El cubrimiento mediático del rescate de los niños indígenas revela un ejercicio periodístico que se desvía de los principios éticos del oficio
Laura Camila Calvo
Heroicamente posan frente a la cámara. De fondo, los árboles robustos e imponentes rodean a los hombres del ejército y la guardia indígena. La espesura de la selva y el verde aplastante de la Amazonía colombiana sirvieron de refugio para cuatro niños Uitoto, quienes durante cuarenta días se extraviaron entre los departamentos de Guaviare y Caquetá. La foto es comparable con un suspiro profundo, aquel que denota esperanza en un camino que parecía incierto.
Desde aquel 1 de mayo, día en el que la avioneta se estrelló en la vereda Palma Rosa, la agonía recorrió cada rincón del país al igual que la suma de esfuerzos por encontrar a Lesly, Soleiny, Tien Noriel y Cristín. La fotografía del 9 de junio era la confirmación del éxito de la operación Esperanza que aguardaba con ansias el pueblo colombiano.
Sensacionalismo
Rápidamente la instantánea recorrió el país. La inmediatez de la noticia fue tan fugaz como predecible y las primeras páginas de los periódicos y las redes sociales se inundaron de los rostros de los menores acompañados de títulos como “Milagro en la Selva” y descripciones fatídicas como “las caras demacradas de los cuatro niños”, que más allá de emotivas, denotan un ejercicio periodístico que se vale de narrativas sensacionalistas para ganar la primicia en el mundo voraz de los medios de comunicación.
En 1999, Gustavo Castro Caicedo dio un mensaje contundente a los periodistas en su obra “La televisión nos mató el alma”, al describir los “manjares” de los que se valen los medios de comunicación para manosear cada suceso coyuntural e infundir miedo, terror o violencia.
Veinticuatro años han pasado desde que se desenmascaró el juego de la prensa amarillista, pero el paso del tiempo solo demuestra que tal fenómeno sigue replicándose y con mayor fuerza al migrar a otros canales como las redes sociales. Así, el recorrido del equipo de búsqueda que seguía las señales de vida de los niños en medio de la selva a través de distintos objetos, sirvió para que las portadas se llenaran de titulares impactantes, elementos que construyen un relato que más allá de aportar en la construcción periodística, busca mantener la atención con el sensacionalismo.
Lo exótico y desconocido
Desde el accidente de la avioneta hasta el rescate de los menores, son múltiples las aristas que permiten analizar con lupa un periodismo falto de ética que se queda corto cuando se enfrenta a la inmediatez y al entramado de visualizaciones y likes por noticia.
El relato del rescate de la selva como “milagroso” revela el desconocimiento que los colombianos tienen de sí mismos, reflejado en una opinión pública formada por los medios de comunicación. Por un lado, reunir dos estrategias (una ancestral y una militar) revela la historia mestiza de Colombia que tanto se ha querido ocultar. La estrategia militar se encuentra con la sabiduría ancestral en una representación, si se quiere, de un presente histórico que hermana al hombre blanco y su tecnología con los indígenas cuidadores de la tierra.
No obstante, la prensa desconoció la cosmovisión indígena y perdió la oportunidad de narrar los hechos de forma responsable con titulares del tipo “Duendes y Chirrinchi: pánico de militares por prácticas indígenas durante búsqueda de niños en Guaviare”.
El anterior titular denota el discurso del hombre blanco colonizador y muestra la falta de un periodismo con enfoque étnico. Pese a que la Carta Magna en los artículos 7 y 8 consagra la multiculturalidad y el reconocimiento de los pueblos étnicos, su cultura y protección por parte del Estado, la realidad es otra.
Lecciones de periodismo
El periodista Arturo Guerrero en el artículo “País lejano y silenciado”, publicado por la FLIP, menciona el abordaje de los medios de comunicación en territorios indígenas y expresa que “el peso de la estigmatización, a la cual contribuyen tanto los medios de comunicación como los periodistas individualmente, que no comprenden esta cultura diferente y que no ven con ojos igualitarios a los comunicadores de las emisoras y medios indígenas” construye un relato que difunde miedo y desinformación, además de ser contradictorio con la pluralidad y el reconocimiento que consagra la Carta Magna.
El tratamiento informativo de los medios se da desde el desconocimiento, la exotización, la exclusión y el sensacionalismo. Términos acuñados por el académico Mauricio Alí en su artículo “Medios de comunicación, asuntos éticos e interculturales en Colombia”, para explicar los errores en los que incurren los periodistas al hablar de comunidades indígenas. El relato extrae símbolos culturales que son mercantilizables y en el caso de las industrias de la comunicación, “noticias que venden”.
Miguel Romario Capoko, jefe de la guardia del pueblo Muri del Putumayo, dijo en una entrevista para RTVC que “nosotros manejamos una inteligencia espiritual donde nos sentamos en los diálogos de noche y por medio de nuestras plantas medicinales como el tabaco, el mambe, el yagé que también maneja el pueblo Siona, nuestros hermanos, logramos encorralar espiritualmente la búsqueda”.
Las declaraciones de este líder demuestran que la estrategia militar necesitó de un conocimiento que solo tienen aquellos que durante siglos han habitado la selva y entienden la tierra no solo como un espacio geográfico sino como un lugar espiritual. Pese a que el general Pedro Sánchez ha dicho “honor a quien honor merece”, haciendo alusión al trabajo de las comunidades indígenas en el operativo, no deja de sorprender la romantización de algunos hacia la guardia indígena y sus saberes, así como el discurso hegemónico que exalta la “victoria” de las fuerzas militares y la conquista del hombre blanco occidental.
Fotografías y derecho a la intimidad
Por otro lado, la difusión de las fotografías de los menores es otro de los asuntos que está sobre la mesa. A las afueras del Hospital Militar aguarda la prensa con cámaras y micrófonos esperando captar el próximo “gran titular”. El padre de los niños, Manuel Ranoque, manifestó su descontento ante el manejo de la información: “los dejan ingresar, sacan fotos de mis hijos, las riegan en las redes sociales, eso es injusto y espero que Dios los perdone”.
Uno de los pilares éticos del periodismo es el cuidado que deben tener los medios al cubrir noticias que involucren menores de edad. La Corte Constitucional en la Sentencia T- 453/13 establece los límites que debe tener la prensa frente a los derechos de los menores. En ella se aclara la responsabilidad social de los medios de comunicación de proteger y preservar los derechos de los mismos, así como la obligación de proteger y reservar sus datos. Por otro lado, Unicef propone un manual de periodismo para cubrir niñez e infancia y es específico en mencionar el uso de la imagen y la previa autorización de los padres o un responsable directo.
Pese a los múltiples manuales y ordenamientos jurídicos, el dicho popular “hacer la vista gorda” representa con claridad el absurdo del periodismo: está guiado por la inmediatez y el sensacionalismo, y por supuesto es un aparato que nos recuerda que en Colombia la realidad supera la ficción y no es necesario un guionista hollywoodense cuando los medios de comunicación son los primeros en convertir los hechos en un espectáculo televisivo.