En el pasado, los sectores revolucionarios fueron hegemonía para luego ser expulsados por el Establecimiento urabaense. En la actualidad se ejecutan importantes proyectos que convertirán al eje bananero en uno de los territorios más prósperos del país. ¿Volverá la izquierda a la región?
Fernando Rivera
Hoy, cuando el capital transnacional y el empresariado colombiano han iniciado la “recolonización” de la región de Urabá, luego de muchas décadas ignorada, han encontrado en ella un frente de gran potencial para la inversión de sus excedentes de capital y la incrementación de su cuota de ganancia. No solo con la apropiación de tierras urbanas y rurales por diferentes medios, si no en infraestructura portuaria, turística y urbanística; pero la Región tiene un importante ayer que no podemos olvidar, que comprende muchos periodos unas veces dolorosos y otros de progreso económico y social.
Luego de que el visionario Santiago Mejía Viera en las primeras décadas del siglo pasado que por medio de una salida al mar, Antioquia podría ampliar su frontera agrícola y ganadera, explotar sus recursos naturales, sus ventajas geoespaciales y contener las migraciones sobre Medellín, capital del departamento; solo décadas después, la burguesía antioqueña, impulsó un proceso de colonización sobre la región.
La formación de una región
Fue a raíz de la crisis bananera en el departamento del Magdalena, a finales de los años cincuenta, que la multinacional United Fruit Company, a través de su filial Frutera de Sevilla, iniciaría las plantaciones de banano y en los primeros años de la década de los sesenta, la exportación de banano.
Con ello, paralelamente se creó la comercializadora de empresarios colombianos Uniban y los trabajadores crearon el Sindicato de Trabajadores del Banano, Sintrabanano, acompañado de la lucha impulsada por el Partido Comunista por la vivienda, contra las condiciones deplorables en los campamentos de las fincas bananeras, por la educación, la salud y el trabajo digno.
Si bien este proceso agroindustrial es exitoso, pues es un cultivo de plantación adelantado por un proletariado agrícola, permitió, no solo agrupar, organizar y educar políticamente a los trabajadores y con ello crear las bases para el desarrollo urbano y motivar al gobierno nacional a poner los ojos sobre esta región.
El sector privado también llevó a la región a Comfamiliar Camacol, conformó la Asociación de Agricultores de Urabá, Augura, y se dio inicio a las plantaciones de arroz por parte del grupo Ardila Lule con Agro Urabá.
La experiencia agridulce
En medio de estos procesos el Partido Comunista, la Unión Nacional de Oposición y luego con la Unión Patriótica, lograron un importante desarrollo político, que les permitió, con el apoyo del movimiento obrero y el campesinado, apaciguar la violencia generada por las contradicciones entre el campesinado y los colonos en su accionar por ocupar las tierras, para luego enfrentar y ser víctimas de una nueva guerra sucia, liderada por la clase gobernante, el empresariado bananero y ganadero, y la unión entre narcotraficantes y sectores del ejército, conformando así una alianza perversa en nombre de Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, ACCU, que luego se extendieron a lo largo y ancho del país como AUC.
Esta fue la respuesta de la oligarquía que había perdido el poder político, ante el proceso iniciado por la Unión Nacional de Oposición, el Frente Democrático y la Unión Patriótica y con la participación activa del Partido Comunista que ya había conformado un creciente e importante Comité Regional, logrado el triunfo, en algunos casos, en alianza con sectores liberales del MRL al lograr ganar varias alcaldías y las mayorías en casi todos los concejos municipales de la región, liderar diferentes organizaciones sociales de viviendistas, acciones comunales e impulsado el movimiento cooperativo en la región, lo que le permitía la distribución de más de 10 mil ejemplares del semanario VOZ.
Para contener este avance y recuperar el poder político perdido, la clase dominante, por diferentes medios, se da el exterminio y expulsión del Partido Comunista y la UP en la región.
