El presidente electo de EE.UU. asumió al hemisferio americano como su principal frontera de seguridad y utilizará la guerra financiera, el tráfico de armas y la migración para sus fines estratégicos
Diana Carolina Alfonso
En colaboración con L’Humanité de Francia
Hay dos formas de leer el impacto del triunfo de Donald Trump en América Latina. La primera refiere a la confrontación entre los bloques gobiernistas de izquierda y de derecha: unos a la cabeza de Gustavo Petro y Claudia Sheinbaum, y los otros bajo el mando de inquietantes figuras como Javier Milei, Nayib Bukele y Daniel Noboa.
La segunda forma es entender las dimensiones macroregionales de América Latina y el Caribe, a la luz de la propia herencia de los últimos gobiernos republicanos.
Se entiende que la respuesta republicana a la crisis económica de los Estados Unidos no sólo ha sido privilegiar su mercado interno local, sino condicionar el mercado regional latinoamericano.
¿Uribismo republicano?
Los dos gobiernos de Álvaro Uribe (2002-2010) se desarrollaron a la par de los gobiernos de George W. Bush hijo (2001-2009). Como consecuencia de los ataques contra las Torres Gemelas, Bush desató la Doctrina de Seguridad Directa, con la que se asesinó a más de un millón de personas en Irak. Bush transformó y unificó los regímenes de seguridad y defensa, además logró que los Estados de excepción permanente se impusieran a nivel mundial.
El uribismo sostuvo la política de Seguridad Democrática amparado en la Doctrina Bush que impulsó la tercerización de las funciones de seguridad, bajo la contratación de empresas multinacionales de seguridad y defensa. En el año 2010, las importaciones colombianas de material bélico israelí llegaron a representar el 49,6% del total, según informes del colectivo Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel, BDS.
En el 2007 y el 2016, la policía colombiana echó mano del Puma y el Galileo respectivamente, dos software espía israelíes que antecedieron al Pegasus, usados por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) para espiar a la oposición y al movimiento social, consumando asesinatos a sindicalistas, periodistas, opositores y militantes de los movimientos sociales.
Siendo Colombia la principal frontera contra la Venezuela chavista, Iván Duque reeditó esa relación con los republicanos. El compromiso era efectivizar el bloqueo económico contra el gobierno de Maduro. Tras la ruptura de relaciones bilaterales con Venezuela en 2019, Duque entregó la empresa de fertilizantes Monómeros a Juan Guaidó. Esta compañía fue saqueada y llevada a la quiebra por los gerentes de Guaidó aprovechando el reconocimiento que este recibía de Trump e Iván Duque. La dupla Trump-Duque también intensificó el tráfico de armas desde Colombia a Venezuela. En 2020, ambos gobiernos fustigaron la Operación Gedeón que infiltró decenas de mercenarios por la Guaira venezolana para asesinar a Nicolás Maduro.
Hace algunos días, el embajador colombiano en Estados Unidos, Daniel García Peña, comunicó que el gobierno de Trump compró Pegasus para infiltrar a los narcos en Colombia, supuestamente a espaldas de Duque. Más que una explicación, el mensaje de la Embajada americana parece una devolución de favores a Duque, quien vive en Washington D.C. desde el 2022.
Argentina: de Macri a Milei
La administración Trump usó a la Argentina, bajo el gobierno de Mauricio Macri, como un puente para intervenir en Bolivia. La propia Laura Richardson, jefa del Comando Sur, ha reiterado el interés de Estados Unidos por controlar minerales de esta región, en particular el litio. La relación entre Trump y los gobiernos del Cono Sur es clave, no solo para la Argentina de Milei, sino también para las administraciones de Chile y Brasil, que están gobernadas por un progresismo proestadounidense.
Durante la administración de Macri, Trump impulsó un importante lobby en el FMI para endeudar a la Argentina. Ese ciclo de intervencionismo financiero, empobrecimiento y caos dirigido por la Casa Blanca explica el ascenso de Milei, apadrinado actualmente por la estructura económica y política de Macri.
En 2019, se perpetró el golpe contra el presidente Evo Morales después de la visita de Ivanka Trump a la frontera con Bolivia. Esta acción violenta se llevó adelante con armamento enviado por el expresidente Macri a las fuerzas Alacrán de la Gendarmería Nacional.
Trump: la desgracia de las Antillas
La estrategia de Trump hacia las Antillas se basó en la asfixia económica. A Puerto Rico le cerró la puerta en la cara después del huracán María del 2017; en Cuba aplicó un paquete de restricciones que viola todos los acuerdos del Derecho Internacional Humanitario; en Haití, el tratado de ayuda mutua prohibió a la isla cultivar su propio arroz. Las ONG que desde entonces gestionan la miseria en la Isla fueron las principales beneficiarias de la invasión militar de los Cascos Azules.
Migración
Además de cercenar el derecho a la movilidad al sur del Río Bravo, en su primera administración, Trump usó la estratificación jurídica migratoria como una herramienta partidaria. Con el bloqueo del 2019 que obligó a Venezuela a sobrevivir con menos del 10% de sus ingresos internacionales, Macri estableció un régimen diferencial migratorio para todos aquellos venezolanos que “buscaran huir del dictador Nicolás Maduro”.
Al igual que ocurre en la actualidad en España, el asilo preferencial de venezolanos opositores potencia un ejército electoral de reserva que acompaña a las derechas locales. Cabe esperar que, con el apoyo del presidente conservador de Panamá, José Raúl Mulino, Trump terminará por sumir al Darién ya no en una crisis migratoria, sino en una debacle humanitaria, afectando principalmente a la migración haitiana.
Factores como los convenios que surjan del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico (APEC), la competencia comercial contra China y el lugar de la OTAN, determinarán la dinámica geopolítica del pacífico latinoamericano.
Es decir, con Trump 2.0, no se esperan cambios benéficos para nuestra América; habrá, eso sí, una profundización de las nefastas políticas contra nuestras ya debilitadas democracias.
