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Siempreviva

En Colombia, la ausencia de los desaparecidos florece como cicatrices que nunca mueren, mientras las voces de las madres gritan justicia desde el silencio. Sus corazones son memoria viva, tejen amor y resistencia frente al vacío que deja la injusticia

Redacción Mujeres

Las mujeres arropamos la vida desde su concepción. Los latidos de nuestro corazón sostienen en su vientre la formación de los hijos e hijas, mientras la sangre de nuestro propio ser les da sustento. Cuando crecen y toman su camino, duele verlos desaparecidos por tener una ideología política crítica o por estar, incluso, en el lugar equivocado.

La búsqueda de quienes faltan surge de lo más profundo de nuestro ser. Va más allá de lo físico, es algo trascendental, porque el corazón no solo contiene líquido vital para el cuerpo, sino también el más poderoso de los sentimientos y sustento del espíritu: el amor.

La historia de Colombia está llena de cicatrices y de madres que buscan el aire que les fue arrebatado. Ese dolor no solo circula de voz a voz entre las calles del país, como un fantasma, también ha sido retratado en múltiples narrativas teatrales y audiovisuales.

Una flor eterna

La Siempreviva, escrita por el dramaturgo colombiano Miguel Torres, es una de las piezas más emblemáticas del teatro nacional. Estrenada en 1994, está basada en hechos reales y narra las repercusiones del caso de las desapariciones en el Palacio de Justicia en Colombia (1985). La obra utiliza como escenario una pensión ubicada en el centro de Bogotá, donde conviven personajes de diferentes estratos sociales y realidades, cuyas vidas se ven trastocadas tras los eventos de la toma y retoma del Palacio.

A través de una narrativa profundamente humana y crítica, expone las desigualdades sociales, las heridas del conflicto armado colombiano y los silencios del Estado frente a la desaparición de ciudadanos. La obra lleva el nombre de una planta que nunca muere, simbolizando tanto la resistencia como el recuerdo de las víctimas.

La adaptación cinematográfica de La Siempreviva, dirigida por Klych López y estrenada en 2015, se mantiene fiel al espíritu de la obra teatral mientras aprovecha los recursos visuales y narrativos del cine.

La historia se centra en el caso de Urrego, una joven estudiante de derecho que vive en la pensión administrada por Rosa y Román. La desaparición de Urrego durante la toma del Palacio de Justicia sirve como eje central para explorar el impacto de esta tragedia en las vidas de quienes la conocieron.

La película destaca por su diseño de producción, que recrea fielmente el ambiente tenso y melancólico de la pensión, y por las actuaciones, que aportan gran profundidad a los personajes. Además, resalta las secuelas emocionales y sociales de un evento que dejó profundas cicatrices en el país, abordando temas como la memoria, la impunidad y la esperanza.

Forensic Architecture

El 6 y 7 de noviembre de 1985, el grupo guerrillero M-19 tomó el Palacio de Justicia en Bogotá, Colombia, exigiendo la instalación de un tribunal para juzgar al presidente Belisario Betancur. El Estado dio como respuesta una operación militar para retomar el edificio, que resultó en más de cien muertos ─que incluye magistrados, funcionarios, guerrilleros y civiles─ y la desaparición de al menos once personas, entre ellas empleados de la cafetería. El caso ha sido emblemático en Colombia debido a la impunidad, las irregularidades en la investigación y el uso desproporcionado de la fuerza por parte del Estado.

Forensic Architecture, con sede en Londres, realizó una investigación sobre la retoma del Palacio de Justicia en 2021, a solicitud del Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad (Dejusticia), en colaboración con el colectivo H.I.J.O.S. Colombia, que representa a los familiares de las víctimas. El objetivo era esclarecer los hechos y contribuir a la memoria y la búsqueda de justicia para las víctimas de desaparición forzada y sus familias.

La investigación presentó evidencia de que las fuerzas militares realizaron actos de desaparición forzada, incluida la retención y posterior desaparición de empleados de la cafetería del Palacio. Además, se revelaron intentos de encubrir pruebas relacionadas con las desapariciones y ejecuciones extrajudiciales durante la retoma. Esta reconstrucción ayudó a documentar el trato cruel e inhumano hacia las personas retenidas por los militares.

Un llanto que no cesa

Tal como ocurre en la película, el dolor traspasó las paredes del Palacio. La vida se escapó y dejó solo el recuerdo de los días felices. Como si nunca hubiera pasado, como si fuera mentira. Así como volver todos los días a la Plaza de Bolívar con un cartel impreso de la fotografía de alguien que niegan haber visto, porque todos salieron vivos después de la retoma. Los límites con la locura son minúsculos, el desespero se termina convirtiendo en resignación, pero nunca en olvido. Aquí solo nos queda la palabra para contar las veces que fuimos esa madre que nunca volvió a ver a sus hijos.

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