Los países que integran el poderoso bloque económico denominado BRICS se reúnen esta semana en Brasil, bajo la consigna de estimular un “crecimiento incluyente y soluciones sostenibles”. Anuncian línea de créditos sin los condicionamientos del FMI y el Banco Mundial
Alberto Acevedo
En las ciudades de Fortaleza y Río de Janeiro comenzaron el lunes de la presente semana las deliberaciones de la VI Cumbre de países integrantes del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), con una agenda de temas económicos y de cooperación multilateral, que examinarían hasta el día miércoles 16.
Este organismo es un mecanismo atípico de colaboración entre pares que no comparten un espacio geográfico común, como decir Mercosur o el Mercado Asiático, pero que son beneficiarios de inversiones externas de elevada rentabilidad, y por estas circunstancias están menos expuestos a sufrir turbulencias financieras en forma simultánea, lo que les permite incrementar mecanismos de defensa frente a la crisis de los mercados.
Con estas características, la cita en Brasil busca sentar las bases de una nueva arquitectura financiera, con mayor independencia y soberanía entre los socios que la integran, bajo la consigna de ‘crecimiento incluyente y soluciones sostenibles’.
Con este perfil de colaboración, los integrantes del BRICS no hacen tanto énfasis en definirse como emergentes, sino como independientes. En la búsqueda de mecanismos de defensa frente a los ciclos de crisis del mercado y los avatares del modelo neoliberal ya han comenzado a dar pasos. Uno de ellos es la creación del banco BRICS, que ejercerá funciones de elemento multilateral de apoyo a balanzas de pagos y fondos de financiamiento e inversión y cuyo manejo financiero tomará distancia del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional.
Sin ajuste social
Este banco comenzará operaciones con un capital de 50 mil millones de dólares y busca reducir costos de financiamiento, en momentos de crisis global, sin acudir a los condicionamientos que hace el FMI, vale decir, sin imponer políticas de ajuste, de privatización de empresas del Estado o de reducción de la inversión social.
En dos años, el banco BRICS ampliaría su capital a cien mil millones de dólares, y en cinco años a 200 mil millones. Los préstamos se orientarán a proyectos de infraestructura, educación, salud, ciencia y tecnología y medio ambiente, entre otros renglones.
El otro mecanismo es el Acuerdo de Reservas de Contingencia, que, junto al banco BRICS, abre espacios frescos de cooperación financiera frente a la volatilidad del dólar y alternativas de financiación a países en situación crítica. Este no será, desde luego, un camino fácil. Ante la desaceleración de la economía mundial, los países que integran el BRICS no logran alcanzar tasas de crecimiento por encima del 5% y no pueden escapar a los coletazos de la crisis. Por eso los fondos de reserva constituyen un colchón para amortiguar las sacudidas del mercado.
Es curioso que, mientras la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos aprobaba sanciones contra Argentina y el senado norteamericano hacía lo mismo con un paquete de sanciones contra Venezuela, Rusia, miembro destacado del BRICS, anunciaba la condonación de una deuda por 35 mil millones de dólares a Cuba.
Semilla fresca
Rusia además ofrece un importante paquete de inversiones en la isla del Caribe, mientras China anuncia fuertes inversiones en red ferroviaria e hidrocarburos en Argentina.
Ese, tal vez, es el sentido de lo que los gobernantes de este bloque de cooperación denominan la semilla de una nueva arquitectura financiera. No el camino de la ‘tercera vía’ que pregona el presidente Santos en Colombia, que al fin y al cabo no es más que un remozamiento del modelo neoliberal de desarrollo.
Por cierto, Juan Manuel Santos asistió a la cumbre del BRICS, seguramente para promocionar su embeleco. Y como el ambiente no fue propicio, sí aprovechó para adelantar contactos con distintos jefes de estado y vender una imagen que le favorezca, cortejando la propuesta contra hegemónica de la reunión de Brasil.
En esto, Santos es una especie de travestido experimentado. Unas veces se pone la camiseta de la Celac, otras la de la Alianza del Pacífico; unas veces viste la de la OTAN, otras la de la ‘tercera vía’. En Brasil posó de país emergente, con buena dosis de independencia, cuando América entera sabe que es un comodín del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.