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Tonterías mundialistas

La prensa colombiana en Brasil 2014: Unos medios preocupados por el deporte como espectáculo y no por incentivar su práctica, exacerbaron banales sentimientos nacionalistas

Juan Carlos Hurtado F.

A diferencia del Giro de Italia, donde había muchas posibilidades de triunfo, en el Mundial de Fútbol la prensa colombiana hizo un gran despliegue para su cubrimiento. Desde los partidos previos, jugados en Europa y Argentina, envió a decenas de reporteros deportivos. A Brasil muchos más, independientemente de que tuvieran idea de este deporte, desde los presentadores de noticias hasta las modelos de las secciones de farándula.

Las emisiones televisivas iniciaban una hora antes y terminaban mucho después de los encuentros. El tiempo lo llenaban con los “análisis” de los expertos, el seguimiento a los buses con las selecciones desde los hoteles hasta los estadios, el calentamiento, entrevistas a hinchas y mostrando personajes de la farándula criolla en los estadios.

Luego del partido transmitían desde la casa de un jugador colombiano y mostraban cómo sus familiares habían visto el encuentro y cantado los goles, hacían comentarios sobre los “memes” de las redes sociales y hasta se preguntaban por el amuleto de Pékerman.

El top de la bobería fue mostrar cómo una tortuga, un pollo o un camello predecían el ganador de los encuentros; transmitir en directo las celebraciones de los hinchas con espuma y harina, aunque pedían que no hubiera violencia en los festejos después que sus comerciales habían invitado a beber alcohol para ver los partidos; y, cuando uno de los monopolios televisivos no le permitió a su competencia mostrar el recibimiento a la selección en Bogotá, a la vez que enseñaba al equipo como un símbolo de unidad.

Nacionalismo vacío

La fiebre amarilla fue utilizada para exacerbar y azuzar sentimientos chovinistas. Por más de un mes la “gran prensa” logró que se olvidaran los graves problemas que ponen a Colombia entre los últimos en bienestar social. Millones sintieron la sensación de vivir en una sociedad con integración e inclusión, gracias a frases como: “somos una sola bandera, sin distinciones de razas ni clases sociales”.

Hasta la BBC de Londres aseguró que si los colombianos tuvieran que elegir entre la firma de un acuerdo de paz con las FARC o una victoria en la final del Mundial, la inmensa mayoría optaría por la gloria futbolera.

Los medios invitaron a ver los partidos y no a la práctica del fútbol, al placer del deporte como espectáculo y no como recreación o actividad física. Tal vez porque no les produce dinero, saben que no hay la infraestructura necesaria para eso, o porque no ha sido una política de Estado. La selección le sirvió al Presidente de la República para, como dijo Francisco Maturana, subir el rating y hacer creer que se preocupa por el deporte así no construya canchas ni contrate profesores para jóvenes con talento innato.

A pesar de todo lo anterior, afortunadamente hoy miles de niños quieren ser como James, Cuadrado, Falcao o Yepes, y ninguno como Uribe, Santos ni cualquier otro politiquero responsable de la mala imagen del país en el ámbito internacional y de los atrasos en materia deportiva. Gracias, selección Colombia.

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