miércoles, abril 24, 2024
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XIII Congreso del PCC: En el camino de la paz democrática

El significado histórico del XIII Congreso del Partido Comunista Colombiano para la paz con democracia y justicia social

El XIII Congreso del Partido Comunista Colombiano fue el comienzo de un debate nacional hacia la solución política dialogada de la confrontación armada. Gilberto Vieira presenta el informe político central. Foto archivo.
El XIII Congreso del Partido Comunista Colombiano fue el comienzo de un debate nacional hacia la solución política dialogada de la confrontación armada. Gilberto Vieira presenta el informe político central. Foto archivo.

Carlos A. Lozano Guillén

Entre 1978 y 1982 fue el gobierno de Julio César Turbay Ayala, segundo del posFrente Nacional, aunque soportado en el bipartidismo y bajo los rigores de la violencia oficial que siempre ha caracterizado, hasta nuestros días, a los gobiernos de la oligarquía liberal-conservadora. Turbay Ayala fue un político liberal que hizo la carrera pública con todos los vicios de la politiquería colombiana: corrupción, manzanillismo y clientelismo, por lo menos.

Su gobierno de “mano dura” tuvo el propósito, al igual que lo pretendieron gobernantes anteriores y posteriores, de liquidar a sangre y fuego a las guerrillas colombianas y, de paso, reprimir a la izquierda y a las organizaciones populares. Eran tiempos de auge de la lucha popular y armada en Colombia y buena parte de América Latina. Le concedió al militarismo el “estatuto de seguridad”, basado en la doctrina de la seguridad nacional, en la concepción del enemigo interno y del conflicto de baja intensidad, justificado en un discurso anticomunista y de supuesta represión al terrorismo.

Por igual trató a guerrilleros y luchadores populares, así como a la intelectualidad democrática. Llevó a la cárcel a escritores, poetas, directores de cine, artistas, entre ellos al maestro Luis Vidales, gloria de las letras nacionales. Gabriel García Márquez tuvo que buscar la protección del gobierno de México, país donde residía, para evitar su detención que estaba cantada.

El de Turbay fue un gobierno funesto, de terrorismo de Estado y abierto enemigo de las reformas políticas y sociales. Se hizo famoso el binomio Camacho Leyva-Turbay, el primero Ministro de Defensa, que, según se decía, era el que daba las órdenes. El general acusaba al Partido Comunista Colombiano de ser el brazo armado de las FARC, lección que recitaba muy juicioso el presidente Turbay Ayala.

En aquella época me desempeñaba como Secretario General Adjunto de la Federación Mundial de la Juventud Democrática (FMJD), con sede en Budapest, Hungría, y fui detenido en el aeropuerto de Tocumen en Panamá cuando llegaba de La Paz, Bolivia, de una reunión de la Cepal, para participar en un mitin de solidaridad con Nicaragua, en abril de 1979. La detención la realizó la CIA a través de militares cooptados en los tiempos de Omar Torrijos. Como pude hice llegar la información a la Juventud del Partido del Pueblo de Panamá, cuyos dirigentes contactaron a Gabriel García Márquez, quien habló con Torrijos y ante su intervención fui dejado en libertad. En desagravio me alojó en uno de los mejores hoteles de la capital panameña.

Me querían cobrar la denuncia que había hecho en Ginebra en la subsede de Naciones Unidas de la violación de los derechos humanos en Colombia. Más adelante entregamos en la misma instancia el informe de Medicina Legal que confirmaba la práctica de torturas a los presos políticos y el embajador de Colombia, Héctor Charry Samper, quiso agredirme ante la sorpresa de los diplomáticos de los países representados en la ONU.

Con un Gobierno así era previsible el incremento de la lucha armada y de la resistencia popular pese a la represión y a la violencia del régimen. Como dijo el Secretario General del Partido Comunista Colombiano, Gilberto Vieira, frente al despotismo oficial se activaron las reservas democráticas del país. Se reunió el primer Foro Nacional de Derechos Humanos, promovido por la izquierda y con presencia de dirigentes políticos liberales y conservadores, así como de sectores de la intelectualidad, la academia y la cultura, las centrales obreras y numerosas organizaciones sociales y populares.