A pesar del terror, fue una gran experiencia de lucha de diferentes organizaciones sociales por los derechos económicos, sociales y políticos de los trabajadores, la defensa de la naturaleza y el progreso social.
Indicadores económicos
Urabá aporta el 4,6% de la economía antioqueña. Los municipios que conforman la zona bananera Apartadó, Turbo, Chigorodó y Carepa aportan el 72% del PIB regional y cuenta con cerca de 600 mil hectáreas sembradas con una producción de 1.335 toneladas métricas de fruta y compiten con una producción de plátano, gancho para poder exportar, que ocupa más de 20 mil hectáreas dispersas y una producción de 236 mil toneladas métricas y que generan más de 10 mil empleos.
Estos pocos indicadores, sumados a su gran biodiversidad, las ventajas competitivas por su localización y una amplia experiencia no solo exportadora, sino, en organización y lucha del proletariado agrícola, del campesinado, organizaciones sociales y de viviendistas, evidencian el gran potencial de Urabá como territorio de múltiples oportunidades políticas y económicas.
Este breve panorama, sin considerar los aspectos sociales, culturales y políticos, fue ignorado por décadas por la clase dominante y el capital transnacional. Solo ahora, cuando el agotamiento del modelo de acumulación del capital y una tasa decreciente de ganancia, buscan desesperadamente donde invertir sus excedentes financieros, encuentran en ella, un punto dónde iniciar una ruta de inversiones rentables que les crea la vía 4G próxima a concluirse y que hace parte de las vías de cuarta generación Mar 1 y Mar 2, que acercan a Medellín al mar en menos de cuatro horas.
Esta vía, Medellín-Urabá, hace parte de la Transversal de las Américas y comprende múltiples puentes, viaductos y túneles, siendo el Túnel del Toyo próximo a concluirse, el túnel más largo de América con una longitud de 9.8 kilómetros.
La otra gran obra en desarrollo es Puerto Antioquia, que se espera entre en operación en el 2025 con una capacidad para movilizar cerca de 7.000 toneladas de carga y que tiene como socios empresas francesas y peruanas, participando en una inversión estimada en 780 millones de dólares.
Adicionalmente se encuentran programados otros dos puertos, Pisisí y Darién Port, que entrarán a conformar un importante polo de desarrollo. Al respecto, se proyecta que los municipios de la zona bananera serán una gran ciudad con procesos acelerados de conurbación.
Enclave popular
Por lo anterior, para la clase dominante y la burguesía antioqueña, la región no solo ya es un gran polo de desarrollo industrial, comercial y de servicios, sino un “paraíso” para el desarrollo agropecuario, el “Edén” antioqueño para el turismo y las industrias culturales.
Ante estas realidades, la izquierda democrática y revolucionaria deben colocar en su agenda la recuperación del poder político arrebatado décadas atrás por medio de la guerra sucia, el paramilitarismo, el desplazamiento forzado y una clase dominante que había perdido la dirección política con la lucha desarrollada por los trabajadores y el liderazgo de la Unión Patriótica.
Debemos proyectar, imaginar el futuro de la región, fundado en el ayer, en los procesos que avanzan, en la experiencia, pensar cuál es el camino, cuáles serían nuestros objetivos, estrategia y planeación para lograrlos
Corresponde a los trabajadores organizados del campo y la ciudad, a las organizaciones que integran el Pacto Histórico, independientemente de los resultados electorales del mes de octubre, enfrentar los desafíos que presenta la región, pues si para la burguesía las potencialidades que ofrece Urabá significa que la gran riqueza que generará con el trabajo de cientos de miles de trabajadores, engrosará sus capitales, independientemente del agravamiento de los indicadores sociales que hoy no les preocupan, pero que para la izquierda son prioritarios, son retos a enfrentar en el campo de la salud, la educación, el trabajo digno, la cultura popular y la recreación y con ello evitar a toda costa que estas grandes obras se conviertan en un enclave económico, geográfico, social y cultural para la clase dominante.