Editorial 3265
El próximo 13 de abril se celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Ecuador. Se trata de comicios muy importantes para Colombia y para toda América Latina porque un eventual resultado favorable a Luisa González dará un impulso a la integración latinoamericana, la soberanía y la justicia social.
En el contexto actual es urgente avanzar en la articulación entre las naciones latinoamericanas, naciones hermanas que comparten aspiraciones democráticas y preocupaciones sensibles como la seguridad, la economía, la situación migratoria y las relaciones con otros actores internacionales. Es la única forma de enfrentar con éxito la amenaza del imperialismo guerrerista y el fascismo en ascenso, hoy encabezado por los gobiernos de Estados Unidos, Israel, Alemania y Francia.
El presidente ecuatoriano y candidato a la reelección Daniel Noboa, representante del empresariado más corrupto de su país, ha desatado graves crisis por la implementación de recetas neoliberales agresivas que han desmantelado buena parte de lo construido por al Revolución Ciudadana desde 2006. Además, ha devuelto territorios y bienes a EU que habían sido nacionalizados y, aunque sostiene un discurso de “mano dura” contra la criminalidad, está relacionado con un entramado de alianzas políticas e institucionales de crimen organizado y narcotráfico.
En su política exterior, siguiendo las directrices del Departamento de Estado que buscan dividir a las fuerzas democráticas de América Latina, Noboa apoya a la oposición colombiana y se ha negado a impulsar los procesos de integración latinoamericana.
A Colombia le interesa un Ecuador estable y próspero, gobernado por la izquierda. La vecindad impone que a ambos países nos convenga tener fluidas relaciones de cooperación diplomática, comercial, energética y de seguridad. La ayuda de Ecuador fue, en su momento, muy importante para propiciar los diálogos con el ELN, por ejemplo. Una victoria es crucial para el impulso del proyecto transformador y de reformas en nuestro país.
El empate técnico presentado en la primera vuelta entre Noboa y Luisa González mostró que la clase dominante movilizó los recursos del Estado para posicionar la candidatura del presidente, pero la infraestructura logística y mediática no le alcanzaron para ganar. Por el contrario, se reveló la fuerza y el ascenso de un pueblo decidido a cambiar y a retomar el camino del proyecto democrático iniciado hace 19 años por Rafael Correa.
Luisa González, ha ido consolidando un bloque de fuerzas de izquierda y democráticas, ha recibido esta semana el apoyo decidido de uno de los sectores más importantes del movimiento indígena ecuatoriano, el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik – Nuevo País, como expresión política de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE.
El expresidente Correa sigue teniendo una incidencia central en la estrategia electoral de Luisa González. Ella no lo niega. La propia fuerza política de la candidata, construida con su liderazgo y su credibilidad, más el apoyo del movimiento de la Revolución Ciudadana, ha sido fundamental para avanzar a segunda vuelta.
El correísmo mantiene una base política, social, popular y electoral consciente de que no puede equivocarse y actúa apoyando a Luisa. Es la fuerza más organizada del país y sus seguidores ven en ella una legítima heredera política de la Revolución Ciudadana.
Luisa González atrae con su propuesta política, su estrategia, su carisma y su capacidad para conectarse con la gente, y convoca a sectores más amplios, incluso de centro, desencantados con una derecha corrupta e incapaz de solucionar la crisis de seguridad. Cada vez más sectores de clase media y popular urbanas ven en Luisa una opción viable para recobrar el rumbo de la inversión social, el bajo desempleo, el control de la inflación, la estabilización institucional y el diálogo político.
Ganaremos y América Latina avanzará hacia más democracia y justicia social.