Una nueva realidad

Se abrió una nueva realidad que puso en el centro del escenario político la lucha por la democracia, un viraje en la vida nacional. El Partido Comunista advirtió que siendo el de Turbay Ayala un gobierno despótico al servicio de los intereses del gran capital, había que enfrentarlo con la más amplia unidad de las fuerzas democráticas. “El turbayismo expresa la corrupción y la descomposición de la oligarquía”, decía el PCC. El Gobierno aumentaba la represión y la ofensiva contraguerrillera con la clara advertencia que si se daba el “vacío de poder” podrían darse salidas de fuerza. El general Landazábal Reyes, ministro golpista en el siguiente gobierno de Belisario Betancur, planteaba el golpe militar “puro” o un gobierno cívico-militar.

En estas condiciones el Partido Comunista Colombiano reunió el XIII Congreso Nacional, del 7 al 11 de noviembre de 1980, a mitad del mandato militarista del turbayismo, con la participación de más de 600 delegados del país. Fue un congreso histórico que abrió el camino hacia la paz democrática sobre la base de la solución dialogada del conflicto que atacara sus causas políticas, económicas y sociales.

Los comunistas, anticipándose a la realidad futura, plantearon que la militarización creciente profundizaría la confrontación armada, en contraste una apertura democrática podría significar un viraje en la vida nacional. Plantearon dos aspectos fundamentales: el levantamiento del estado de sitio y la amnistía general sin condiciones, Turbay planteaba la amnistía a su manera, con todo tipo de condiciones y excluía a los presos políticos.

La apertura democrática

“Los comunistas no somos los representantes políticos de los guerrilleros, pero comprendemos que si ellos ven que en el país se abre una perspectiva de viraje democrático, si se levanta el estado de sitio, si hay amnistía real y libertad para los presos políticos, es posible que los guerrilleros cambien su forma de lucha para integrar nuevos destacamentos de combate democrático por una verdadera democracia y por una patria libre en Colombia”, dijo Gilberto Vieira en la clausura del congreso en el Coliseo de El Salitre en Bogotá con lleno completo.

El XIII Congreso no desconoció el carácter histórico y de masas de la lucha armada, así como sus causas, reconoció también el carácter histórico de la combinación de las formas de lucha de masas, pero señaló que una apertura democrática podría darle otra perspectiva a esa peculiaridad de la lucha revolucionaria en Colombia.

El informe político planteó sin tapujos: “La cuestión esencial ahora no es elevar consignas muy ‘revolucionarias’, de grandes transformaciones ‘socialistas’ y de elevados objetivos”. Para los comunistas lo más importante, en ese momento, era derrotar a las corrientes militaristas y a los monopolios. A la vez el congreso condenó las prácticas terroristas aisladas de las masas, las acciones individuales, “la táctica de los comunistas es contar con las masas” señaló el Congreso.

La apertura democrática no llegaría del cielo, solo sería posible con la unidad más amplia y la lucha popular. En otro sentido, la alternativa derechista era el golpe militar como en el cono sur del continente. Había que frenar esa tendencia, sin bajar la guardia, los “comunistas debemos estar preparados para una salida de fuerza y de ser así la lucha armada cobrará mayor protagonismo en el escenario nacional”, explicó Gilberto Vieira.

El XIII Congreso señaló tres ejes de la táctica comunista: Apertura democrática, convergencia popular y candidato unitario de las fuerzas democráticas para las elecciones de 1982.

Turbay Ayala cerró la puerta. Promovió la amnistía recortada y bajo muchas condiciones por lo cual no tuvo ningún efecto positivo ni real; integró una comisión de paz que no tuvo autonomía y condujo a la renuncia de su responsable el ex presidente Carlos Lleras Restrepo; y calificó de “estrategia estalinista” la propuesta del XIII Congreso.

En el campo de las guerrillas también la rechazaron porque era una propuesta “entreguista”, así la caricaturizaron el M-19, el EPL y otros que luego pactaron sin pena ni gloria, y el ELN que tuvo divisiones a su interior. Solo las FARC la aceptaron y con creatividad dialéctica llegaron a un proceso de paz con el siguiente gobierno de Belisario Betancur que tuvo logros importantes pero que al final se frustró, pero esa es otra historia, otro capítulo de este transcurrir por la paz como objetivo revolucionario.

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