Delegados de partidos y movimientos políticos de izquierda se reunieron con negociadores de las FARC-EP. Es indispensable un programa común para la izquierda.
Editorial del Semanario VOZ
Dos reuniones de las organizaciones de izquierda en Colombia se han realizado en las últimas semanas, positivas ambas por la participación y los temas considerados, aunque no se puede decir que el camino hacia la unidad amplia de los sectores democráticos y de izquierda esté despejado. Es un proceso que debe decantarse, pero necesario a la luz de la influencia de los acuerdos de La Habana, en su etapa final.
La segunda reunión, realizada en La Habana con la Delegación de Paz de las FARC-EP, fue muy importante. Los participantes convocaron a forjar un Acuerdo Social y Político por la Paz y la Constituyente, “entre otros mecanismos de refrendación y sostenibilidad de la paz que se avecina”. Reclaman Estatuto de la oposición y reforma electoral de fondo. “La posibilidad de acabar con la guerra en Colombia hoy es una realidad. El compromiso y la responsabilidad de construir un nuevo país en paz es de todos los colombianos; es un momento histórico al que invitamos sin más demoras a toda la sociedad colombiana. Llegó la hora de la paz, de la unidad, de la reconciliación y de construir un país al alcance de los sueños de las próximas generaciones”, dice el comunicado conjunto.
Sin embargo, falta más. Hay que persistir en los contactos y en los debates en el Frente Amplio, porque es indispensable un Programa Común de la izquierda y los sectores democráticos, tanto para la participación en la protesta popular y en la preparación del Paro Nacional antineoliberal y en defensa de la soberanía nacional, como para consolidar un movimiento amplio y democrático con opción de poder. La paz tiene sentido si hay un relevo en el poder para garantizar los cambios de fondo en la vida nacional; es menester consolidar un nuevo orden político, social y económico, en realidad una nueva Colombia próspera de democracia y justicia social.
La unidad de la izquierda debe ser independiente de los poderes fácticos, con su propio programa que le de la identidad al nuevo movimiento. No puede ser de otra manera, porque la clase dominante se prepara para perpetuarse en el poder. ¿Qué busca con la celebración de los quince años del Plan Colombia, engendro guerrerista e intervencionista, que el gobierno de Santos quiere prolongar en las condiciones del posacuerdo?
A Luis Alberto Moreno, agente internacional del capital financiero, se le llena la boca diciendo que sin el Plan Colombia no hubiera sido posible “derrotar a la guerrilla y sentarla a negociar”. Cuando los analistas serios, aún de la derecha, reconocen su fracaso. No fue posible con la reingeniería militar aplastar a la guerrilla como era el propósito yanqui; tampoco acabaron el narcotráfico, además, porque se dedicaron fue a perseguir a los campesinos cultivadores de la hoja de coca mientras los capos del narcotráfico disfrutaban el próspero negocio en Colombia, Estados Unidos y Europa en la más completa impunidad.
En la celebración se reunieron los presidentes fracasados del Plan Colombia, incluyendo a Uribe Vélez que al escribir esta nota no se sabe si hará parte del aquelarre guerrerista. Lo comparte pero no quiere ver a Santos. Ese es su problema.
Lo peor es el anuncio de la prolongación del Plan Colombia, hecha por el ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas. ¿Para qué? Para persistir en la contrarrevolución preventiva, reprimiendo las luchas populares y el ascenso de masas que será inevitable en el posconflicto ante la ofensiva antipopular y neoliberal del gobierno de Juan Manuel Santos.
¡Frente Amplio por la Paz! ¡Frente Amplio contra el despotismo del poder! ¡Frente Amplio contra el neoliberalismo! ¡Frente Amplio por la Constituyente! ¡Frente Amplio por los cambios políticos y sociales! ¡Frente Amplio para gobernar a Colombia!