una salida fascista en Alemania, ¡no pasará!

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