Departamento Mujeres PCC
“También los hombres han borrado y borran su origen. Esta cancelación, reinstaurada generación tras generación en las sociedades patriarcales, les sirve a ellos para ocultar un robo: el robo de los atributos y de la potencia materna” Luisa Muraro
El “disciplinamiento del cuerpo” como condición de realización de la acumulación por desposesión, pone de presente hoy una situación coyuntural que nos llama a la reflexión profunda sobre la cosificación, mercado y tráfico de cuerpos de las mujeres y cómo estos se asimilan, naturalizan y legitiman a partir del mandato de la dueñidad establecido por el patriarcado.
“La primera máquina desarrollada por el capitalismo fue el cuerpo humano y no la máquina de vapor”, dice la escritora feminista Silvia Federici. Al respecto surge hoy una discusión sobre como esa “máquina” que configura la reproducción social de la vida, se establece en una posibilidad del mercado global, vista en un escenario como los vientres de alquilar o maternidad subrogada.
Hoy encontramos cómo los vientres de alquiler se han convertido en una apuesta del mercado global para garantizar la producción de niños como mercancías y de máquinas de reproducción a las mujeres racializadas, empobrecidas y excluidas del goce de derechos y de una vida digna.
Pareciera una distopía propia de las obras de Margaret Awoot las que nos llevan a esta conflictiva discusión; estamos ante la retrospectiva de un contrato sexual en el cual se han “validado” la comercialización legal de la vida humana como un producto altamente deseable, establecido en granjas humanas, en redes de tráfico de personas o en la compraventa de la dignidad humana a partir de las condiciones de exclusión y desigualdad que habita el sur global y países fuera de las elites económicas propias del capitalismo.
En estas dinámicas del nuevo mercado, a los niños se les ve como mercancía parte de una transacción económica que se adelanta entre quien tiene los recursos para acceder a ello y quienes deben ofrecer su cuerpo para reproducir la vida y entregar ese producto al comprador, que termina por ubicar ciertas condiciones, una de ellas contar con el visto bueno del comprador y el destino de la gestante, ser tirada y desasistida por quienes solo esperan de ella un niño que cumpla sus expectivas en términos de la “calidad” requerida de todo “producto”.
Esta situación abre la puerta a dinámicas aun mas hostiles contra la mayoría de las mujeres, que además de vivir la feminización de la pobreza, establece el mandato de la dueñidad en condiciones oprobiosas.
Lo que aquí nos ocupa es develar como este mercado de los vientres de alquiler ocupa un lugar importante en esta situación, en diversos medios han emitido noticias de preocupación de quienes han accedido al negocio de la maternidad subrogada, en tanto por las limitaciones de llegada a sus manos de los infantes comprados o de la falta de comunicación con las gestantes no llamadas madres, porque las madres solo son quienes llevaron acabo de la transacción y pagaron por serlo.
Estamos ante un escenario que nos llama a proyectar una movilización mundial contra las dinámicas de mercantilización de la vida, contra las opresiones que viven las mujeres, logrando visibilizar la explotación a la cual lleva un modelo, que solo encuentra en nuestros cuerpos, la posibilidad de generar mayor acumulación y ganancias, sacrificando la dignidad humana.