lunes, julio 7, 2025
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Los delincuentes del fútbol están en los palcos, no en la popular

El periodista Andrew Jennings y el astro Diego Armando Maradona, cada uno a su modo, ya lo habían dicho hace varios años. La FIFA está manejada por corruptos. Pero solo fue hasta este año, cuando la Justicia estadounidense abrió un megaproceso contra sus directivos, que estos señalamientos fueron atendidos.

fifagate

Camilo Rueda Navarro
@CamiloRuedaN

La corrupción en la FIFA fue uno de los escándalos internacionales más grandes en el 2015 y aún sigue creciendo. El balompié requiere de una profunda reorganización

El periodista Andrew Jennings y el astro Diego Armando Maradona, cada uno a su modo, ya lo habían dicho hace varios años. La FIFA está manejada por corruptos. Pero solo fue hasta este año, cuando la Justicia estadounidense abrió un megaproceso contra sus directivos, que estos señalamientos fueron atendidos.

La Federación Internacional de Fútbol Asociado, fundada en 1904, y que en la actualidad tiene más miembros que la Organización de Naciones Unidas, está carcomida de corrupción. Esta situación se conoció el 27 de mayo pasado, cuando el FBI y la justicia suiza detuvieron a varios directivos de la poderosa entidad, que se aprestaba a celebrar su congreso ordinario.

Las capturas fueron posibles por una investigación de la justicia de Estados Unidos, liderada por la fiscal general de ese país, Loretta Lynch, que se remonta al 2011 y que contempla casi cien cargos de prácticas de corrupción dirigidos a más de 30 personas, la mayoría de ellos altos directivos de la FIFA.

Los hechos que se investigan incluyen conductas delictivas como sobornos, lavado de dinero y fraude. Estas prácticas, que se remontan por varios años, habían sido documentadas por el periodista británico Andrew Jennings, que casi en solitario investigó y denunció las irregularidades de la FIFA.

Las denuncias sólo pudieron prosperar luego de que el estadounidense Chuck Blazer, exsecretario general de la Concacaf, confesara las anomalías ante la Justicia estadounidense, luego de haber sido procesado por evasión de impuestos. El testimonio de Blazer permitió abrir cargos contra varios directivos, y poco a poco el entramado de corrupción se ha ido desvelando.

A pesar del escándalo, Jossep Blater había sido reelegido en la presidencia de la FIFA. Sin embargo, a los pocos días renunció y convocó a elecciones extraordinarias, programadas para el 26 de febrero del 2016.

La siguiente víctima fue el presidente de la UEFA, el francés Michel Platini, que se proyectaba como su sucesor. La Justicia suiza abrió una investigación por un presunto pago irregular de Blatter a Platini por dos millones de francos suizos, supuestamente por unos trabajos de asesoría realizados entre 1999 y 2002. Por el hecho, la comisión de ética de la FIFA los suspendió a ambos.

El 3 de diciembre pasado, el escándalo prosiguió con la detención de los presidentes de la Concacaf (el hondureño Alfredo Hawit) y de la Conmebol (el paraguayo Ángel Napout).

El caso llegó a Colombia luego de que Luis Bedoya, presidente de la Dimayor y directivo de la Conmebol, renunciara a su cargo y viajara a Estados Unidos arguyendo “motivos personales”.

Pronto se supo que Bedoya era requerido por la justicia de ese país como parte de las investigaciones por presuntas conductas delictivas. Aunque el directivo colombiano ha cooperado con la justicia, el caso no ha tenido trascendencia en el plano local y su negociación no ha afectado a otros directivos criollos.

Hasta la fecha, diez personas han sido capturadas, tres han quedado en libertad bajo fianza y cinco se han entregado voluntariamente.

El “FIFAGate”, como se le conoce al caso en los medios de comunicación, ha puesto en tela de juicio los manejos del deporte más popular del mundo. Un deporte que padece el estigma por la violencia de algunos de sus hinchas, lo que genera fórmulas represivas muchas veces desacertadas.

El escándalo de corrupción ha vuelto la mirada sobre los verdaderos delincuentes en el fútbol: los mercaderes corruptos que se lucran de un espectáculo deportivo, hoy por hoy la pasión de multitudes.

La coyuntura que vive el fútbol requiere de una profunda refundación, una reorganización que incluya un proceso de democratización. Esto implicaría lograr que los hinchas y socios de los clubes tengan mayor control e injerencia, que los futbolistas estén asociados y puedan reclamar sus derechos, y que las competencias se desarrollen de manera transparente y con veeduría de instancias independientes.

Marcha Patriótica

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